¿Un anciano simpático y de pulcro aspecto por encima de toda sospecha?

El presidente de EEUU, Joe Biden

El presidente de EEUU, Joe Biden / PRESIDENCIA DE EEUU

Joaquín Rábago

Joaquín Rábago

Es tal el miedo a que el populista y fascistoide Donald Trump pueda volver, pese a todos problemas judiciales, a la Casa Blanca que la prensa “liberal” de EEUU parece dispuesta a mirar para otro lado cuando se trata de Joe Biden y su familia.

Sobre todo de su hijo, Hunter Biden, ex cocainómano confeso, quien no dudó en utilizar el nombre de su padre cuando éste era vicepresidente de Barack Obama, expresamente encargado de Ucrania, para supuestamente lograr favores millonarios.

Hacía ya tiempo que corrían rumores sobre los negocios de Hunter Biden y la posibilidad de que ello afectase incluso al hoy presidente, pero la mayoría de los medios los ignoraba o los tachaba sin más de “desinformación de la Rusia de Putin”.

Joe Biden siempre defendió la inocencia de su hijo- ¿qué padre no lo haría?-, y cuando lo que en un principio eran simples rumores se convirtieron en sospechas cada vez más firmes, se limitó a decir que nunca supo nada de los negocios de Hunter o del resto de su familia.

Con alguna notable excepción como la del diario New York Post, los medios prefirieron también ignorar durante mucho tiempo todo lo relativo a Hunter Biden, y otro tanto hizo la prensa internacional pues ya se sabe que si algo o sale en el New York Times o The Washington Post es que no existe.

Y lo dice quien firma estas líneas, que trabajó durante cuatro años como delegado de EFE en la capital norteamericana y sabe cómo funcionan los medios.

Nadie puede en cualquier caso creerse que ese viejecito simpático de pulcro aspecto que últimamente confunde con frecuencia los nombres de los países, se equivoca a leer en el teleprónter las palabras que alguien ha escrito para él y no sabe muchas veces por dónde salir del escenario tras acabar su discurso pueda tener nada que ver con los turbios negocios de su hijo.

Los republicanos, que huelen sangre y quieren vengarse de la persecución judicial y mediática de Donald Trump, su candidato a la Casa Blanca con más posibilidades, no cejan en su empeño de conseguir que se abra un proceso de destitución del propio Joe Biden como los dos a los que fue sometido su predecesor.

Y han llamado a testificar ante el Senado al director de la CIA, al que acusan, al igual que al ministerio de Justicia, de claro sesgo político, a funcionarios de esa agencia e incluso a un ex socio de Hunter Biden llamado Devon Archer, cuyas declaraciones resultaron demoledoras para el hijo del Presidente.

Archer confirmó que Hunter Biden “vendía” su relación filial como una “marca” para obtener favores como su propia contratación por la empresa gasista Burisma, propiedad del jerarca ucraniano Mykola Zlochevsky, con un sueldo mensual de 50.000 dólares.

El vicepresidente Biden incluso viajó a Kiev poco después de que su hijo entrara en el consejo de dirección de Burisma y allí exigió al Gobierno de Petró Poroschenko que despidiera inmediatamente al fiscal que estaba investigando a la empresa por supuesta corrupción, amenazándole con suspender la ayuda económica de EEUU a su país si no lo hacía.

El comité del Senado que bajo dirección del republicano James Comer investiga desde hace semanas los presuntos trapicheos de Hunter Biden ha detectado una serie de cuentas de empresas pantalla con nombres como Rosemont Seneca Bohai o Rosemont Seneca Thornton utilizadas por Biden y su socio Archer para recibir el dinero de los supuestos sobornos y dejar la menor traza posible de esas transacciones.

Se habla de cantidades millonarias de oligarcas ucranianos o rusos, rumanos, chinos e incluso alguno de Kajazistán que acabaron supuestamente en las cuentas de Hunter, de su socio o de su tío, Jim Biden, y que, según los republicanos, podrían incluso manchar el nombre del propio Presidente. Veremos.

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