Al azar

Un poco hartos del duelo Feijóo - Sánchez

La audiencia está saturada de la eternización de una teleserie sin un solo cambio de guion, que ahora se prolonga artificialmente durante una nueva temporada

Debate Cara a Cara en la campaña de las elecciones del 23 J entre Pedro Sánchez, PSOE, y Alberto Núñez Feijóo, PP.

Debate Cara a Cara en la campaña de las elecciones del 23 J entre Pedro Sánchez, PSOE, y Alberto Núñez Feijóo, PP. / JOSÉ LUIS ROCA

Matías Vallés

Matías Vallés

HBO interrumpe las temporadas de sus teleseries en plenitud, por última vez en Succession. Este comportamiento implacable, que el espectador agradece porque le resguarda de la saturación, se halla en la raíz de las huelgas de guionistas y actores norteamericanos, que desean eternizar sus contratos. En la versión en castellano, los parroquianos están ya un poco hartos del duelo Sánchez-Feijóo, prolongado ahora con respiración artificial hasta los días 26, 27 y 29 de septiembre. A este paso, no habrá manera de que el candidato del PP encuentre un hueco para aprender inglés.

En el fragor de su enfrentamiento, los dos candidatos solo han compartido plató en el debate televisivo, es su único punto de comparación con la escena única de Robert de Niro y Al Pacino en Heat. Con demasiado calendario sin acción en el asalto a La Moncloa, la audiencia desespera ante la eternización de una teleserie política sin un solo giro de guion, y que ahora se prolonga artificialmente durante una nueva temporada. Como mínimo, la nominación para la investidura coloca al derrotado Feijóo a la altura de Sánchez, además de rehabilitar al gallego ante unas huestes populares que acostumbran a ser más tolerantes con la corrupción que con la derrota.

Con un triunfo a medias y el báculo de la extrema derecha, Feijóo aspira a convertirse en el presidente más provecto de la democracia, el único que llega al cargo superados los sesenta, el más antiguo desde Arias Navarro. A su edad, todos los presidentes del Gobierno españoles ya habían abandonado La Moncloa. Por supuesto, es un chaval frente a Trump o Biden, pero le falta sobre todo la ambición ilimitada. En cada discurso avisa de que puede perder, y se comporta a continuación como si aspirara a una profecía autocumplida.

La condición de usurpador tiene fecha de caducidad, Sánchez ya ha jugueteado con Pablo Iglesias, Yolanda Díaz, Pablo Casado y el propio Feijóo

Durante otro mes interminable, Sánchez y Feijóo seguirán peleando en un limbo sin gravedad, como astronautas en prácticas que ofrecen la Luna. El líder socialista seguirá arrastrando la condición de ilegítimo hasta cuando conduce un automóvil. Quienes dudan en concederle incluso un extraordinario instinto de supervivencia, deberán reparar en que la condición de usurpador tiene fecha de caducidad. Al cabo de un tiempo prudencial, el supuesto impostor adquiere el rango jerárquico que ha interpretado con soltura, fue Felipe González quien advirtió de que un presidente de Gobierno siempre se improvisa. Sánchez se encuentra en el punto en que la usurpación se legitima en usucapión, obliga a sospechar si ejerce en realidad de tramoyista de la función que solo aparenta interpretar.

El mérito de Feijóo consiste en amortiguar a Sánchez, ya que no puede amortizarlo. Frente al gallego, el madrileño parece apearse momentáneamente de la temeridad que le caracteriza. Porque al interrogarlo en vísperas de dos derrotas garantizadas de antemano, el presidente en funciones insistió en que no se planteaba perder, y su veredicto se cumplió. Ha jugueteado antes de devorarlos con figuras tan acrisoladas como Pablo Iglesias, Yolanda Díaz y ahora con la derecha en pleno. Arranca la carrera con hándicap, siempre concede una vuelta de ventaja a sus presas antes de atraparlas fatalmente. No tiene enemigos, tiene víctimas que imploran el retorno al redil, bajo el formato de Ábalos o de Iván Redondo.

Tal vez la acusación de impostura ya ha claudicado incluso entre sus postulantes más acérrimos, quizás el líder socialista es el único que puede gobernar este país, porque ha llegado el momento de hablar de la España de Sánchez frente a los eruditos que le acusan de destruir una visión idílica que nunca existió. Por ejemplo, el presidente en funciones no podría igualar los insultos deslenguados de Alfonso Guerra ni aunque lo pretendiera. Y mientras este prestidigitador numérico mueve sus hilos, nadie sabe a ciencia cierta qué ocurrió el 23J, y menos que nadie los gestores de estudios de opinión. Al tiempo que los estadísticos enredaban con la fluctuación del sufragio del varón de 45 a 55 años, Sánchez volvía a convertirse en el candidato más votado por las personas que no lo tenían claro.

Feijóo o Armengol pueden presumir de sus triunfos en comunidades coquetas como Galicia o Balears, Felipe VI heredó, solo Sánchez se planta en La Moncloa tras la Blitzkrieg de una moción de censura asentada sobre 85 diputados del PSOE. Menos de la mitad de los escaños necesarios, por debajo de la cuarta parte de la cámara. No volverá a ocurrir, por mucho que el Rey predique el imperio de «la costumbre» parlamentaria. Las repeticiones de aquel asalto inicial se han hecho tediosas, el público se rebulle hoy incómodo en sus butacas. Otro mes de descuento.

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