Cine "LGTB" sin lesbianas en el Orgullo de Alicante

Es de urgencia hacer autocrítica sobre la falta de espacio y escucha que se le presta a las mujeres homosexuales dentro del colectivo

Una escena de Mulholland Drive.

Una escena de Mulholland Drive.

Carmen Tomàs

Carmen Tomàs

Este martes ocurrió algo tristemente habitual en los espacios LGTBI, pasó durante la charla sobre cine y personajes homosexuales en Las Cigarreras de Alicante, iniciativa organizada por Alicante Entiende en el marco del Orgullo 2023. Una “charla-coloquio sobre ‘El papel de los personajes homosexuales en la historia del cine’” (así lo reza la programación) seguido de una proyección de cortos seleccionados del Festival de cine de Alicante. En el evento la presencia de cine lésbico y las mujeres lesbianas y bisexuales brilló por su descarada ausencia. Ocurre esto la misma semana donde dos chicas han denunciado una agresión homófoba en el barrio de Santa Cruz, después de mostrarse como cualquier otra pareja que se fotografía en público.

Ni Mulholland Drive (David Lynch), ni Carol (Todd Haynes), ni La Calumnia (William Wyler) ni Tomates verdes fritos (Jon Anvet)… La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche), Retrato de una mujer en llamas (Céline Sciamma), La favorita (Yorgos Lanthimos), Disobedience (Sebastián Lelio)... u otras tan imprescindibles para las mujeres homosexuales como Rosas Rojas o Lost & Delirious. Otras españolas tan taquilleras como La llamada (los Javis); de tinte asiático, con La doncella (Park Chan Wook)… son muchas las películas que han supuesto un antes y un después para las lesbianas en la historia del cine. Películas tan medidas y de tanta calidad que, como muchas de las citadas anteriormente, nos ofrecen formas diversas de tratar los relatos y acercarnos a la realidad de las mujeres relegadas al espacio privado. Así lo filmaba Todd Haynes cuando filmaba a Rooney Mara mirando a través de una ventana a su amante, o a través de la cámara… un espacio que sólo quien haya visto la película sabe cuándo se rompe y lo que significa para el relato en sí mismo.

Otras veces, el cine lésbico nos sirve de espejo para observar cómo se ha tratado a las lesbianas históricamente, como personajes “malignos” o “brujas” a lo Benedetta. El libro de Francina Ribes Pericàs, “Ausencia y exceso: lesbianas y bisexuales asesinas en el cine” es un buen tomo que los compañeros del colectivo podrían empezar a ojear. En él, se desmenuzan los mitos y arquetipos de las lesbianas y bisexuales en el cine de los ochenta y noventa: Instinto básico, una película que no sonará a “nadie” con una Sharon Stone que poca gente recordará. Que se pueda hacer un análisis posterior sobre cómo se retratan a estas mujeres, obviamente, es un debate sano que hay que retomar cada vez que salga, como ocurrió recientemente tras el estreno de Tár y como ocurrió en su día con La vida de Adèle. Y es que existe una paradoja entre la invisibilidad de la homosexualidad femenina en el cine y la presencia de escenas lésbicas en las películas comerciales: una paradoja que atiende al machismo y a la instrumentalización del cuerpo de las mujeres por parte del público mainstream.

De nada de esto se habló ayer. Hubo una compañera que tuvo la “osadía” de denunciar en voz alta el ninguneo al que la “L” de las siglas ha estado sometida históricamente, reflejo claro de que ni en los márgenes nos libramos del cariz machista de la historia. He de decir que yo misma me quedé muda al igual que mis acompañantes, y más tarde pudimos comentar lo fuera de lugar que nos llegamos a sentir en un espacio que, supuestamente, también es nuestro. La sorpresa final vino cuando insinuaron que la queja de esta mujer, que sólo estaba expresando algo que todas habíamos observado, era una falta de educación. Denunciar la invisibilización no es una falta de educación, es un derecho; algo que desde el colectivo se debería entender perfectamente porque forma parte del sentido mismo del Orgullo.

Se puede hablar largo y tendido sobre cine lésbico y cómo a través del séptimo arte se ha dado visibilidad a las mujeres homosexuales y bisexuales. Más allá del mito de la Dietrich o Katharine Hepburn hay toda una serie de taquillazos, anglosajones y otros títulos más festivaleros, como aquella inolvidable Fucking Amal.

Que "no hay suficientes películas" o "películas relevantes" fue una de las excusas que se pusieron ayer sobre la mesa. Sólo hay que revisar la lista de directores que encabezan este texto para que no quede “ninguna excusa” para dejar de nombrarlas. Todas y todos tenemos la responsabilidad de dar espacio a estas obras y “no conocer” no es excusa cuando en el polo opuesto a este “inocente desconocimiento” está la marginación de mujeres que han luchado en primera línea desde Stonewall por los derechos LGTB.

Es de urgencia, además, hacer autocrítica cuando, debido al auge y violencia machista a la que estamos sometidas, la falta de referentes y visibilidad puede desembocar, otra vez, en la hipersexualización y pornificación de las relaciones entre mujeres.

Por supuesto, es de agradecer que se organicen iniciativas donde se pretenda dar protagonismo a las siglas, pero la presencia del cine lésbico y su reconocimiento en espacios culturales es imprescindible, no sólo porque cinematográficamente la calidad de muchos filmes las hace obligatorias, sino porque las niñas, adolescentes, "fadrines" y mayores también tienen derecho a existir en las iniciativas del Orgullo o el Festival de cine que organiza su ciudad.