Ana Maria, lo primero que escucho al despertar hoy es que ya no estás aquí. Y lloro. Mucho. Lloro porque no entiendo que ya no te vaya a ver sonreír más. 

De todas las grandes artistas con las que he compartido noches de escenario eres, de lejos, la que más bondad, calma, sosiego, sabiduría, nobleza, poder, escucha, guía y emoción me ha permitido compartir.

Recuerdo una cena en el Festival Internacional de Musica de Canarias donde, muy digna pero siempre sonriente, le explicabas al crítico sabiondo de turno que no, que había siete claves musicales y no tres como él decía. Y eso, sin hacerle sentir mal, que igual es lo que tocaba... Y salías de allí, te abrazabas a Pepe y nos lanzabas una capa de dignidad a los que al día siguiente íbamos a ser objetos de su crítica que no sabes lo que te lo agradecíamos. Eras tú en estado puro, segura y firme. Digna y entera. Grande.

La Soprano Ana María Sánchez en septiembre de 2019. Alex Dominguez

Dama de la voz, poder de la voz, saber de la voz, cobre de la voz, la voz que llegaba hasta el infinito de la sala incluso en pianísimos que no debías arriesgar pero que nos regalabas porque sí, porque podías, porque para eso habías venido esa noche.

Ayudando, escuchando, tranquilizando entre bastidores como nadie lo sabía hacer a los novatos y a los menos novatos, enseñando lo que es la escena y la entrega que ofrecías en ella en un sacrificio voluntario de nobleza y carisma que sólo saben exhibir las grandes.

Estés donde estés, te digo que te echo de menos. Que lloro mucho y que me va a costar un tiempo tan infinito que no existe el dejar de hacerlo. 

Te quiero. Diva.