La noticia nos sacudía el viernes por la mañana casi a traición. Akira Toriyama, el creador de Dragon Ball, había fallecido a los 68 años de un hematoma subdural agudo. Su repentina desaparición nos recuerda que hasta los genios pueden morir. Si estuviéramos en un episodio de su mítica serie, no tengo ninguna duda de que Goku y compañía ya habrían cogido el radar de Bulma para buscar las bolas de dragón por todo el mundo e invocar a Shenron para que lo resucitara. Los protagonistas de la serie frecuentemente iban a hacerse con las siete bolas mágicas. Con ellas podían ver concedido cualquier deseo que pidieran y que, frecuentemente, solía consistir en traer de vuelta a uno de los amigos fallecidos en los combates librados en la última aventura.

Aunque hace ya casi tres décadas que la serie terminó, aviso de que alguno que aún no la haya visto y desee hacerlo reviviendo a su niño interior se podrá encontrar spoilers. El propio Goku murió dos veces a lo largo de Dragon Ball Z, pero normalmente era su amigo Krilin quien tenía las de perder y la acababa diñando más veces. Esta fórmula mágica para traer a los difuntos de vuelta a la vida tenía un problema. No se podía repetir el deseo al dragón. Un obstáculo que quedó salvado cuando descubrimos las bolas del planeta Namek, donde esa limitación no existía. El más allá se convirtió en un escenario más, del que los protagonistas entraban y salían como el que se iba a comprar una barra de pan. La muerte de Toriyama nos pone ante la evidencia de que ésta no es una de sus fantasías y que la muerte es irreversible.

Vengo de una generación cuyo primer contacto con el anime fueron los episodios de Heidi y de Marco que se emitían en Televisión Española los sábados después de comer. Que se quedó fascinada por Mazinger Z y luego traumatizada cuando fue retirada a traición de la tele pública por su violencia. Ay, como odiamos Orzowei, la serie que la sustituyó. Aunque ya me pilló mayor, Dragon Ball me atrapó desde el primer episodio. Me subía al carro aprovechando una reposición en 1992, y su historia me pareció hiperadictiva. El manga empezó a publicarse en 1984 y se convirtió en un éxito inmediato que apenas tardó dos años en adaptarse a la pequeña pantalla en versión animada y no llegaría a España hasta 1990 de la mano de las televisiones autonómicas.

Dragon Ball fue decisivo para que muchos niños aprendieran catalán y valenciano. Ya que tuvo un doblaje distinto en ambas comunidades a través de TV3 y Canal 9. La he visto en ambas lenguas. Hasta en euskera y también en castellano. Tengo la asignatura pendiente de disfrutarla en el japonés original. La serie llegó a España en un momento de resurgir del anime. En la gran pantalla triunfaba Akira y las series niponas eran un valor por el que apostaron las cadenas de televisión privada en España cuando comenzaron sus primeras emisiones. Pero Dragon Ball fue la que desencadenó la revolución del anime en nuestro país.

La serie mezclaba leyendas populares orientales, con el mundo de las artes marciales, un toque de ciencia ficción y un marcado sentido del humor, que se fue diluyendo a medida que avanzaba para adquirir un tono más oscuro. Goku era un niño con cola de mono que vivía solo en las montañas y que decide salir a explorar el mundo cuando conoce a Bulma, una joven con grandes dotes para fabricar los más increíbles inventos. Por ejemplo, el radar capaz de detectar las bolas o, aunque esto era obra de su padre, las cápsulas hoipoi, que podían almacenar los más diversos objetos. Desde prendas de vestir a casas y vehículos.

A lo largo de sus viajes, la troupe fue creciendo y era habitual que algunos de sus antiguos rivales se acabaran pasando al lado de los buenos. Habitualmente para ayudarles a vencer a otro enemigo peor. Porque una constante de Dragon Ball era que siempre había un enemigo más fuerte. A Goku le vimos crecer hasta convertirse en adulto. La serie original tuvo 153 episodios. Su secuela, Dragon Ball Z, arrancaba con Goku ya casado y con un hijo, Son Gohan. Fue allí cuando averiguamos que en realidad Goku procedía de una poderosa raza de guerreros galácticos que había sido enviado a la Tierra con el propósito de conquistarla, no de salvarla. Sus orígenes le acercaban a otro gran personaje del cómic: Superman. El nivel de poder de los protagonistas había llegado a un punto en que las batallas no sólo se podían prolongar durante decenas de episodios, sino que podían acabar con la destrucción entera de un planeta. Y así llegaron a la friolera de 291 capítulos que se emitieron hasta 1996.

Toriyama no se limitó solo a Dragon Ball, antes de su gran éxito creó Doctor Slump y ha colaborado en conocidas sagas de videojuegos como Dragon Quest o Crono Trigger e incluso en algunas de las adaptaciones de las aventuras y combates de Goku.

La fiebre por Dragon Ball no se limitó a la televisión, sino que los seguidores devoraban el manga japonés y en el proceso descubrían a nuevos autores. Si en las tiendas de cómics, el manga tiene hoy una presencia tan destacada como la que pueden tener Marvel y DC fue gracias a Dragon Ball. Para algunos Naruto es el heredero de Goku. Ambos son jóvenes, un tanto ingenuos y que albergan en su interior un gran poder que desencadenado puede generar el apocalipsis. Al igual que en Dragon Ball, tenemos una primera serie para contarnos los años de la infancia del protagonista; y una segunda centrada en sus aventuras como adulto.

Otro gran éxito del anime es One Piece, que supera ya el millar de episodios emitidos. Su espíritu recupera el aroma de esas primeras aventuras de Goku y compañía. Luffy y su tripulación van en busca del legendario tesoro pirata , como Goku iba a la caza de las bolas mágicas. Netflix ha lanzado su adaptación en imagen real del popular anime con bastantes más aciertos que los que tuvo la nefasta versión para la gran pantalla esa cosa llamada Dragon Ball Evolution y que no convenció a nadie. Por cierto que la gran N roja, ha empezado a colgar los últimos episodios de la serie animada de One Piece, pero con el inconveniente de que nada se sabe de los primeros mil y pico que les preceden.

Con los años ha habido diversos intentos de resucitar Dragon Ball. Tuvimos Dragon Ball GT en una versión en la que no intervino Toriyama, pero que fue despreciada por muchos fans que lograron lo que ahora intentan otros seguidores de Star Wars con la última trilogía: que los 66 episodios de la serie fueran excluidos del canon de la saga y la continuidad oficial. Hará uno diez años, tuvimos la gran noticia de que Toriyama relanzaba la saga con Dragon Ball Super. Aunque la serie cuenta con un amplio número de seguidores, el impacto no ha sido ni mucho menos el que tuvo la serie original. El anime duró tres años, pero el manga seguía publicándose aunque estaba cercano su final, así al menos lo había dicho Toriyama, donde un dibujante llamado Toyotaro era el artista que dibujaba la serie bajo la supervisión del maestro. Sea cual sea el desenlace, al menos hay indicios de que ya había sido planificado por su autor. ¿Será un final definitivo o tendremos nuevas aventuras de Goku de la mano de nuevos autores?