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La penúltima denuncia

En el caso del trato o, mejor dicho, del maltrato que sufren algunos animales, a menudo nos encontramos con hechos imposibles de creer, si no fuera porque son tan reales que los propios juzgados acaban encargándose de procesar a los responsables de los mismos. Es el caso, por ejemplo, de una persona a la que no se le ocurrió otra cosa que agujerear el caparazón de su tortuga y atarla con una cadena para que no escapara mientras estaba de vacaciones. Los daños que presentaba el animal cuando fue intervenido por las autoridades y la infección que sufría eran, realmente, impresionantes. El responsable acabó donde debía: en prisión.

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