Esto no es un cuaderno

Estrés perceptivo

Lo que Ruz ha hecho ha sido inaugurar el curso, porque abierto lo que se dice abierto ya lleva unas semanas. En realidad la apertura, digamos, oficiosa ha correspondido al asunto de la supresión de carriles bici

Ciclistas pasan en señal de protesta por José María Buck durante el desmantelamiento del carril bici hace unos días

Ciclistas pasan en señal de protesta por José María Buck durante el desmantelamiento del carril bici hace unos días / AXEL ALVAREZ

Gaspar Macià

Gaspar Macià

«Entréme donde no supe,

y quedéme no sabiendo, toda

ciencia trascendiendo».

San Juan de la Cruz (1542-1591), poeta místico carmelita

El alcalde ilicitano, el popular Pablo Ruz Villanueva, ha dado el pistoletazo de salida del nuevo curso político, desgranando, como es costumbre por estas fechas, sus múltiples proyectos, aspiraciones y anhelos para los meses venideros y, de paso, también para el resto de legislatura. Como no podía ser menos que su antecesor, el socialista Carlos González, ya cuenta en su haber con una nueva negativa de los técnicos del Museo Arqueológico Nacional (MAN) a que la Dama de Elche se mueva de Madrid, a riesgo de desintegrarse. Quiere ir a ver al ministro Iceta para tratar, pese a todo, la cesión temporal, que él mismo defendió en el Senado, apasionada aunque infructuosamente. Suerte.

Sin embargo, lo que Ruz ha hecho ha sido inaugurar el curso, porque abierto lo que se dice abierto ya lleva unas semanas. En realidad la apertura, digamos, oficiosa ha correspondido al asunto de la supresión de carriles bici, una decisión que ya se intuía e incluso se barruntaba que iba a ser la primera piedra de toque para el nuevo gobierno bipartito PP-Vox. Y de una envergadura tal que, tras el solemne Acuerdo de Santa Ana entre las dos formaciones de la derecha, convertía a Elche en el paradigma nacional del negativismo biciclimático, levantaba la veda de caza de los confiados ciclistas y condenaba a la piqueta sus viales segregados, recién repintados y todo.

Ruz insistía una y otra vez ante quienes quisieran escucharle (que no eran muchos) que todo lo que se decía de él en este asunto era falso, salvo alguna cosa. «Oiga, que no estamos en contra de todos los carriles bici, solo de los que están mal diseñados, que son casi todos menos los que pasan por las avenidas de mis dos alcaldes favoritos: Ramón Pastor y Vicente Quiles, no necesariamente por este orden». Y para reforzar el mensaje, añadía que él mismo había usado alguna vez uno de esos carriles. Montado en bici, además.

Usuarios se encaran a la Policía Local durante el desmantelamiento del carril bici en José María Buck

Usuarios se encaran a la Policía Local durante el desmantelamiento del carril bici en José María Buck / AXEL ALVAREZ

Sin embargo, las noticias que se sucedían no decían mucho en favor de la conciencia medioambiental del nuevo bipartito ni ayudaba a mejorar su imagen de destripacarriles y machacaciclistas. Como cuando el edil del ramo de la movilidad, Claudio Guilabert, anunciaba que no se instalarán más estaciones de BiciElx en la ciudad (que se iban a pagar con fondos europeos), y que también se cargarían las proyectadas zonas de bajas emisiones (ZBE) y no restringirían el acceso de vehículos privados al centro urbano y alrededores.

Había quien, cándidamente, pensaba que los nuevos gobernantes de derechas no podían ser tan hostiles a la sostenibilidad medioambiental como se les había retratado desde el anterior bipartito de izquierdas. Tras los calores del verano, pensaban esas personas bienintencionadas, PP y Vox lo reconsiderarían y harían unos pequeños retoques, pero no se cargarían el legado de Esther Díez de un plumazo (mazazo, en este caso). En esas ensoñaciones estaban esas personas cuando el traqueteo del martillo neumático les devolvió a la más cruda realidad. El desmantelamiento del carril bici de la avenida Juan Carlos I (popularmente conocido como el de las Jesuitinas) había comenzado. No hubo compasión, pese a las protestas de usuarios y allegados, la huella de carbono y la emergencia climática. Alea iacta est.

