El palique
Qué caro está el suavizante
Hay que ver hija, qué caras están las manzanas y yo que solo estoy. La cadena de supermercados holandesa Jumbo ampliará el número de cajas lentas, donde se pueda abonar la compra sin prisas. Se trata de favorecer el contacto y la conversación entre personas. Siempre nos pone nervioso ese señor o señora mayor que ceremoniosamente saca su dinero o tarjeta y paga con lentitud y luego con parsimonia va recogiendo los artículos que ha adquirido y tarda, mientras hace algunos comentarios, lo que nos parece una eternidad en recoger el cambio y marcharse. Ahora se quiere favorecer el palique, la charla, pegar la hebra, hablar, comunicarse. Darle a la sin hueso. Que no todo sea «en efectivo o con tarjeta». Cuantas bolsas le pongo y que pase un buen día.
Hace falta, a mucha gente le hace falta, hablar, sentirse vivos, seres parlantes, gente menos sola. Nos hemos olvidado de hablar igual que nos olvidamos del detergente o de la pasta de dientes. Hay a quien le cuesta dar los buenos días y quien no tiene a nadie que se los dé nunca. Bajar al súper es una de las pocas actividades que instan a salir de casa a no pocas personas, sobre todo mayores. Gente que puede llegar a la caja sin haber hablado con nadie en dos días. Es rara esta iniciativa, que va contra la lógica de la eficiencia y la rapidez, la ganancia y la agilidad. El sistema. Bienvenida sea. No son pocas las veces que nos desesperamos en la cola del supermercado sin tener en realidad tanta prisa, confundiendo tal vez lo importante con lo urgente.
Uno es fan de los vagones del silencio y poco amigo de hablar con desconocidos, y con la mayoría de conocidos, pero entiende que hay gente que necesita que sus intercambios comerciales no estén robotizados, mecanizados. También está bien que haya opción de elegir: igual que antes los barberos preguntaban ¿quiere conversación?, igual que el taxista tantea charla y la da o no en función de cómo vea que el cliente contesta. Pues ahora en el súper igual, hay días en los que se puede tener ganas de «desde luego que los tomates están hoy que dan asco y yo no sé dónde habéis puesto la sidra» y días en los que uno prefiere las cajas esas automáticas en las que tú mismo vas pasando el código de barra de los artículos y no dices ni Pamplona.
A fin de cuentas, Jumbo hace eso, como buena empresa capitalista: aumentar la oferta. Intentar captar más clientes. Charlatanes y sin prisas, lentos de vocación u ocasionales, solitarios o comidos de pachorra, tranquilones, locuaces, ligones de cajeros y cajeras, donjuanes de barrio, locutores de vocación, partidarios de preguntar. O vaya usted a saber. Y que tenga un buen día.
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