La perversión de lo ultra

El presidente de Vox, Santiago Abascal.

El presidente de Vox, Santiago Abascal. / Rafael Martín - Europa Press

Antonio Papell

Antonio Papell

Este pasado mes de julio ha registrado el asesinato de ocho mujeres en episodios de violencia de género. Sus parejas o exparejas han ejercido el supremo dominio sobre ellas, conforme a una inercia ancestral, consagrada por las religiones del Libro, que atribuyen al varón la autoridad patriarcal arbitraria y absoluta. Al mismo tiempo, ha descendido radicalmente el número de suicidios de los homicidas, que deben considerarse cada vez más socialmente aceptados.

Como el número de víctimas mortales ha superado este pasado mes la cota de cinco, se ha reunido el comité de crisis del Ministerio de Igualdad, con asistencia de la plana mayor del Departamento. La delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell, ha recordado los datos históricos de esta lacra, que comenzó a contabilizarse en 2003, y que demuestran que el mes de julio es el más propenso a tal violencia, por un conjunto complejo de causas, y entre ellas el enervante calor veraniego, una mayor convivencia por las vacaciones, etc. En los años 2010 y 2019, el número de asesinadas fue de 10 y en 2015, de 9. Lo ocurrido en el año curso confirma, pues, la anormalidad excepcional, aunque hay razones para pensar que en esta ocasión ha incidido un factor novedoso: en julio se ha desarrollado una estresante campaña electoral en la que un partido ultraderechista ha negado con vehemencia la existencia de la violencia de género, que habría sido una invención de la progresía para montar chiringuitos públicos de los que extraer recursos. Rosell no se ha atrevido a mencionar por su nombre a los negacionistas de VOX que, en un alarde de coherencia intransigente, tampoco aceptan otro modelo de familia que el tradicional y desprecian todas las heterodoxias identitarias, que querrían invisibilizar. Es muy natural que los varones que entienden la pareja como un contrato de servicios en el que ella ha de someterse al imperio del marido vean reforzada su posición al escuchar un patriótico discurso fascista que elogia los regímenes patriarcales en los que el elemento femenino tiene una predominante función reproductora.

Si en este delicado asunto el papel de los ultras es inquietante y merece una respuesta sólida y segura, también resultan destructivas otras tomas de posición sobre aspectos dispares de la política y de la vida. Así por ejemplo, el cuestionamiento integral del estado de las autonomías, una fórmula que encontramos los españoles para conciliar de la mejor manera posible las tensiones centrífuga y centrípeta que desde hace siglos nos acompañan a nuestro pesar, no tiene precisamente un efecto pacificador sino todo lo contrario. El problema catalán es complejo y tiene diversos padres, aunque sería difícil de negar que arranca de un periodo muy agrio de la historia reciente, la legislatura 2000-2004, en que un Aznar con mayoría absoluta enrareció las relaciones del Estado con Cataluña y sembró el germen de una colosal disputa. No puede negarse que esta última legislatura ha sido lenitiva en el conflicto catalán, como lo prueba el hecho de que el PSC haya obtenido por sí solo más votos que todos los partidos nacionalistas juntos en las pasadas elecciones generales. En otras palabras, la negociación y el diálogo han sido capaces de desactivar un peligroso campo de minas que amenazaba con hacer estallar los vínculos seculares que nos proporcionan un fondo identitario común, cargado de policromías pero transitable a pesar de todo.

Pero ahora, tras las extrañas elecciones generales del 23 de julio en las que VOX, que propone la vuelta al unitarismo y ha llegado a proponer la aplicación preventiva del artículo 155 de la Constitución para meter en vereda a los nacionalistas, está aliado con el PP, el encrespamiento del soberanismo es perfectamente lógico.

La alternancia ha sido en este país un éxito en el pasado, ya que se mantenía un consenso constitucional muy sustantivo, pero hoy se ve dificultada porque uno de los hemisferios se ha descentrado hasta el punto de situarse en las antípodas. Como bien han visto los alemanes, la extrema derecha no puede jugar papel alguno en la democracia sin adjetivos. Y aquí habrá que trabajar todo lo necesario para que nuestra convivencia no experimente una inaceptable recesión.

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