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OPINIÓN

Ahora toca… equivocarse

Hablamos con Javier Fano (izquierda) y Gustavo Muñoz (derecha), Family Bankers de Banco Mediolanum

Ahora toca… equivocarse

La mejor manera de avanzar en todo, también en los objetivos financieros de nuestras vidas, es atreverse a pensar por uno mismo. Un concepto que ya recomendó Kant en el siglo XVIII y sigue vigente en el siglo XXI. Eso implica, como advierte el estudio de la consultora Dalbar, mantener a raya las decisiones impulsivas y cortoplacistas cuando invertimos, porque las emociones y las modas del momento hacen que nos dejemos llevar por los continuos giros de la volatilidad y, en definitiva, por los movimientos y las necesidades de personas y empresas que no comparten ni nuestras estrategias ni nuestros intereses.

Pero atreverse a pensar por uno mismo también significa, como acreditaron premios Nobel de Economía como Richard Thaler y el recientemente fallecido Daniel Kahneman, que debemos ser conscientes de nuestros sesgos y emociones. Por ejemplo, hay que recordar que muchos inversores sienten aversión al riesgo y tienden a confirmar sus prejuicios en el mercado. Y eso puede llevarlos a concentrar sus ahorros en los productos que “toca contratar”, solo porque son populares en ese momento o porque los han utilizado otras veces. Y aquí olvidan dos cosas. La primera es que la mejor forma de reducir el riesgo es diversificar nuestras inversiones en vez de concentrarlas. Y la segunda: si nos guiamos por lo que “ahora toca contratar” y no por lo que nos conviene, lo más seguro es que acabemos equivocándonos. Así pues, debemos invertir teniendo en cuenta sobre todo nuestros propios objetivos financieros a corto, medio y largo plazo, además de nuestras características y nuestro perfil de riesgo, por supuesto.

Lo normal es que la mayoría de las personas no dispongan de la formación o del tiempo para hacer un seguimiento diario de los mercados y un adecuado rastreo de las mejores soluciones, lo que también puede generar más confusión y miedo en momentos de incertidumbre. Por eso, el camino más corto para mitigar el efecto de los sesgos y para evitar confundir “lo que toca” con lo que necesitamos es que un asesor financiero nos ayude a tomar las decisiones de ahorro e inversión, a evaluar su eficacia periódicamente y a diseñar una estrategia a medida que se ajuste como un guante a nuestros objetivos financieros a lo largo de las diferentes etapas de nuestra vida, así como a nuestro perfil de inversor. Ahora toca… dejar a un lado las modas y atrevernos a pensar y, si puede ser, de la mano de un asesor financiero.

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