No existen los milagros. La suerte, sí; pero esa hace tiempo que le retiró el saludo al Hércules. Lograr que nueve futbolistas que apenas se conocen empasten con los dos que continúan y que todos jueguen bien al fútbol es un anhelo precioso, un deseo vanidoso, un placebo estival. La realidad blanquiazul, dibujada en escala de grises desde hace más de una década, obliga a respirar hondo, ser cauto, realista, levantar la cabeza y asumir que lo mucho bueno que tenga que ofrecer este equipo vendrá más adelante.

Hecha la salvedad, lo cierto es que el primer proyecto de Peña como arquitecto de plantillas pudo regresar de Palma igual de achicharrado por el sol de mediodía, aunque con todos los puntos en liza metidos en la bolsa de material. Dispuso de cinco ocasiones tremendamente claras, cristalinas, meridianas, de esas en las que resulta mucho más complejo equivocarse que acertar. 

No hubo manera. Ni Ander, ni el debutante Dani Marín, ni Felipe justo antes que el canterano –las tres en la primera parte–, ni Víctor Eimil ni Maxi Rodríguez fueron capaces de batir a Gaya en acciones aparentemente fáciles de resolver, demasiado, tal vez...

Ser dominantes es una de las premisas que sostuvo el nuevo técnico del Hércules desde que aterrizó en Alicante. Todavía no lo es. De hecho, aún está lejos. Lo será cuando resuelva algunos empecinamientos, el más claro, el de estar convencido de que César puede parecerse ofensivamente a Bikoro. No ocurrirá.

Al cuadro alicantino le llevó media hora asentarse en el partido. Pasó treinta minutos corriendo sin optimizar su esfuerzo, malgastándolo. Lo hizo sin tener la pelota ni a nadie que la llevara desde la defensa al mediocentro. Al filial del Mallorca le bastó con dar pelotazos a la espalda de los dos centrales blanquiazules para generar superioridades, localizadas en la banda derecha, donde la falta de ayuda de Marcelo a Raúl y la poca incidencia de Cedrés en la presión, abrieron un agujero gigante en la línea de contención herculana. 

Maxi, brillante en su tarea de contención, tuvo el triunfo, pero no acertó a marcar un gol que parecía cantado

Cinco llegadas insulares en 15 minutos sirvieron para confirmar que Abad dará más de lo que quite. El desorden visitante no acabó hasta que el árbitro ordenó parar para beber. Ahí, el preparador leonés robusteció el carril central con un doble pivote defensivo inapelable (Maxi-César), con Sergio Marcos justo por delante.

El filial mallorquinista dejó de atacar con fluidez y se equilibraron las fuerzas. El Hércules comenzó a interrumpir las líneas de pase, a robar y a correr, esta vez sí, con estructura de contragolpe. Felipe encontró a Ander atacando el espacio dentro del área, pero el remate del delantero vasco se topó con el portero. En el córner posterior, el cabezazo de Felipe lo sacó un defensor bajo los palos sin determinación y el cuero, muerto, lo pateó Marín, recién llegado al partido. Su envío terminó en la madera. Y casi al final de la primera mitad, el capitán Ruiz centró desde el lateral y, otra vez Ander, calculó mal y desperdició la ventaja. Lástima.

Marcelo Djaló llevaba diez minutos en el vestuario cuando la triple acción de peligro extremo se produjo. Su grito pidiendo la camilla, su cara al levantarse del suelo a duras penas sin poder apoyar el pie, su gesto a los compañeros, que le miraban rotos, presagian una convalecencia larga... ojalá que no.

El canterano se acopló relativamente bien al lado de Dylan, pero ninguno de los dos denotó autoridad, son dos desconocidos, lo contrario habría sido más raro que un Hércules en paz. 

Ángel Rodríguez aportó soluciones sin especular. Retiró a Cedrés y a César y dio entrada a dos que jugaban sus primeros minutos del verano: Alvarito y Míchel. El primero se mostró vivo, ágil, resolutivo, desafiante, y el segundo se colgó los galones rápido. El 99% de los balones parados los ejecutó él desde que entró. Le faltó continuidad. En realidad eso le faltó a todos, pero el Hércules de la segunda parte sufrió infinitamente menos que el de la primera aunque Diabate gozara de ocasiones para desnivelar el marcador que él mismo se supo fabricar de la nada. A los delanteros blanquiazules eso, de momento, no se les atisba, ellos van a necesitar que el resto les acompañe, que haya más gente a su alrededor y no sean islas en mitad de un océano de sal.

