En la Constitución española no figura la función de reconfortar, animar y consolar como una competencia propia de la Monarquía. Pero es evidente que tras una catástrofe natural, atentado terrorista o un accidente mortal de graves consecuencias, la Corona se desvive para hacer llegar a las víctimas de la tragedia su apoyo y solidaridad. Así ocurrió en la reciente visita que Don Felipe y Doña Letizia realizaron a Orihuela, capital de la Vega Baja y epicentro virtual de la mayor inundación que ha sufrido la comarca en su historia.

Tras las muestras de afecto entre los Reyes y los oriolanos, surgió la idea de que participaran simbólicamente en la celebración del Día de la Hispanidad, representados por su alcalde. Era la primera vez que el Ayuntamiento de Orihuela asistía a la recepción, que reúne a las instituciones del Estado, mundo de la cultura, la ciencia, la empresa y los medios de comunicación en el Palacio Real; y la segunda vez que Emilio Bascuñana departía con los Reyes, desde el pasado día 4.

El Desfile de las Fuerzas Armadas del 12 de octubre había rendido homenaje especial a los militares y guardia civiles desplegados en misiones de paz en el exterior, al cumplirse el trigésimo aniversario de la participación de España junto con las Naciones Unidas, la OTAN y la Unión Europea. La presencia en la parada militar de Salvamento Marítimo, Cuerpo Nacional de Policía y Unidades de Protección Civil tuvo también un significado especial tras la gota fría que asoló con destructiva virulencia el Sur de Alicante, este verano.

En la sede del consistorio, los Reyes escucharon a los alcaldes de los 27 municipios afectados y a los mandos de los cuerpos que intervinieron en las tareas de rescate: Emergencias de la Generalitat Valenciana, Boinas Verdes de Rabasa y Unidad Militar de Emergencias, UME. Sus actuaciones fueron decisivas en los días en que Orihuela se convirtió en una isla inaccesible y el río Segura se desbordaba anegando campos y poblaciones.

Aunque las filtraciones del agua dañen edificios del rico patrimonio histórico, cultural y religioso de la ciudad natal de Miguel Hernández, aunque la vuelta a la normalidad esté siendo lenta y dura, la presencia de Bascuñana en el acto de afirmación cívica de la unidad de España significaba que los Reyes no olvidan a los miles de oriolanos que les aclamaron, estrecharon su mano y sintieron su cercanía, después de la devastadora tormenta.

El alcalde comentaba en el Salón de Columnas del Palacio Real, donde se firmó el Tratado de Adhesión de España a la Comunidad Europea, que la visita real fue una inyección de ánimo para la ciudad que protagoniza un papel estratégico entre las capitales de Alicante y Murcia, y lidera la innovación de la fértil huerta, a través de los estudios de ingeniería agrícola de su Universidad, dedicada al poeta oriolano.

Recordando al director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, que ha dirigido la última antología sobre Miguel Hernández, era fácil evocar los versos del joven oriolano que describía las calles de su ciudad "llenas de agua y barro", y al río Segura "como un cuchillo de hoja corva y homicida". Bascuñana defiende el polo de atracción cultural y turística que sigue siendo el poeta. Un viento de esperanza como la visita de los Reyes a Orihuela y a su pedanía de Molins, donde los niños les recibieron con pancartas de júbilo y les regalaron dibujos hechos por ellos.