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ANÁLISIS

Daño atómico y mental

La lesión de Pedro Sánchez y la mala cabeza de Bikoro dejan al descubierto las carencias competitivas de un buen equipo al que, como a otros antes, le acaba pudiendo la presión que supone jugar en un club histórico como el Hércules

Enrique Ortiz y Carmelo del Pozo observan uno de los entrenamientos del inicio de temporada en Fontcalent.

«Es un orgullo poder defender este escudo». «Cuando me llamó el Hércules, no lo dudé». «Sé lo que supone venir a un club histórico». Hay más, pero estas tres se repiten siempre. Cada verano, en el trasiego de presentaciones, los jugadores fichados pronuncian alguna de ellas. Muchos, todas. Seguro que lo dicen de corazón, sobre todo porque, a medida que la institución va cayendo, hay menos probabilidad de firmar futbolistas que hayan pasado antes por experiencias similares. 

Todos muestran muchas ganas de exhibir sus cualidades, a todos les motiva la enorme exigencia de esta plaza y, por desgracia, el 99% se acaba dando de bruces con la honda realidad: jugar en un equipo que está obligado a ganar siempre, y sobre el que pesa la máxima atención mediática, donde ningún error se pasa por alto y cada fallo se amplifica, eso tritura el ánimo, lo aplasta.

 

AMBIENTE INMEJORABLE

Mora trabaja con un grupo en el que todos se llevan bastante bien

Esta vez, el recelo y la rivalidad tóxica no son un problema. El vestuario del Hércules se lleva muy bien. El único ego desacompasado en algún momento, el de Federico Bikoro, se desinfló 24 horas después de su despropósito en Buñol. Nadie se cree más que nadie y todos aceptan las decisiones del entrenador, no se cuestionan ni se tiene la impresión de que se mueva por grupos de poder o tratos de favor.

Es el mejor ambiente posible para preparar los partidos. Todas las sesiones son buenas, la mayoría entrena bien, asimila los conceptos básicos del cuerpo técnico y no da problemas. Se arropa al que comete los errores y no se señala a nadie de puertas para afuera, todo se dilucida dentro de los barracones o en las sesiones a las que la prensa tiene prohibido el acceso, que son casi todas.

Al Hércules le condenan buena parte de las veces los errores individuales, pero entre ellos se cubren, lo hace hasta Sergio Mora, que no castiga con salidas del once titular fulminante esos lapsus condenatorios. Seguro que la medida potencia la unión del bloque. Calcular si también su competitividad eso ya... Llevar un grupo obliga a buscar en todo momento el equilibrio de fuerzas para que no explote, una tarea tan importante –y capital– como saber tejer la mejor teoría táctica.

 

DECISIONES ESTRATÉGICAS

Hay que tener la fortuna de cara y acertar con cada movimiento

El equipo se arma en verano y se corrige después de Navidad. Siempre es así. Se puede ser el más preparado, pero no hay forma de controlar el principio de incertidumbre que rige el día a día. Carmelo del Pozo confeccionó un bloque ajustado al estilo de su técnico, dobló posiciones adaptándolo al presupuesto y, salvo en la portería, en todas las líneas firmó perfiles diferenciales... sobre el papel, claro. Todos los entrenadores (en buena parte para subrayarse a sí mismos cuando ganan) enfatizan el gran plantel del que dispone el técnico madrileño.

En la derrota cuesta más aceptar está máxima por más razón que se tenga, pero ese no es el problema del Hércules, al menos no el más grave. Barroso también armó un buen equipo, dos veces, y el tándem Portillo y Planagumà formó un gran bloque que se quedó a un día de ascender.

El error ha venido después y nadie podía preverlo, por desgracia. Con la baja indefinida de Toscano se abrió un proceso complejo. Su lesión trajo una cosa buena. Mora reubicó a Pedro Sánchez como interior y adelantó a Bikoro. Dejó como pivote a César Moreno, un futbolista enorme que sí ha sabido demostrarlo, y el 4-1-4-1 comenzó a funcionar antes del parón invernal. Después, en la reanudación, no se bajó el pistón. Seis victorias seguidas. Era el momento de fichar. El mercado de enero apenas ofrece alternativas realmente útiles. Llegó Galán para fortalecer el flanco del que Elliot no supo adueñarse por su irregularidad y se dio de baja al volante que sobraba: David Sánchez.

El centro del campo actuaba correctamente y Del Pozo optó por buscar un perfil capaz de cubrir ocasionalmente las ausencias del ecuatoguineano hasta su vuelta (dos jornadas), pudiera hacer la labor entre líneas del segundo capitán y, además, aceptara no ser titular de inicio en un sistema que funcionaba perfectamente.

El hombre fue Borja Díaz que, cuando ha jugado cerca del área, su posición natural, se ha integrado bien. Pero en el Hércules el viento cambia rápido, es un imán de desdichas. Quien tenía que suplir frugalmente a los dos jugadores más determinantes del equipo se ha visto forzado a desempeñar el rol de los dos a la vez porque su entrenador no cree en Mario Ortiz por razones que se guarda para sí. 

 

TRASTIENDA CENTENARIA

Mucha vida en Primera y muchas figuras icónicas en su historia

Señalar como error la elección del exfutbolista del Talavera es tan cierto como oportunista. Díaz no es el hombre adecuado para jugar al lado de César. No hay un futbolista en toda la categoría que aúne tantas cualidades. En una superior, tal vez, pero ese tipo se está ganando bien la vida en campos de hierba segada al ras.

Para hacer frente a un daño atómico como el que ha provocado la ausencia conjunta de dos de los pilares fundacionales se necesita que todo el mundo dé un paso al frente, que todos sumen a la vez, que todos se repartan el peso enorme de una camiseta que antes que ellos han vestido campeones del mundo y figuras internacionales incontestables. 

Futbolistas a los que no les dé miedo un partido de fútbol, que convivan con la máxima exigencia de un club que ha tenido más de 25.000 socios, con una atención mediática desmedida para la competición en la que está. Y eso es muy difícil, tanto que este es el octavo año que se intenta y el camino se tuerce. Los proyectos aquí empiezan bien y se acaban agrietando por la misma parte, la de soportar el poso de la historia, y eso no lo corrige un solo nombre ni un cargo concreto. Por Alicante han pasado grandes profesionales que, curiosamente, vuelven a serlo cuando salen de aquí por la puerta de atrás. 

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