Sempere, 'mon amour'

El IVAM inaugura el jueves una exposición sobre los doce años que el artista pasó en París entre finales de 1948 y 1960

La muestra reúne unas 70 de obras, entre ‘gouaches’ y ‘relieves luminosos’ así como textos del artista y cartas

Sempere con uno de sus relieves luminosos.

Sempere con uno de sus relieves luminosos.

Begoña Jorques

Eusebio Sempere (Onil, 1923-1985) pasó 12 años de su vida -entre finales de 1948 y principios de 1960- en París, un tiempo en el que el artista tuvo oportunidad de conocer la modernidad y ser parte del arte de su tiempo. En la capital francesa vivió tiempos difíciles, con pequeños éxitos y grandes penurias económicas. La sucesión de trabajos diurnos para subsistir solo le dejaban tiempo para pintar por las noches, cansado y abatido. En esos desvelos profundiza en la abstracción geométrica mientras construye un vocabulario artístico propio que queda reflejado en dos series fundamentales en su trayectoria. Por un lado, los gouaches sobre cartulina, los llamados ‘gouaches de París’: un trabajo silencioso y casi secreto que adquiere una madurez asombrosa. Por otro, los ‘relieves luminosos’, una suerte de artefactos con instalación eléctrica que simulan el movimiento a través de los distintos planos iluminados alternativamente donde se recortan las formas geométricas.

Nueva exposición en el IVAM

Esa estancia en París de Sempere protagoniza la nueva exposición del IVAM, "Sempere en París (1949 -1960)", que abrirá sus puertas el próximo jueves. Según avanza a Levante-EMV Rosa Castells, comisaria de la muestra y responsable de colecciones del Museo de Arte Contemporáneoa de Alicante (MACA), la muestra se compone de unas 70 obras, que Sempere realizó en sus años parisinos. «Vamos a ver las primeras piezas que realizó París, influido por los artistas de las vanguardias, y, fundamentalmente dos series de obras, que son los goauaches sobre cartulina, y los relieves luminosos. Esas son las dos grandes series que determinan el resto de su producción», señala la experta en la obra de Semepere. 

Sobre los gouaches explica Castells que «es un trabajo muy minucioso, silencioso, callado, que él realizaba por las noches, después de pasarse el día en trabajos variados para subsistir. Aquí es donde establece el alfabeto geométrico que le va a acompañar a lo largo de su vida. Es como si fuera un cuaderno de iniciación», explica. 

Sin título (Paisaje),1959. / MACA.

Sin título (Paisaje),1959. / MACA. / SEMPERE

Esos gouaches, continúa, «al principio son muy simples, pero se van complicando». En París, Sempere «decide abandonar la figuración. Cree que no es el camino, que ya está agotado y, después de ver a los artistas de las vanguardias como Mondrian, Paul Klee, o Kandinsky, decide con lágrimas en los ojos abandonar la figuración para siempre. Esos gouaches sobre cartulina son el primer trabajo que hace seriamente y sistemáticamente. Empieza con figuras geométricas muy simples, como el círculo, el cuadrado y el triángulo, que poco a poco se van complicando, que se van moviendo en el espacio de la cartulina, que se van entrelazando y los dota de movimiento y profundidad», señala Castells.

La mayoría de esas pinturas -que a penas son un centenar-, recuerda la comisaria, se las queda el propio artista. «Son muy pocos los que vende o los que están en manos de particulares. Sin embargo, el IVAM tiene 22 de ellos, que son comprados incluso antes de su inauguración». En el MACA, añade, «tenemos en torno a sesenta gouaches».

Innovador

Respecto a los ‘relieves luminosos’, Castells avanza que Sempere los empieza a trabajar a partir de 1955. «Son unas cajas luminosas de madera donde perfora también figuras geométricas y algunas formas biomórficas en planos diferentes, todas ellas iluminadas por bombillas que se van apagando y encendiendo. Eso produce pues una sensación de profundidad, de movimiento. De alguna manera, introduce el tiempo en la obra de arte. Y es uno de los primeros artistas que utiliza la luz eléctrica en la obra».

Además, la exposición -que se podrá visitar hasta el 9 de junio- se acompaña de una selección de la amplia documentación que se conserva: álbumes de recortes, textos del artista, material de prensa, fotografías, conjuntos epistolares extraordinarios, correspondencia con familia, artistas o críticos. Eso, en opinión de Castells, «demuestra la cantidad de relaciones que mantuvo desde París, las iniciativas que llevó a cabo allí, su interés en que la modernidad llegara a España, de llevar algunas de las exposiciones de París a España».

Montaje de la exposición. /

Montaje de la exposición. / / LEVANTE-EMV

En París, Sempere construyó un universo de relaciones sociales y artísticas que son la base de su personalidad y que condicionan su talante para siempre. En el Colegio de España, donde se alojaba, hizo amistad con Eduardo Chillida, Pablo Palazuelo, Salvador Victoria, Lucio Muñoz, Joaquín Ramo y los valencianos Doro Balaguer o Vicente Castellano. También se relacionó con artistas de las vanguardias como Kandinsky (a través de su viuda Nina Kandinsky); Braque, a quien visitaba en su estudio, o Julio González, a quien descubrió gracias a la amistad con su hija Roberta González. Todos estos contactos los propicia Alfons Roig, que fue su profesor en la Escuela de Bellas Artes de València. Por otro lado, se relacionó con los artistas geométricos de la Galería Denise René: Vasarely, Arp, Delaunay, Schoffer, Soto, Sobrino o Seuphor; y con el artista cubano Wifredo Arcay, de quien aprendió la técnica de la serigrafía y a quien conoció a través de Loló Soldevilla, pintora cubana agregada cultural de la Embajada de Cuba en París que le introdujo en los círculos artísticos de la capital francesa y con quien mantuvo una relación amorosa y profesional. Por último, es crucial la llegada a París de Abel Martín, a quien conoció en la Ciudad Universitaria, y que se convertió en compañero inseparable hasta el final de sus días.

Sempere regresó a España doce años después de aquel viaje a París, desilusionado, quizá con una «sensación de fracaso» -en palabras de Castells, pero con una cierta aureola de éxito y una sólida formación artística. En definitiva, su tiempo en París «es el momento que marcó el Sempere que sería para siempre».

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