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Contracrónica

No hay perdón en esta Liga para el Elche

El plan de Francisco en Cádiz estaba saliendo bien hasta que entre un exceso de ímpetu de Ponce y el diferente criterio de Hernández Hernández lo echaron al traste

Pedro Bigas trata de frenar a Negredo Román Ríos

El Elche sabe desde hace tiempo que todo lo que consiga en esta Liga va a ser por mérito propio. O por errores del rival. Que no espere más, especialmente de quienes imparten justicia. No un trato privilegiado. No osaría pedir esto, al menos desde estas líneas. Pero no estaría de más un trato igualitario. Es decir, que el criterio arbitral, más o menos acertado, sea el mismo para ellos y para l del rival al que se enfrenta. Es el mínimo respeto profesional que merecen los franjiverdes, como todos los equipos de Primera. 

Este apunte del criterio arbitral a qué viene. Cómo se explica. Muy sencillo. Si Hernández Hernández decide perdonar hasta tres tarjetas amarillas a futbolistas del Cádiz por entradas a destiempo, dos de ellas por detrás, estaría bien que mantuviese el criterio con el otro equipo, en este caso el Elche. Si decide aguantar durante 45 largos y tediosos minutos las continuas protestas de Iván Alejo sin amonestarle estaría bien que se mostrase igual de comprensivo con el otro equipo, en este caso el Elche. Y así, quizás, el ímpetu de Ezequiel Ponce lo hubiera debido juzgar de otra manera, algo más benevolente, viendo el criterio que estaba marcando durante el partido. Al que imparte justicia le tiene que dar igual si el Cádiz se estaba jugando la vida y el Elche no. Debe tener un criterio, insisto, acertado o no, que guste más o menos. Pero el mismo criterio para los dos equipos a los que arbitra.

Adiós al plan

El encuentro en el Nuevo Mirandilla (estadio Ramón de Carranza para el seguidor vintage) no tenía buena pinta desde el final del partido contra Osasuna. Pedro Bigas y Raúl Guti, que abandonaron aquella cita en camilla (sin sanción para sus rivales, por cierto) llegaron a un compromiso que presentaba demasiados ingredientes para que acabará en derrota. Lo bueno para el Elche es que el principal de ellos era la tranquilidad con la que afrontan los ilicitanos este tramo de competición.

El Cádiz, en su casa, se jugaba la vida. Un giro radical de los acontecimientos con respecto al año anterior, cuando el Elche, con el agua al cuello, visitó en la «Tacita de plata» a un anfitrión ya salvado. Francisco trazó un plan que no era el más atractivo, pero que tenía pinta de ser el más eficaz. La idea era jugar con los nervios gaditanos y reservar a Fidel, Ponce y Tete Morente para la media hora final. Todo ello con Mascarell de líbero a la antigua usanza y repescando a Barragán para la causa. Diego González, tras su penalti la semana anterior, quedó marcado por su error.

El plan estaba saliendo bien, más o menos. El Cádiz no encontró el modo de generar peligro en la primera parte, presa de los nervios. Y cuando fue viniéndose arriba, Francisco movió ficha en el tablero de ajedrez. Tres minutos después, el plan se fue al traste. Por Ponce. Por Hernández Hernández. Por quien fuera. El Elche se quedó con diez y, obviamente, hubiese sido un delito que el conjunto local no aprovechara el empuje para quedarse tres puntos que son oro en su pelea por la permanencia.

 

La permanencia de Pitágoras

El 3-0 en Cádiz deja al Elche sin la salvación matemática. Aunque uno mira la tabla y cuesta creer que no esté ya el trabajo hecho. El Mallorca, heridísimo tras el 2-6 en su campo frente al Granada (ya perdió hace unas semanas de manera bastante clara en el Martínez Valero) está a siete puntos, con nueve en liza. Y tiene que viajar entre semana al Sánchez Pizjuán para enfrentarse al Sevilla. Es muy probable que los franjiverdes acaben obteniendo la permanencia definitiva con algún tropiezo de los baleares, sin necesidad de triunfos heroicos. Aunque no estaría de más una victoria a lo grande este miércoles frente al Atlético para sellar una temporada que en noviembre iba camino del drama y que parece va a terminar en una comedia romántica.

En definitiva, solo queda que Pitágoras certifique con su visto bueno matemático un objetivo que, de no haber sido por ciertos golpes de infortunio arbitral, ya estaría sellado con más antelación. Pero en esta Liga no hay perdón para el Elche. Ni en 2015 ni en 2022.

 

El borrón de Edgar

La mayor pena del partido, más allá de no añadir nada al casillero de puntos franjiverde, fue el error garrafal de Edgar Badia en la acción del 2-0. El meta catalán ya había pecado varias veces de salir con cierta tardanza, pero en esa jugada lo hizo todo mal. Fue tarde a por el balón, midió fatal y apenas tuvo contundencia para, al menos, llevarse por delante a un Rubén Sobrino que encontró premio a la fe con la que corrió a por ese balón. Posiblemente solo él creía en el gol y lo acabó marcando. No es la primera vez, ni será la última, que se ejemplifica de esta manera que el fútbol es cuestión de creer.

El fallo ni muchísimo menos debe servir para debatir la figura del cancerbero, que con empate a cero había dejado varias paradas meritorias, especialmente una a Espino. Pero sí señala uno de los pocos aspectos a mejorar de cara al futuro, sea en el Elche o en otro equipo de elite, para Edgar Badia. En el fútbol de hoy en día a los porteros se les pide parar, juego con los pies y dominar su área. En lo primero Edgar no ha tenido nunca problemas. En lo segundo ha mejorado notablemente en el último año. Y en lo tercero sigue teniendo alguna laguna, derivada en gran parte por una cuestión física (su altura) contra la que poco puede hacer. Con más contundencia al choque y seguridad aérea nadie podría poner en duda que Edgar es un portero de selección.

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