Opinión

Dudas, riesgos y temores de la Inteligencia Artificial

La nueva IA Claude 3 vuelve a poner en discusión si es posible o no que los sistemas de inteligencia artificial desarrollen la autoconsciencia.

La nueva IA Claude 3 vuelve a poner en discusión si es posible o no que los sistemas de inteligencia artificial desarrollen la autoconsciencia. / Crédito: АвгустФидлер en Pixabay.

Semana tras semana, no dejamos de conocer noticias sobre avances, descubrimientos y aplicaciones innovadoras relacionadas con la Inteligencia Artificial Generativa (IAG) que nos resultan increíbles, siendo capaces de elaborar de manera autónoma trabajos de generación de textos, con capacidad de comprensión y expresión de lenguaje hablado o producción de imágenes y vídeos a partir de descripciones habladas o escritas verdaderamente espectaculares. Son tantos los avances y mejoras que se anuncian como las preocupaciones y riesgos que empiezan a plantearse, aunque sin que lleguemos a conocer bien sus implicaciones económicas, sociales, políticas y ecológicas en toda su dimensión.

En muy pocos meses, se han puesto en marcha aplicaciones increíbles como la más conocida, ChatGPT, un sistema basado en la Inteligencia Artificial (IA) entrenado para realizar numerosas funciones relacionadas con el lenguaje, la traducción y generación de textos, dando respuesta a todo lo que se solicite. Otras aplicaciones avanzadas son Lensa, que transforma retratos a nuestro gusto con una veracidad increíble; Dalle 2, un nuevo sistema de IA capaz de crear imágenes absolutamente realistas a partir de las indicaciones que se faciliten mediante lenguaje natural; Copy.ai, un redactor autónomo de textos de alta calidad, o Midjourney, un generador de arte creado para explorar nuevas formas de pensamiento a partir de las descripciones de texto realizadas, por señalar algunos ejemplos.

Estas Inteligencias Artificiales Generativas forman parte de una categoría avanzada de Inteligencia Artificial que pretenden imitar las capacidades cognitivas humanas mediante modelos neuronales para ofrecer resultados en función de los datos algorítmicos con los que han sido entrenadas. No son la veracidad, el rigor, ni la fiabilidad precisa de la realidad criterios que primen en estos entrenamientos automatizados para la creación autónoma, sino otros elementos distintos basados en la obtención de rentabilidad y la generación de beneficios.

Por ello, uno de los grandes problemas que surgen está en la enorme capacidad de manipulación que ofrece la IA en el manejo de datos, en la generación de informaciones maliciosas, en la introducción de sesgos discriminatorios y el control masivo de la ciudadanía, algo que se multiplica, todavía más, al combinarlo con plataformas tecnológicas y redes sociales de amplia implantación.

La era de las tecnologías algorítmicas en expansión ha puesto a nuestro alcance enormes cantidades de contenidos y plataformas, pero avanzan desplazando habilidades y modos de lectura profunda basados en libros, revistas o diarios. En entornos informativos cada vez más complejos, los ciudadanos deben distinguir entre fuentes válidas de aquellas otras no fiables impulsadas desde la IA y las redes sociales. La adquisición de destrezas analíticas y reflexivas, junto al acceso a información fiable procedente de la lectura no pueden ser sustituidas por plataformas digitales que se nutren de información algorítmica sin control y alimentadas por el deseo de beneficios.

Tenemos por delante una IA que avanza sin regulación, a golpe del lucro de grandes corporaciones y de los intereses de gobiernos, penetrando en espacios cada vez más personales y privados de las personas. De esta forma, se plantean amenazas muy serias que ponen en peligro aspectos fundamentales de nuestras vidas. El uso de algoritmos diseñados para que los usuarios de determinadas redes sociales tengan una progresiva adicción, especialmente en menores, como ha sucedido con las aplicaciones de Instagram y Facebook, ha llevado a que tribunales de Estados Unidos hayan dictaminado que estas redes sociales son perjudiciales para el bienestar de niños y jóvenes. A su vez, el uso de datos privados y el control masivo de la ciudadanía se está extendiendo en países como China, a través de un crédito social alimentado por la recopilación de ingentes cantidades de datos supervisados por IA sobre sus ciudadanos para castigarlos, premiarlos o detenerlos. Por no hablar de la manipulación deliberada de procesos electorales a través de empresas especializadas en comunicación algorítmica, como ya sucedió con el Brexit o con elecciones estadounidenses.

La medicina tiene puestas grandes esperanzas en la IAG, la comprensión y el avance sobre grandes problemas globales va a registrar importantes avances, muchos trabajadores empiezan también a ser sustituidos por estas aplicaciones, al tiempo que la enseñanza se encuentra en un compás de espera sabiendo que tendrá que hacer importantes cambios en las metodologías de aprendizaje y evaluación, mientras que comienzan a aparecer nuevos delitos que aprovechan algunas de estas novedosas aplicaciones, como la difusión de una nueva pornografía basada en imágenes que combinan los rostros de una persona en cualquier película o fotografía con un grado de verosimilitud espeluznante.

Naturalmente que la Inteligencia Artificial ofrece avances impresionantes para la humanidad en la práctica totalidad de las esferas, pero no podemos dejar de lado los enormes riesgos que también abre y que exigen avanzar y regular las implicaciones éticas, de respeto a los derechos y a la dignidad de las personas que estas tecnologías avanzadas plantean, junto a sus enormes implicaciones sociales y políticas.

Esta regulación tiene que ser global y venir de la mano de los Estados para impedir que el uso de algoritmos basados en la IA nos imponga una manera de ser, de vivir, de pensar y de trabajar, un mundo distópico que puede estar a la vuelta de la esquina.