Dani Marín se lanza al suelo para evitar una contra del Mallorca B. RCDM

La situación más notable, la que debió valer tres puntos, la trenzaron, pasada la hora de juego, entre Nico, que fue quien robó la pelota, Alvarito, que recogió el pase del canterano y galopó hacia el área, y Maxi, que recibió del ex futbolista del Marchamalo una asistencia en el punto de penalti que el pivote argentino solo tenía que enviar a uno de los dos costados de la portería. Su remate, sin oposición, de frente, con todo el marco delante de sus ojos, salió blando y raso, así que a Gaya le dio tiempo a rectificar, levantar el pie que dejó atrás mientras se vencía a un lado, y evitar un gol que se ahogó en la garganta de la veintena de herculanos que acompañaron al equipo en la capital balear.

Minutos después, Maxi Ribero, impecable en su tarea esencial, la de destructor infatigable, robó una pelota que entre Alvarito y Harper le hicieron llegar a Eimil, que no alcanzó a empujarla sobre la línea por un centímetro. La expulsión de Quintanilla, que zancadilleó al lateral gallego para arruinarle una contra, permitió al bloque visitante dibujar sus ofensivas en superioridad durante un cuarto de hora. Apenas se notó.

La humedad y el sopor incandescente del sol pasada la una convirtieron la pausa de hidratación en un acuerdo indisimulado de no agresión después de que Abad detuviera un latigazo de Diabate desde la frontal.

El Hércules de Peña y Rodríguez echa andar, lo hace con el titubeo propio de quienes acaban de entrar en un salón y aún no conocen al resto de comensales, cauto, tratando de agradar, pero sin la mecánica necesaria para conseguir que la suma de individualidades dé un sistema de juego coherente en el que hacer crecer el talento, que lo hay y se debe notar.

FICHA TÉCNICA

MALLORCA B: Jaime, David Valverde, Miguel Martín, Pep Gayá, David López, Quintanilla, Tofol Montiel (Gálvez, 56’), Miguel Llabrés, Víctor Lázaro (Montalbán, 46’), Tovar (Toledo, 72’) y Diabate.

HÉRCULES: Carlos Abad, Raúl Ruiz, Marcelo (Dani Marín, 30’), Dylan, Felipe, Maxi Ribero, César Moreno (Alvarito, 54’), Sergio Marcos, Nico Espinosa (Víctor Eimil, 71’), Cedrés (Míchel, 54’) y Ander Victoria (Harper, 71’).

ÁRBITRO.  Gamaliel Escobar López (de Las Palmas). Tarjetas Amarillas: a los locales David López y Diabate y al vivitante Felipe Chacartegui. Tarjeta Roja: al local Quintanilla, expulsado tras cazar a Víctor Eimil en una contra, en el minuto 79.  

INCIDENCIAS: Una veintena de aficionados del Hércules estuvo presente en la grada del campo principal de la Ciudad Deportiva Antonio Asensio de Palma, en Mallorca, para el estreno del equipo en su segundo año en la cuarta categoría. 30º marcaba el termómetro a la hora del partido.

EL DATO: Debut forzoso del canterano Dani Marín con el primer equipo. La lesión de rodilla sufrida por Marcelo en el minuto 25, obligó a Ángel Rodríguez a dar entrada en el campo al canterano, que ayer disputó sus primeros minutos oficiales con el primer equipo. Dylan es el único central con ficha profesional en el club.

LO MEJOR: La mejora del equipo con el cambio de sistema tras la pausa. El Hércules ganó presencia en el partido con la reubicación de César Moreno, que retrasó su posición para formar un doble pivote puro junto a Maxi y dejando solo por delante de ellos a Sergio Marcos.

LO PEOR: La debilidad que demostró la defensa de manera recurrente. Es sin duda el punto débil del Hércules. Raúl Ruiz sufrió por no contar con la ayuda de Marcelo y Dylan, que estuvo bien en el juego aéreo, cometió errores graves cuando le tocó medir, anticiparse y jugar con los pies.