Cuando hace, casi seis años, renuncié a mi acta de Concejal y dejé la actividad política, Sergio Rodríguez escribió en las páginas de INFORMACIÓN un cariñoso e inmerecido artículo titulado “Gracias, amigo”. Cómo podría imaginarme entonces que, tan poco tiempo después, estaría yo escribiendo estas palabras de despedida. Escribo entre lágrimas y me cuesta hilvanar las ideas, por lo que iré simplemente pasando al papel las ideas que me fluyen a la cabeza, pero pienso que debo a Sergio este último homenaje.

He tenido la inmensa suerte de disfrutar del cariño y la amistad de Sergio durante catorce años. Son muchos los recuerdos que conservo de él, especialmente en el ámbito personal. Por ejemplo, él fue el primer amigo al que pude ver y dar un abrazo tras el duro confinamiento domiciliario de la primavera de 2020. Porque Sergio, ante todo, era un gran amigo. Una persona que quería a sus amigos, agradecido, comprensivo, sacrificado, empático. Y además respetuoso con todos, amigo del diálogo y enemigo de los enfrentamientos. Pienso que todas las personas que le han conocido de cerca -también los que se encontraban en posiciones políticas diferentes- pueden atestiguar lo que estoy diciendo. Recuerdo, por ejemplo -porque me lo contó-, lo doloroso que fue para él tener un enfrentamiento personal con una Concejala del equipo de gobierno socialista. Creo que pronto hicieron las paces, y que, por suerte, Sergio se ha ido sin ese peso en el corazón.

La faceta política de Sergio era una proyección de su calidad humana y personal. Sin duda, tenía una enorme visión y capacidad política. Tuve la suerte de trabajar con él todos los días durante dos años en la preparación del programa electoral del Partido Popular para las elecciones municipales de 2011, y pienso que hoy puedo decir que él fue uno de los artífices de la victoria de Mercedes Alonso en aquella convocatoria electoral. Años más tarde, pensó como otros que el PP de Elche precisaba un cambio de rumbo, y se convirtió en el principal colaborador de Pablo Ruz y -estoy convencido de ello- el que más le ha ayudado. Pero todos esos pasos en política los dio sin ambición alguna -de hecho, nunca pidió ningún cargo- y con el simple deseo de ayudar a los demás y de mejorar su ciudad. También cuando a veces le correspondía ser crítico, incluso con dureza, con sus adversarios políticos. Era un papel que le tocaba jugar, aunque no le apeteciese. Y ha aportado a la política ilicitana propuestas, juventud, frescura y simpatía.

En estos últimos años, tuvo tres grandes ilusiones. La primera de ellas la pudo realizar, ser padre. A Carmen y María les podremos contar en el futuro que tuvieron un padre cariñoso, que disfrutaba estando con sus hijas y que deseaba tener más tiempo para dedicarles. La segunda de ellas era acabar el grado de Comunicación que estaba cursando, y que ha quedado incompleto: el pasado sábado, la última vez que estuve con él, me contó con alegría que le quedaban diez asignaturas para concluir, y pensaba lograrlo el próximo curso. Y la tercera queda todavía pendiente, pues era ver a Pablo Ruz como alcalde de Elche. No quiero que lo que voy a decir se entienda como una declaración política, pero siento que quienes hemos estado más cerca de él tenemos la obligación de ayudar, ahora que él ya no está, a que ese sueño se haga realidad.

Pero quiero volver a lo más importante, que es su amistad. Era uno de mis mejores amigos, y ahora que él no está me he quedado un poco más sólo y sin duda le voy a echar muchísimo de menos. En el artículo que él escribió cuando yo dejé la política, terminaba diciéndome: “nos vemos el próximo sábado en el mismo lugar y a la misma hora para tomar el aperitivo”. Yo ahora no puedo decírselo, pero quienes me conocen saben que soy profundamente creyente. Por eso, sé que Sergio está leyendo estas palabras, y que nos tomaremos el próximo aperitivo en el Cielo. Mientras tanto, me despido de ti con dolor -porque te echaré de menos- y con el deseo de darle pronto un gran abrazo a tu esposa, esa extraordinaria mujer que es María, y a tu gran amigo Pablo Ruz.