Amalie de Sajonia nunca estuvo en Alicante

Hiltrud Friedrich Stegmann recupera el Viaje a España en 1824 y 1825 de Amalie, princesa de Sajonia, en una magnífica edición de la Universidad de Alicante

Maximiliano de Sajonia retratado por Vicente López durante su estancia en la corte española en 1825.

Maximiliano de Sajonia retratado por Vicente López durante su estancia en la corte española en 1825. / por Emilio Soler

Emilio Soler

Emilio Soler

En octubre de 1824, salían desde Dresde, capital del reino de Sajonia, el príncipe Maximiliano y su hija Amalie. Era un recorrido nostálgico y sentimental ya que ambos deseaban visitar a sus tres hijas y hermanas. Dos de ellas, vivían en el norte italiano y la otra era, nada menos que la joven esposa del monarca de España y de las Indias, Fernando VII.

Maximiliano, segundo en la línea de sucesión al trono de aquel pequeño estado creado por Napoleón en 1807 para asegurarse la alianza contra Prusia y que años después, tras la derrota bonapartista, fue desmembrado por la coalición aliada vencedora, no podía pensar que, a su edad, llegaría a ser el monarca de un estado feraz con una población que rondaba el millón y medio de habitantes. Por su parte, la princesa Amalie, hija mayor de Maximiliano, estaba ilusionada de poder emprender el largo, y pesado, viaje en el que podría abrazar a sus hermanas, especialmente a María Josefa, tercera y penúltima esposa del rey Fernando VII.

En este libro, destacan, especialmente, las sabias descripciones del monasterio del Escorial, La Granja, Segovia, Aranjuez, Toledo y, sobre todo, Madrid, lugar que conoce Amalia profundamente en los más de tres meses de incansable peregrinación turística y familiar por la capital; ciudad que podemos adivinar perfectamente al contemplar la serie de cuadros que realizara Fernando Brambila, pintor de Cámara de Fernando VII y que, en su juventud, viajara como «fotógrafo» pictórico en la expedición de Alejandro Malaspina en su viaje alrededor del mundo.

Amalie, se apresura a decirnos Hiltrud Friederich-Stegmann, doctora de la UNED y que ya nos ha dejados algunas espléndidas obras sobre viajes de alemanes por España, era alumna musical de Carl María von Weber y compuso trece óperas y sus correspondientes libretos en italiano bajo el seudónimo de A. Serena, fue una reconocida escritora cuyos libros se tradujeron a varios idiomas, también bajo otro apodo, el de A. Heiter. Una de sus más célebres óperas, Elvira, muy influenciada por Rossini y Mozart, según Hiltrud, ya señalaba una fascinación por los personajes españoles, tal vez animada por la boda de su hermana con Fernando, nombre con el que Amalia bautiza al héroe galante de la ópera.

Friedrich Stegmann ha rebuscado en el Archivo de Dresde y ha hallado los dos manuscritos que sobre su viaje hispano dejara la princesa y que no fue publicado en alemán hasta el año 2021. Ahora el Servicio de Publicaciones de la UA (aunque Amalia nunca estuviera en nuestra provincia ya que desde Almansa cogió el camino a Valencia) ha realizado una magnífica edición como acostumbra, incluyendo los retratos de Maximiliano y Amalia pintados por el valenciano Vicente López.

La princesa sajona deseaba cerciorarse directamente por su hermana la reina de cómo se encontraba junto a Fernando VII, monarca al que el catedrático de la UA Emilio La Parra dedicó un brillante libro que mereció el Premio Comillas. Por un lado, la reina de España había escrito en 1822, aunque existen muchas dudas sobre su autoría, un libro novelado, Cartas de la Reina Witinia dirigidas a su hermana Fernanda donde señalaba que su esposo era «de condición afable, y cariñoso y complaciente en cuanto pueda apetecer». Seguía añadiendo que «su figura era fornida y varonil. Que no dejaba de tener luces, discernimiento y discreción, aunque en los asuntos políticos, ¡ay!, le parecía que Fernando no sabía emplearla oportunamente». Añadía sobre su augusto esposo que «tenía un buen fondo de religiosidad y que no carecía de prendas morales». Este libro, atribuido a José Martínez Hervás, Marqués de Almenara, banquero, embajador en París y que fue ministro del Interior con José I Bonaparte, señala sobre el soberano que «es excelente como hombre particular; como jefe no creo que sepa conducirse ni para su provecho ni para el de sus súbditos. ¡Ay de mí, cuánto siento conocerlo. Unas veces carece de astucia, otras de constancia y energía, pero nunca de honradez».

