ENTREVISTA | Vicente Martínez Rector de la Basílica Santa María

Vicente Martínez, rector de la Basílica Santa María: «Una persona que se sienta querida por los demás tiene fuerza para enfrentarse a cualquier problema»

Desde octubre es el nuevo párroco del tempo más importante de Elche. Natural de Santa Pola y en su día alumno del instituto ilicitano La Asunción, define el Misteri a la perfección: fe hecha cultura.

El párroco de Santa María, Vicente Martínez, en la basílica de la que es rector.

El párroco de Santa María, Vicente Martínez, en la basílica de la que es rector. / HÉCTOR FUENTES

Su gesto aparentemente serio puede llevar a equívocos. Vicente Martínez es más cercano y amable de lo que aparenta. Y además es muy atento. Está muy pendiente de sus feligreses, de atender a los que quieren confesarse y también de aquellos a los que todavía no conoce. Generosidad y palabras adecuadas son otras de las impresiones que transmite este santapolero.

¿Qué supone para usted ser el párroco de Santa María?

Un agradecimiento muy grande al obispo por la confianza que ha tenido. Y una responsabilidad muy grande, porque Santa María es una parroquia muy especial, puesto que es la referencia de Elche, y al mismo tiempo es el lugar de la Patrona, por lo que es parroquia y santuario y eso supone el Misteri, la Venida de la Virgen, pero también bodas, muchas celebraciones, relaciones institucionales... Supone mucha responsabilidad para el sacerdote. Y además uno está atendiendo a una comunidad de fieles. Todo eso lleva consigo en mi corazón y en mi mente un peso enorme de responsabilidad. Pero al mismo tiempo pienso que si el Señor me lo ha encargado es porque puedo hacerlo. También es verdad que hay muchos colaboradores, como por ejemplo el vicario parroquial, José Moya, que es un todoterreno y eso me da mucha tranquilidad.

Usted se incorpora aquí en Elche el 1 de octubre, pero ya había estado en la iglesia de El Salvador...

De 2000 a 2015 estuve en El Salvador, una parroquia también muy buena. Podemos decir que allí aprendí a ser párroco. Yo me ordené en el año 84 y mi primer destino fue ser vicario parroquial en Nuestra Señora del Carmen de Elche. Estuve un año solo porque me llamó don Pablo Barrachina, que entonces era el obispo, para ser su secretario durante tres años. Después estuve unos años en Roma y, a la vuelta, don Francisco Álvarez me mandó a Santo Domingo.

¿Al seminario de Orihuela?

Sí. Estuve de subdirector y luego como director de Santo Domingo, hasta el año 2000. Es decir, experiencia parroquial tenía muy poca, un año solo. Y cuando me manda el obispo don Victorio Oliver a El Salvador ahí aprendí a ser párroco. Yo disfruté muchísimo, 15 años fueron. Para mí, años preciosos, bonitos, intensos, de mucha actividad. Ahí fui arcipreste y fui también vicario episcopal con don Rafael Palmero. Pero en 2015, don Jesús Murgui, que era el obispo, me pidió que fuera rector del seminario. Me fui de rector de seminario, dejé entonces Elche, me costó un poquito, pero es verdad que la responsabilidad de ser rector de seminario es muy grande. Y también le di gracias por la confianza que tenía en mí, porque era formar a los futuros sacerdotes. Después, al mismo tiempo, se puso enfermo el vicario general del momento, a los dos años, y entonces me nombraron al mismo tiempo vicario general, con lo que han sido unos años muy intensos.

¿Sigue teniendo esa sensación de que cuando uno da a los demás recibe más de lo que aporta?

Siempre. Cuando uno da, la capacidad para recibir aumenta. Y es que uno recibe mucho más, siempre. ¿Por qué? Porque la gente es muy generosa también. Entonces, tú das, pero la gente se multiplica en oraciones, en cariños, en afectos. Por ejemplo, renuncias a tener una familia personal, pero tienes muchísimas familias a tu alrededor que te ayudan. Atiendes a una persona necesitada, pero al mismo tiempo hay muchísima gente que colabora ayudando a personas en necesidades. Es decir, se multiplica mucho lo que tú das.

Si no hubiera sido sacerdote ¿a qué se hubiera dedicado?

Antes de descubrir la vocación sacerdotal, yo empecé a pensar en ser médico. Por primera vez pusieron número clausus en Alicante y conseguí entrar. Pero a mitad de ese verano descubrí que mi vocación era otra. No sé si hubiera tenido suficiente madera de médico.

¿Qué consejo se puede dar a esas personas que están un poco desnortadas?

Creo que hay una cosa que es fundamental, que si se pierde eso vienen todos los problemas y que se da cuando la persona pierde la capacidad del encuentro con los demás. Es necesario que la persona se sienta querida por la gente. Es decir, una persona que se sienta querida de un modo incondicional tiene fuerza para enfrentarse a cualquier problema. Cuando la persona no encuentra ese cariño incondicional, busca sucedáneos. Los sucedáneos son siempre sucedáneos, no ayudan del todo. Pueden ayudar en algún momento, pero después uno se encuentra vacío. Por eso creo que lo importante es el encuentro con personas que te quieran de modo incondicional. Para el cristiano que tiene fe, ese encuentro es absolutamente con Jesucristo, pero también con los demás, esencialmente con las personas con las que estás en contacto con ellas a lo largo del día. Es decir, es crear relaciones de afecto incondicional.

¿Qué cuestiones le traslada la gente cuando acude a usted sin entrar en el confesionario?

No hace falta recurrir siempre a la confesión, porque precisamente el sacerdote está disponible para escuchar los problemas de la gente. Y los problemas de la gente van cambiando según la cultura, según las circunstancias. Ahora, por ejemplo, se experimenta mucho el tema de la soledad. Hay personas que lo pasan muy mal porque se sienten profundamente solas. Es un tema que a lo mejor hace unos años no se vivía tanto. Después, el tema también del individualismo. Es una cosa, es una realidad que está amenazando a mucha gente también. La soledad, el individualismo, el ir cada uno a lo suyo, el que se pierda la convivencia por exceso de trabajo, por las tecnologías, el que uno se encierre...

¿Esta es la casa a la que pueden acudir tanto los creyentes como los que no lo son para ser escuchados?

Si decimos que esta es la casa de Dios, toda persona debe sentirse acogida. Si tienes un problema serio, de soledad, familiar, aquí serás escuchado siempre. Primero: en el silencio la gente puede recogerse aquí. Una persona que era atea me dijo que aquí encontraba paz. Eso es fundamental. Tener un lugar en el mundo, en la ciudad donde uno pueda estar a solas, encontrarse con uno mismo, y si eres creyente con Dios, pues fenomenal. Y segundo: aquí siempre hay gente dispuesta a atender a los demás, es una casa con las puertas abiertas y eso es lo que queremos fomentar, que aquí encuentre en esta parroquia una familia.

¿Qué es para usted el Misteri?

Para mí es un misterio de fe, es la celebración nuestra de la Asunción de la Virgen. Es fe hecha cultura y es un misterio que nos toca el corazón porque precisamente está hecho con la fe de un pueblo y al mismo tiempo con el cariño de tanta gente que a lo largo de los siglos ha ido configurando esta música, estos cantos... Para mí es la pieza clave de Elche y de la basílica. Es algo que ayuda a las personas a encontrarse con Dios y lo más bonito es que es más que una representación. El Misteri acaba con el Gloria, un acto de alabanza a Dios, un acto con el que incluso la gente no creyente normalmente se eleva. Eleva el espíritu y por eso ya vale la pena.

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