El Hércules vuela en Ibiza en una segunda parte eléctrica

Querer, quieres siempre. Poder ya es otra cosa. Para eso hace falta interés, ponerse a ello con verdadera intención, sin disimular, sin regatear esfuerzos. Para ganar es necesario que el rival lo note, que sienta el peso de tu mala baba en el cogote, que no tenga tiempo ni de mirar el marcador para calcular cuántos minutos le quedan de seguir sufriendo sobre la hierba, aunque esta sea de mentira. Ahí, quizá más, porque la presión es mucho más efectiva que en los grandes estadios.

Tres cuartos de hora corriendo sin seguir el guion, tímidos, sin fe, de nuevo a remolque. Y, justo después, uno fabuloso, punzante, demoledor, el que valió para voltear el resultado y acabar de una vez con la molesta frustración de regresar sin puntos de Santa Eulalia. El Hércules no había ganado nunca a la Peña Deportiva en Ibiza, pero ayer se desquitó, se sacudió esa manía huraña y firmó una ‘manita’ fuera de casa que no se vivía desde hacía once años. 

Tres goles en un suspiro y luego dos más conseguidos por la segunda unidad en un gesto ambicioso que define al bloque que ha logrado ensamblar Torrecilla, bien avenido, que aprende de sus errores sin dejar que los golpes le dejen aturdido mucho rato, que se siente a gusto consigo mismo sin caer en la vanidad ni en el conformismo, el defecto más compartido en tiempos de hedonismo apresurado y estúpido.

Josema hizo lo más difícil: frenar la ansiedad. El central remató de cabeza un saque de esquina servido por Mangada que valió, tras picar la bola con la frente, para contrarrestar el gol que Salinas, en una acción brillante (seguida con la mirada por tres defensores, sin meter el pie) se inventó para Luis Madrigal, a quién asistió dentro del área. El carrilero golpeó de primeras, sin pensar, según le venía, y batió de fuerte disparo cruzado a Carlos Abad.

Josema inicia el camino de una remontada que completan el bigoleador Mendes, Agustín Coscia y Alvarito, en el añadido

Fue la recompensa al mayor empeño mostrado por los locales, a sus ganas de pisar área, de presionar con más ahínco poco tiempo después de haber estrellado un balón en el poste y justo antes de reclamar como penalti una caída en el área de Jaume Tovar que el colegiado pasó por alto. 

Ahí comenzó una mala relación con el árbitro, una obsesión que casi nunca termina bien, la sufra quien la sufra. El entrenador se olvidó de azuzar a sus hombres, tremendo error, y se centró en afearle a Roca Robles las decisiones. Su equipo dejó de jugar mejor que el Hércules, aunque siguió siendo más agresivo en los duelos individuales. Eso le valió a la Peña para marcharse al descanso por delante (1-0). Nada más.

Torrecilla mantuvo el plan inicial resituando a sus hombres, adelantando el bloque y acercando más a la pelota a sus cuatro centrocampistas (Mangada, Artiles, De la Nava y Colomina) para que la movilidad, la salida desde atrás y, sobre todo, la presión resultara igual de eficaz que siete días antes, cuando maniataron al Manresa. La posesión dejó de ser pareja y fue cayendo de forma notoria del lado visitante, que se adueñó de la bola. Fruto de ese ímpetu de salida, surgió el córner que propició el empate. Y, a partir de ahí, otra exhibición.

La Peña Deportiva, con su «cerebro» roto (y sustituido) dejó de inquietar a Carlos Abad, se fue arrugando, sintiéndose un equipo pequeño y dejó a los alicantinos campar, robar, gustarse, liberarse hasta desatar un torrente ofensivo irreversible.

Sin miramientos

Avisaron Artiles y Ketu con dos muy claras y Marcos Mendes hizo añicos la frágil resistencia insular. Lo hizo con dos tantos casi idénticos, de delantero sañudo, bien situado, metiendo la bota lo justo para desviar la trayectoria del cuero y confundir al guardameta, que siempre que levantaba los ojos tenía al ecuatoguineano bien molestando, bien festejándole en la cara.

Tres goles en 15 minutos, tres destellos, tres arranques, tres envíos con veneno al corazón del área para recobrar el aliento y el pulso a la Liga, para no bajarse antes de hora del avión que llevará al campeón a Primera RFEF sin necesidad de hacer escalas. 

En un presente paralelo a este –a pesar de que Torrecilla nunca lo admita– el técnico, como ya hizo alguna vez, habría apostado por apuntalar su triunfo con más músculo en la medular, con otro central (que para eso incluyó uno de más en la convocatoria), dando un par de pasos hacia atrás estrechando la zona ciega a la espalda de los laterales. No cayó en la tentación. Ayer, sobre el caucho bien regado de Santa Eulalia, se defendió con más ataque.  

El colegiado expulsa al técnico local tras insistir en su protesta después de reclamar un penalti y pedir que se anulara el 1-1

Dio entrada a Coscia y Alvarito y los dos le respondieron. El argentino librándose de su marcador con un desmarque fugaz que le llevó a quedarse solo delante del arquero, gambetear con fruición y estrenarse como goleador del Hércules en una gran maniobra. Con 1-4, y el tiempo legal vencido, en el enésimo viaje al marco de Frías, Jean Paul inicia la acción, descarga sobre el nueve argentino y el rosarino habilita al extremo madrileño para empaquetar una segunda parte portentosa, eléctrica. No da para ser líder, pero sí para aspirar a serlo en las dos próximas citas. Paso a paso. No tengan prisa.