Ni Farinós al mando, ni Cristian en el "once" titular, ni la vuelta de Abel Aguilar,... No tiene arreglo lejos del Rico Pérez este Hércules, que se ha convertido en una sólida máquina de perder partidos sin apenas tirar a puerta ni presentar batalla. Aburre y deprime a un tiempo sacar cuentas de las horas que lleva sin marcar el equipo como visitante -más de 14- y constatar cada dos semanas su incapacidad para competir, para poner en aprietos a un rival y demostrar un mínimo de agresividad y autoconfianza. El de ayer era un Sevilla de tono menor, en estado depresivo y con la mente puesta en Oporto, donde el cuadro hispalense se juega la temporada el próximo miércoles. Pero tampoco aprovechó su estado de ansiedad el conjunto de Esteban, por mucho que algún jugador y el propio técnico quedaran conformes con el juego. Es cierto que los alicantinos empezaron bien, sueltos en la zona ancha y con más posesión que su rival, pero de muy poco sirve mantener el balón sin recursos para hacer daño. Tocó con cierto desparpajo el Hércules, bien cosido por Farinós y Cristian, mas sin mordiente alguna, sin llegada por las bandas ni incorporaciones desde la segunda línea. Todo se fue al traste a los 20 minutos ante la incomprensible pasividad defensiva de los blanquiazules, ayer de negro y verde. Luis Fabiano controló sin oposición en la zona de creación del Hércules, envió al borde del área, donde Negredo descargó de primera con el pecho sin ninguna presión y Rakitic llegó, totalmente solo, desde atrás para fusilar a Calatayud. Muy poco había hecho hasta entonces el Sevilla, penalizado en su juego de ataque por la suplencia de Kanouté, y que sacó petróleo de una acción aislada. Optó Esteban, el sabrá el porqué, por un trivote en el medio con Tiago Gomes tan espeso y errático como Thomert en la banda. Y Tote en el banquillo... Visto lo visto, la suplencia del madrileño parece casi más una cuestión personal que futbolística. Consumida una hora de juego, el técnico movió ficha y Kiko alegró algo el romo fútbol de ataque de los alicantinos, que volvieron a su habitual quiero y no puedo hasta la derrota final. El mismo sopor, la misma ruina. Vuelve el equipo de Sevilla con el agua al cuello, a dos puntos de la zona de descenso y entre ruido de comisiones y trapisondistas en los despachos. Lo que faltaba.