Amalie de Sajonia nunca estuvo en Alicante

Hiltrud Friedrich Stegmann Viaje a España en 1824 y 1825. Amalie, princesa de Sajonia Publicaciones de la Universidad de Alicante 344 páginas / 20 euros / por Emilio Soler

Anteriormente les señalaba que Amalie, durante el viaje, tras haber dejado el norte de Italia donde moraban sus hermanas y llegada a España a finales de noviembre de 1824, se encontraba un tanto incrédula ante el estado de satisfacción de su hermana María Josefa ya que la noche de su boda con Fernando, había resultado un tanto, digamos, movida. Lo contaba el escritor francés Prosper Mérimée, conocido autor de Carmen, buen conocedor de una España a la que viajó en innumerables ocasiones y que gozaba de la amistad de los padres de la futura emperatriz francesa Eugenia de Montijo. Así se lo escribía a su amigo Henri Beyle, «Stendhal», en 1830 desde sus Cartas de España: «La Reina sajona (tenía 16 años) con la que se casó Fernando era una princesa devota, y educada tan cristianamente que ignoraba hasta las cosas más elementales de este mundo, y que conocen en España incluso las niñas de ocho años (…) Resultó que la Reina fue puesta en el lecho sin ninguna preparación. Entra Su Majestad. Figúrese a un hombre gordo con aspecto de sátiro, morenísimo, con el labio inferior colgándole. Según la dama por quién sé la historia, su miembro viril es fino como una barra de lacre en la base, y tan gordo como el puño en su extremidad; además, tan largo como un taco de billar (…) Ante esa horrible vista, la Reina, que no hablaba más que alemán, se escapa de la cama y corre por la habitación dando grandes gritos. El Rey la persigue; pero como ella era joven y ágil, y el Rey gordo, pesado y gotoso, encontró ese juego muy tonto y montó en espantosa cólera». Tras una consulta de la conturbada joven esposa con la camarera mayor mientras el monarca se fumaba un cigarro en el pasillo, pronto se reanudó la «conversación»: «El Rey ya no encontró resistencia; pero a su primer esfuerzo para abrir una puerta, abrióse con toda naturalidad la de al lado y manchó las sábanas con un color muy distinto al que se espera después de una noche de bodas…»

Volviendo a la princesa Amalie, la descripción de su trayecto español, donde anotaba día por día sus visitas, es un claro ejemplo de la visión romántica que los alemanes ilustrados que pasaron por aquí tenían de nuestro país, con asaltos de bandoleros incluidos y descripción tremebunda sobre las «corridas» de toros. Eso sí, hubo una representación del Stabat Mater que ella había compuesto y que fue muy elogiada.

Tras varios meses de estancia en España, Amalie y su padre, futuro rey de Sajonia, pasaron casi fugazmente por Valencia y Barcelona antes de entrar en Francia por Perpignan. Amalie comprobó que su hermana era una esposa feliz apreciada por la ciudadanía ya que durante el Trienio Liberal (1820-23) cuando no se podía gritar ¡Viva el Rey!, el pueblo se la arreglaba para exclamar al paso de la carroza real lo de ¡Viva la Reina y su esposo!. También se percató Amalia de que el monarca español gozaba de muy mala salud aunque era «vivaz, sereno y extraordinariamente bonachón». La princesa sajona quedó muy satisfecha por el reconocimiento que Fernando VII hizo a su padre al otorgarle la Orden de Carlos III y despedirse de él diciéndole: Je vous aime comme mon père, lo que conociendo la rivalidad entre Fernando y Carlos IV, tampoco quería decir demasiado…

La despedida de Amalie un 30 de abril de 1825 al dejar España, donde pasó bastante frío y se quejó de los olores desagradables de Madrid, fue bien significativa: «Es un país al cual se coge un gran cariño después de una estancia prolongada. Por todos lados nos habían recibido con mucha amistad».