«Con 500 euros de pensión mantengo a mis hijos en paro, no llega para comer»

Cada persona que acude a un comedor social tiene detrás una historia que aleja a los estereotipos

Evangelina, una usuaria de un comedor social, recoge los alimentos que le preparan en Carrús.

Evangelina, una usuaria de un comedor social, recoge los alimentos que le preparan en Carrús. / Áxel Álvarez

Una persona, una historia humana detrás. No hay un baño de realidad mayor que el ir a un comedor social y que cada uno de los que acudan cuente cómo ha llegado a la situación, para nadie agradable, de tener que pedir un plato de comida. Hay quienes se han quedado sin un hogar y se han visto en la calle de la noche a la mañana, sin ningún tipo de sustento.

Pero, también, quien cobra una pensión o ayuda tan escasa que apenas puede pagar los gastos de su casa. Y familias enteras sin trabajo que tienen que dar de comer a hijos o nietos. 

Asunción acude cada día, desde hace dos años, con lo peor de la pandemia, al comedor social de Carrús. Lleva colgados unos cupones, cuya venta le da para poder subsistir, y poco más. «Está la cosa muy difícil, menos mal que hay sitios así donde podemos venir a comer y, encima, la comida está muy buena», explica mientras espera su ración de lentejas recién hechas.

Asunción acude cada día al comedor Al-Taufik en Carrús.

Asunción acude cada día al comedor Al-Taufik en Carrús. / Áxel Álvarez

Evangelina llega poco después e, igual que Asunción, se vio obligada a venir desde hace dos años. La pandemia de covid y el confinamiento ha hecho estragos. Ella cobra una pensión, pero los 500 euros mensuales apenas le dan para poder pagar los gastos de su casa, con el precio de la luz por las nubes y la inflación haciendo de las suyas. Además, con ese dinero, tiene que vérselas y deseárselas para poder mantener a dos de sus tres hijos, que están en paro. «Ya me contarás cómo puedo mantenerme con 500 euros de pensión y con mis hijos en paro, no da para comer», lamenta Evangelina. Además, dos semanas al mes también está su nieto en casa. «Vivimos todos con mi pensión de 500 euros», insiste, como si fuera necesario dar más explicaciones para entender que con ese dinero es muy difícil mantener una vida normal.

Pascual también cobra una pensión, que tampoco es suficiente para llegar a fin de mes. Mientras espera su comida en el comedor social de Palmerales, explica que ha cotizado durante más de 30 años «pero he trabajado mucho más y me ha quedado una miseria de paga». Además, con su pensión debe pagar el alquiler de su vivienda y la manutención de su hijo. «Me quedan solo 200 euros para comer, no me da, menos mal que está este comedor, hacen una gran labor», nos cuenta.

Un hombre come en el comedor social de Palmerales.

Un hombre come en el comedor social de Palmerales. / Áxel Álvarez

A ese mismo comedor social, Luis acude cada día para comer un plato caliente. No tiene sustento más allá de los 174 euros de ayuda que, explica, le da «de vez en cuando» la asistenta social. «Subsisto con lo que encuentro en los contenedores y como gracias a este comedor», zanja.