La historia turística de Benidorm ha pasado, a lo largo de los tiempos, por muy diversas etapas que deberían servir a los actuales responsables políticos e industriales como ingente laboratorio desde el que procesar ideas y experiencias con vistas a la gestación de un futuro cada vez más positivo, rentable y dotado de brillantez y prestigio.

En las diferentes etapas de su historia, no diré ya desde el pintoresco y prematuro turismo que efectuaron los iberos, y sarracenos por las riberas mediterráneas en los albores de nuestra existencia como población, sino en épocas mucho más recientes que apenas cuentan con un siglo de memoria, Benidorm ha venido experimentando notables evoluciones en su imagen exterior, su vida interna y, sobre todo y eso es algo que conviene tener muy en cuenta, en las motivaciones que, desde el comienzo, fueron la causa de un crecimiento que ha desembocado en la actual ciudad y su prestigio como centro turístico nacional e internacional.

Celebrábamos hace pocos días, con justeza, el crecimiento y modernización experimentados por el Aeropuerto de El Altet al que muchos vimos nacer hace unas pocas decenas de años con el júbilo y la esperanza que suponía la finalización del calvario que entrañaba, para los primeros grupos de ingleses, alemanes y nórdicos, la llegada a través del aeropuerto de Valencia desde donde tenían que realizar un incómodo transfer por la antigua carretera N-332, que duraba varias horas agotando la paciencia de unos viajeros que tardaban en llegar de Alemania a España la mitad del tiempo que invertían en el trayecto de Valencia a Benidorm.

Tiempos de aquellas primeras riadas de turistas extranjeros que fueron sustituyendo, paulatinamente, a unos primeros pobladores turísticos llegados de Alcoy y de Madrid en busca de unas excepcionales playas y que plantaron sus chalés en la orilla de la de Levante incluso antes de que la Diputación Provincial, presidida por Martínez Alejos, construyera la vía urbana que más tarde daría origen al actual paseo.

Antecedentes de un turismo apenas entrevisto fragmentariamente a través de someros estudios, comentarios y artículos periodísticos y de algún que otro trabajo de investigación, como el realizado por Mario Gaviria que dio origen a aquel Benidorm, ciudad nueva, cuyos dos jugosos tomos muchos alardean de tener en las estanterías de sus casas pero que, a fuer de sinceros, pocos pueden presumir de haberlos leído a pesar de su validez, todavía hoy vigente en muchos aspectos, a pesar del tiempo transcurrido.

Con el avance de los tiempos Benidorm cambia, no solo en su aspecto físico, en su fisonomía de ciudad moderna, en su concepción de un urbanismo que inició su andadura fuertemente criticado por los enemigos de los edificios que se alzaban al cielo, cada vez más cerca de las nubes, y que hoy, por fin, se encuentra acreditada como un tipo de ciudad cuya sostenibilidad es muy superior a las enormes manchas de pequeñas edificaciones que, como rebaños depredadores, invaden muchas zonas turísticas e, incluso no muy lejos del propio Benidorm, las laderas de las montañas, invadiendo la naturaleza, obligando a forra de asfalto paisajes antes plenos de belleza natural y que se extienden implacables forzando a sus moradores a inevitables desplazamientos con la consiguiente contaminación y consumo de combustibles fósiles en un imparable maratón de invasión territorial. Críticas, aquellas, que se han tornado en alabanzas de los más acreditados paladines de la sostenibilidad y la defensa de un medio ambiente cuya degradación preocupa hoy a niveles antes impensables.

Benidorm, situado en uno de los lugares destacados del ranking mundial de las ciudades turísticas por excelencia, tras escalar, por derecho propio y con no escasos esfuerzos el lugar de privilegio que hoy ostenta, se enfrenta hoy a un nuevo capítulo del voluminoso libro de su historia. En momentos de dura competencia turística, de dificultades económicas y financieras generalizadas, de globalización de los viajes y de generalización de las vacaciones a todos estratos sociales, no tiene más remedio que afrontar con la mayor decisión y mediante la conjunción de esfuerzos de entes públicos y empresas privadas, una modernización ya inaplazable. Una revisión general de su activo y sobre todo una nómina detallada de sus carencias entre las que hay que colocar, ineludiblemente, la mejora de la escena urbana, la racionalización de los transportes públicos urbanos e interurbanos, la dotación de los servicios y la adecuación de la vida ciudadana a unos estándares de comodidad y confort de acuerdo con las necesidades de un turismo cada vez más exigente y de una competencia que, por momentos, aprende a conquistar un terreno comercial que es la esencia misma de la existencia de un Benidorm líder en turismo. Una ciudad que en infinidad de sitios y ocasiones se ha intentado imitar y que nunca, hasta ahora, se ha conseguido.