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Mazón confronta a Puig con un "gambito de trasvase"

Ximo Puig y Carlos Mazón participando el pasado verano en el corte del primer racimo de uva de mesa del Vinalopó.

Ximo Puig y Carlos Mazón participando el pasado verano en el corte del primer racimo de uva de mesa del Vinalopó. / Alex Dominguez

Tomás Mayoral

Tomás Mayoral

Como los desafíos visuales que despliegan los púgiles en los prolegómenos de un combate de boxeo para desestabilizar al adversario, Ximo Puig y Carlos Mazón calientan ya la precampaña con aperitivos de lo que está por venir. Combinan los gestos tranquilos propios del “no te tengo ningún miedo” con los amagos de ataques directos, pero se acercan cada vez más al momento en el que, entendámoslo en el estricto sentido político, habrá más que palabras y miradas. Ayer, Carlos Mazón desplegó un interesante movimiento táctico en la línea de esos “gestos de quien no teme a su oponente” al proponer a Puig, nada más y nada menos, que unifiquen estrategias legales en el espinoso asunto del trasvase. Era evidente que, tarde o temprano, tenía que pasar que el enfrentamiento ante el Gobierno central en un tema de ese calado acabara poniendo sobre el tapete que Generalitat y Diputación tal vez debieran unir sus fuerzas. Quieran o no, las circunstancias les han colocado en el mismo lado de la barricada con tesis que se parecen como dos gotas de ese agua que reclaman. Lo novedoso es que Mazón haya decidido unir fuerzas ahora que el asunto ya ha entrado en su fase judicial, como si dejara a Puig liderar el movimiento. Por supuesto, el que podría bautizarse como “gambito de trasvase”, si es que hubiera que acuñar algún término para definirlo, es un movimiento político que espera un “no” de Puig. Aunque es obvio que la oferta es una muñeca rusa que oculta muchas cosas en su interior y obliga al president a elaborar una justificación sólida antes de negarse abiertamente. Es cierto que resulta tremendo acabar aliándose, aunque sea legalmente, con tu adversario político más directo frente a un gobierno de tu mismo partido. Un adversario que, además, no ha tenido reparos en castigarte duramente el hígado, por seguir con el símil pugilístico, al destapar tus contradicciones en este asunto y tus debilidades. Todo esto es cierto y hay sólidas razones para pasar con cara de póker de la oferta. Pero no es fácil negar, de entrada, que un frente común Generalitat-Diputación, al que se sumarían los regantes con regocijo, es más fuerte a priori que tres disparos solitarios en forma de recursos contra una decisión gubernamental muy difícil de mover. Puig también había preparado su recado del día a Mazón y contratacó con el Fondo de Cooperación buscando minarle con los efectos que la negativa de la Diputación alicantina a incorporarse a este fondo conlleva para los municipios de la provincia. Los diez millones adicionales que ayer anunció para el Fondo llegan a remolque de la aprobación en el pleno del organismo supramunicipal alicantino del Plan + Cerca (ojo, por unanimidad), que es el “Fondo de cooperación” personal e intransferible a través del cual la Diputación reivindica su autonomía económica ante la Generalitat. Curiosamente, otro tema ya judicializado y en el que, de momento, las tesis de la institución que preside Mazón van ganando. Aquí no hay posible conciliación, obviamente. Son aún tanteos, como decíamos, pero señales de que los músculos empiezan a tensarse. La campana que marque el inicio del combate está cada vez más próxima a sonar.

Y una cosa más:

Sinceramente, prefiero ver jóvenes con pancartas manifestándose, como los que vimos ayer de tres institutos de la Playa de San Juan, que reclamaron, con más razón que un santo, por cierto, la eliminación de los legendarios barracones que aún subsisten en sus centros, que verlos vencidos sin luchar o anulados ante algún dispositivo idiotizante.

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