Lo han pasado mal como todos los sectores, pero al menos ya han vuelto. Vicente Riquelme, al que se le puede localizar en el entorno del Centro de Congresos entre las 16.30 y las 21 horas, asegura que al menos ha podido reabrir. «Si hago 30 euros al día estoy más que contento», confiesa, a pesar de ser consciente de que con estos ingresos difícilmente se puede mantener el negocio y a la familia.

Él es uno de los aproximadamente seis puestos ambulantes dedicados a elaborar y vender churros, porras, buñuelos y chocolate, entre otras tentaciones, que han podido reabrir en las calles de Elche, todo ello en medio de la segunda ola.

En principio no están obligados a adoptar medidas extraordinarias de seguridad salvo las comunes para todos: distancia, mascarilla, gel desinfectante y, una ventaja añadida: están al aire libre y la circulación está más que garantizada.

Por lo demás, si antes había colas de dos metros, ahora son de ocho. Pero no porque haya más gente que antes, sino porque los clientes se mantienen a una distancia prudencial unos de otros. «La gente ya tiene conciencia», señala Riquelme, quien en un principio se planteó lo de colocar señales en el suelo para señalizar las distancias, algo que no ha hecho falta por la propia responsabilidad de los ciudadanos.

Francisco Javier Torrecillas, que trabajó en este sector en Elche hace ya un tiempo y que mantiene una churrería en Catral, coincide con Riquelme en que la caída de clientes «se ha notado bastante», aunque confía en que ahora que ha llegado el frío, las ventas se reactiven y la gente se anime a consumir más.

En su caso, en su puesto ambulante ha llegado a colocar incluso mamparas, aunque apunta que nadie le ha obligado a ello, además del resto de elementos de prevención y seguridad.

«Estamos en ventas por debajo de la mitad de años anteriores. Creo que ha sido porque todavía mucha gente no ha cobrado los ERTE, porque hasta hace dos días seguían en Santa Pola, y tal vez también porque ya no se sale tanto a la calle como antes», manifiesta Vicente Riquelme sin perder, pese a todo, el optimismo.

Lo cierto es que aunque haga menos de la mitad de caja prefiere estar trabajando que en su casa. Desde el confinamiento negocios como este en Elche no pudieron abrir. Como ya tenían pagada la tasa de ocupación de vía pública de Semana Santa y Fiestas de Agosto, el Ayuntamiento decidió compensar a los dueños de estos puestos permitiéndoles abrir en octubre. Así al menos volvían a recargar algo sus finanzas después de largos meses sin poder acudir a ferias ni fiestas en ninguna parte. Y es ahora, desde el pasado viernes y hasta el 7 de marzo cuando los puestos ambulantes de churros pueden volver a abrir en Elche. Un respiro al menos para muchos que ya no tenían ni ahorros ni ayudas.