Opinión | Las Crónicas de don Florentino

Acerca de Pedro Sánchez

El actual Presidente del Gobierno de España es un señor capaz de decir que llueve y hace buen día en la misma frase

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. / EP

Fiabilidad. Confianza. Preparación. Sinceridad.

Añada usted, apreciado lector, aquellas características que le parezcan relevantes a la hora de valorar a la persona que ha de gobernarle.

Y ahora piense en cuántas de ellas posee el actual Presidente del Gobierno de España. Entendido.

Veamos: No es que el señor Sánchez me caiga mejor ni peor. Ni yo ni millones de españoles hemos tenido la oportunidad de conocerlo personalmente, por lo que ni filias ni fobias personales se nos pueden achacar. Por sus obras los conoceréis, dijo San Mateo, y en este caso, además y fundamentalmente, por sus palabras. Luego volveremos a eso.

Porque antes repasemos sus obras. Y antes aún, anticipemos objeciones: Sí, ya sé que lo que vamos a comentar sería extensible a muchos de los políticos que nos gobiernan o nos intentan gobernar. Pero eso solo añade dramatismo a los argumentos.

El currículum del señor Sánchez daría para –escasamente- un puesto de tipo medio en una empresa de tipo medio. A lo mejor su buena presencia y su labia le habrían permitido escalar peldaños en el departamento comercial, hasta llegar a un puesto bien remunerado, sobre todo a base de comisiones de venta. En otros puestos directivos, no sé ustedes, pero yo no lo veo.

Aceptemos pues que es un político con preparación discreta. Bueno. Pero al menos tendrá otras virtudes, estará pensando el alienígena que acaba de bajar de Marte: seguro que es un tipo que conquista a las masas con su sinceridad, “porque no hay nada más importante que la sinceridad y la fiabilidad en un político”.

El alienígena está pensando en tantos ejemplos de políticos que han sido sorprendidos en un embuste y se han tenido que volver a casa. Desde Nixon, pasando por infinidad de europeos –centro y norte Europa- a los que se les ha demostrado fraudes en asuntos de currículum o similares. Es decir, el tal señor Sánchez debe ser un tipo de fiabilidad a prueba de bomba.

Pues he aquí señores, el nudo gordiano al que quería yo llegar.

El actual Presidente del Gobierno de España es un señor capaz de decir que llueve y hace buen día en la misma frase. Decir que no podría dormir con Podemos en su gobierno un día y al siguiente abrazar a Pablo Iglesias como si fuera su hermano. Proclamar que el delito cometido por los dirigentes independentistas catalanes era “sin ninguna reserva Rebelión” para desdecirse unos meses después y acabar asegurando –sin que se le ponga la cara roja- que indultar a aquellos delincuentes condenados con todas las garantías jurídicas, es un acto de generosidad alejado de la “venganza y el revanchismo” que conllevaría el cumplimiento de las resoluciones judiciales. Si yo estuviera en una prisión española, en este momento me sentiría un sujeto de la venganza y el revanchismo del Estado, sin ninguna duda.

Pero además, el tal señor Sánchez, ha conseguido convertir a su entorno en el coro de palmeros “Amigos de Pedrito Sánchez”. Porque frecuentemente produce vergüenza ajena escuchar el retorcido argumentario que han de inventar algunos de sus ministros para justificar a su jefe: ¿Recuerdan a la vicepresidenta decir que el mentado era uno cuando era Pedro Sánchez y otro diferente cuando fue Presidente del Gobierno? Sí: de record Guinnes de majaderías.

Yo no le tengo especial inquina al personaje, en modo alguno. Incluso, cuando nombró su primer gobierno, fui de los que contempló una ilusión en el horizonte con personas como Borrell, Grande Marlasca, Pedro Duque…

Pero. Y aquí vienen los peros, que son como el desenlace de una buena novela de espionaje, lo más jugoso de la historia. Yo valoro especialmente la fiabilidad de las personas, especialmente en política. Si ya es molesto conocer a alguien que te diga un día que vamos a viajar a Nueva York y al siguiente a Dakar, me parece mucho más grave que el dirigente de mi país, el individuo que ha de conducirnos hacia un futuro mejor, sea tan fiable como una veleta. ¿Cuál es el problema? Varios, a mi entender: El primero es de carácter: sencillamente es así, poco fiable. El segundo es que nadie le ha explicado que sostener sus principios es una fortaleza para un político. El tercero es que quizá nadie le ha explicado qué son los principios. Y el cuarto es la rentabilidad política: Su éxito político le ha llevado a creer que todo es supeditable a alcanzar sus objetivos, que consisten básicamente en conseguir y perpetuarse en el poder: Hasta su fiabilidad como persona. Por eso le da igual decir hoy sí y mañana no: Cree que esa es la manera de gobernar a casi cincuenta millones de españoles a los que apenas importa algo más que llegar a fin de mes y que aceptan sin sentido crítico lo que aparece en televisión, y si es con un pomposo rótulo de “Presidente del Gobierno” y una sonrisa, mejor que mejor.

Pues no, señor Presidente. Aquí tiene usted a uno a quien no le basta. Porque yo aspiro a que mi Presidente no me mienta, a que cuando le oigo hablar hoy le escuche lo mismo que dijo ayer y lo mismo que dirá mañana. Y si por ello pierde algunos votos o el apoyo de partidos que solo buscan su propio y mezquino interés, a cambio ganará el aprecio de muchos ciudadanos que, como yo, señor Presidente, creemos que la fiabilidad y el mantenimiento de unos principios es un valor en sí mismo, más allá de gobernar unos meses más o conseguir el apoyo de los extorsionadores de turno.

Créame si le digo que su aprecio popular subiría muchos enteros si sostuviera un discurso coherente, basado en sólidos principios, aunque tuviera que recalar en el banco de la oposición.

Y eso sería, a buen seguro, una gran inversión, aunque lo fuera a largo plazo.

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