Hay que cumplir las promesas electorales, argumentó Guilabert bajo la inclemente solanera, mientras el alcalde se había marchado unos días de vacaciones (merecidas), por lo que pudiera pasar. Pero además de desgranar el argumentario del obligado cumplimiento programático y del pacto de Valverde Alto, el concejal hizo chas, dio unos pases de manos y le sacó de la oreja a uno de los periodistas presentes no un euro sino nada menos que un informe de la Policía Local sobre los inconvenientes de este tipo de instalaciones. Estudio que, según aseveró el teniente de alcalde, no había encargado el anterior gobierno por temor a que saliera lo que salió: que hay carriles diseñados con las posaderas, son conflictivos, dañinos y perjudiciales para ciclistas, conductores y transeúntes, especialmente para personas mayores con carritos de la compra y demás ciudadanos con movilidad sostenible reducida.

Informe

No queda ahí la cosa, sino que además (y eso sí que es serio) el informe policial sostiene que tales carriles bidireccionales pueden producir disonancias cognitivas en las personas sensibles, usuarias o no, porque llegados a una bocacalle no saben si hay que mirar a derecha, a izquierda, arriba o abajo, lo cual origina un estrés perceptivo de no te menees, que con las altas temperaturas y sobre todo después de comidas copiosas, puede tener efectos muy perniciosos para la salud y la circulación (la sanguínea y la otra). El psicólogo social Leon Festinger ya advirtió que  las personas experimentan disonancias cognitivas cuando tienen creencias contradictorias o cuando sus acciones contradicen sus convicciones (como les sucede a no pocos/as políticos/as, sin ir más lejos). Por eso los carriles bici son tan peligrosos, no por los accidentes ni por los atascos frente a los colegios concertados, sino porque pueden provocar una auténtica epidemia de trastornos psico-somático-neuronales.

Sin embargo, la madre de todos los carriles, la portavoz compromisaria Díez, es partidaria de observar este asunto no desde la disonancia cognitiva, sino desde la defusión cognitiva propugnada por la Terapia de Aceptación y Compromiso (por razones obvias). De ahí que haya salido en defensa de los técnicos municipales (ingenieros, arquitectos y demás cargos intermedios y funcionarios rasos) de su antiguo departamento, que, según aseguró, habían dado lo mejor de sí mismos y mismas en el diseño y la ejecución de los carriles puestos ahora en solfa por el estudio policial, que más bien parecía un informe de parte (en concreto, de la parte contratante de la primera parte, es decir, el nuevo bipartito).

Jugarse el tipo

¿Y qué van a hacer los ciclistas que no quieran jugarse el tipo circulando de nuevo entre los coches, furgonetas y camiones de reparto? Pues resulta que el nuevo bipartito no es tan malo como lo pintan desde la ecoizquierda, y para demostrarlo han instaurado como alternativa las ciclocalles. Son vías donde pasan bicicletas pero también cualquier otro vehículo a motor. O sea, como era antes de que hubiera carriles bici separados pero con una bicicleta pintada sobre el asfalto. No podrán negar Díez y los suyos que no es una apuesta decidida por la movilidad sostenible: con solo unos toques de pintura pueden convertir en ciclocalles todo el casco urbano (y las pedanías, por supuesto, con sus carreteras y todo).

En vista de lo mucho que cunde y lo poco que cuesta la operación derribo (38.000 euros), se ha desmantelado también el carril de la calle José María Buck, con nueva protesta ciclista incluida, y ya verán qué hacen con el de Mariano Soler Olmos-La Torreta-Portalada, todo un reto para el nuevo equipo municipal, porque se construyó con fondos europeos y quizás habría que devolverlos. Para eso, desechado el plan de movilidad (PMUS) que el anterior bipartito aprobó en tiempo de descuento y con los carriles ya hechos, van a realizar otro estudio (esta vez no solo de la Policía Local, sino con todas las partes implicadas) para ver qué hacer o deshacer en este movedizo asunto. Igual habría sido más razonable hacer antes el estudio y quitar después, si es que había que quitar algo. O quizás el informe concluya que con dos carriles eliminados Pablo Ruz ya puede dar por cumplida su promesa electoral y no quitará más. Atentos y no vendan todavía sus bicis, por lo que pudiera pasar.

Baja

En fin, esto no ha hecho más que empezar. Y sin embargo el equipo de gobierno ya ha tenido una baja. El empresario Tito Costa, uno de los fichajes estrella de Ruz, dio la espantada en julio, apenas 40 días después de tomar posesión, porque tenía negocios que atender y no se acordaba cuando aceptó el escaño. Se marchó, pero se llevó el título de concejal más breve del actual periodo democrático. Le ha sucedido Caridad Martínez, lo que ha llevado al alcalde a realizar una nueva redistribución de competencias entre sus concejales, que están notando ya algo de estrés perceptivo con tanto trasiego de responsabilidades. Algunos incluso se encuentran al borde de un ataque de disonancia cognitiva. Allá vamos.