LaLiga Hypermotion

CD Eldense | La culpa es del entrenador

Fernando Estévez asume en primera persona la responsabilidad de la acción que privó al Eldense de la victoria frente al Mirandés en la última jugada del partido para desviar el foco de su plantilla, pero la acción coral no deja lugar a dudas

Fernando Estévez mira de reojo a su banquillo durante el partido del Eldense en el estadi Nacional d'Andorra.

Fernando Estévez mira de reojo a su banquillo durante el partido del Eldense en el estadi Nacional d'Andorra. / LOF

Pedro Rojas

Pedro Rojas

Buen entrenador, sin duda. Fernando Estévez está creciendo y ayudando a crecer al Eldense. Lo hace desde la mesura y eso otro tan extraño que es la asunción de culpa en un mundo en el que impera el sálvese quien pueda. Lo hace por interés, claro. Para desviar el foco de su plantilla, para aligerarle el peso, para agradecerle que se esté partiendo el pecho por defender su forma de entender el fútbol.

El domingo, justo después de ver cómo se le esfumaba el sexto punto en el tiempo añadido, de presenciar con impotencia el empate injusto del Mirandés en el último estertor de un partido con claro dominio local, el técnico del Deportivo se puso en el centro de la diana en la sala de prensa.

Es un gesto que se entiende mejor en clave interna, que seguro que le agradecen sus futbolistas, pero que no se correspondía con la realidad. El Deportivo no encajó el segundo gol por nada que hubiera hecho mal el granadino, ni antes, ni durante ni después del partido. El tanto hiriente de Barbu se lo ganó la plantilla a pulso. Ni siquiera puede achacarse a un cambio de estrategia el latigazo del Mirandés porque minutos antes de que se produjera, Estévez apuntaló la línea de contención con un tercer central, el bosnio Dumic.

La sucesión de errores en cadena que propició el 2-2 poco tiene que ver con una decisión adoptada por el técnico

El problema fue otro. Nació de la falta de entendimiento entre Cristo y Poloni en el minuto 92, que perdieron el balón en el vértice del área rival por no acertar a conectar un pase a menos de un metro. Era tan sencillo el lance, que detrás nadie intuyó el error, así que cuando los burgaleses montaron la contra, todos estaban fuera de sitio, lejos unos de otros. Encontraron el agujero a la espalda de Toni Abad y Martón se fue directo a por Zubiaurre.

Barbu celebra el tanto del empate del Mirandés en el tiempo de descuento en el Nuevo Pepico Amat de Elda.

Barbu celebra el tanto del empate del Mirandés en el tiempo de descuento en el Nuevo Pepico Amat de Elda. / Áxel Álvarez

Dumic, más lento, menos ágil, solo pudo impedir la llegada del delantero con una falta. Ni siquiera la cometió al borde del área, tuvo el acierto de salir al encuentro del atacante unos metros más arriba. Era la última acción. No habría más. Se necesitaba un último esfuerzo. Un minuto de máxima concentración, de conservar las vigilancias, de defender un centro lateral como tantas veces a lo largo de la semana en las sesiones de trabajo estratégico.

Fallo en cadena

El envío no lo puso alguien ni medio parecido a Marc Mateu y eso siempre alivia. Aun así, la pelota llegó al corazón del área y allí tres jugadores del Eldense, Carlos Hernández, David Timor y Dumic, –ninguno pequeño–, corrieron a tapar a Martón, olvidándose del resto, sin observar el espacio libre justo detrás, sin que nadie reparara de la presencia de Barbu allí.

El balón superó a los cuatro, a los tres defensores azulgranas y al delantero castellano, así que Alejandro Barbudo Lorenzo, un central de 190 centímetros y 80 kilos de fibra, terminó rematando de cabeza con los dos pies apoyados sobre la hierba, sin necesidad de saltar y sin alguien cerca que le dificultara el testarazo. Conectó con la pelota solo y batió a un Andoni que no acertaba a entender de dónde demonios le venía ese testarazo.

«La culpa siempre es del entrenador». Una de esas frases hechas que valen para tapar muchas carencias que, en el fragor de la desgracia, pasan inadvertidas. El Deportivo está firmando una temporada excelente y eso sí, casi al 100%, es responsabilidad de todos los que suman. Inmolarse sin razón a veces vale tanto como un gol.