Opinión | Hola, soy Dios

La Profecía

La Profecía

La Profecía / Belmar Artworks

 ─Esto es muy gordo, Pa. ¿De verdad lo has visto?

─Sabes que yo veo el pasado y el futuro, en una especie de amalgama que me ayuda a entender el presente.

─¿Y cuáles son las razones por las que el tal Pedro Sánchez va a acabar con su propio partido?

─Son varias. Verás: PS ha construido una maquinaria que no es otra cosa que un partido a su servicio, únicamente destinado a mantenerle en el poder. Ha eliminado a cuanto disidente se ha cruzado en su camino. Identifica el partido con él mismo. Le puedes preguntar a García Page, a Felipe González, a Guerra, a Nicolás Redondo…

─Eso es de primero del “Manual del dictador” y ya lo pusieron en práctica “ilustres” políticos del siglo XX: Franco, Hitler, Mussolini, Stalin…

─Así es. Y PS hace girar al partido en función de su opinión y de sus intereses tantas veces como le place. Así, los dirigentes están obligados a suscribir sus cambios de opinión, repitiéndolos como un mantra, desposeídos de su propio criterio. Hace comulgar con ruedas de molino, no solo al electorado, sino a los propios dirigentes del partido. Además, sus acuerdos con los independentistas, muy alejados ideológicamente de sus postulados y únicamente afines a sus intereses, atentan contra la historia del PSOE, su ideología y su honradez.

─Pero es que muchos de los afiliados a este partido sufren de incapacidad mental transitoria.

─Porque están contagiados por un ansia de poder basada en dos premisas: mejor que hagamos nosotros lo que sea antes que gobierne la derecha y cualquier cosa es posible para que se nos permita luchar contra la desigualdad. Pero todos esos postulados palidecen ante la actuación del propio Sánchez, que tiene como lema en su frontispicio una sola palabra: Poder. Para conseguirlo sacrifica cualquier argumento, incluyendo la verdad. Mientras ejerce el poder segrega un pegamento que cohesiona en torno a él a su camarilla. Cuando esa autoridad se vaya diluyendo comenzarán las goteras, las infidelidades, los “en realidad no era mi opinión, sino lo que dictaba el jefe”, los arrepentimientos y las deserciones de aquellos que han perdido el poder, que no llegarán a comprender cómo pudieron hacer lo que hicieron. Y sucederá algo tan viejo como descargar todas las culpas en aquel sujeto que un mal día les embaucó en un proyecto ajeno e impropio, que ellos asumieron como condición necesaria para gobernar sus parcelas de poder.

─Ufff… el panorama no pinta bien a medio plazo, Pa.

─Así es, porque además el fenómeno se agudiza a medida que Sánchez profundiza en su modelo, únicamente orientado a la conquista y mantenimiento a toda costa del gobierno, y para ello pone en peligro lo que sea necesario: desde el Estado de derecho a la integridad territorial del Estado; también la naturaleza de su partido y los fundamentos sobre los que se reconstruyó hace medio siglo. Pedro Sánchez ha dejado de actuar como líder de un partido —previamente domesticado— para operar como cabeza de un bloque de poder multicolor, del que forma parte un puñado de fuerzas políticas de vocación claramente opuesta a la Constitución española. Y una vez implantada esa dicotomía de conmigo o contra mí: Es decir, con el “progreso” o con lo “antiguo”, interpreta la realidad con el prisma de la conveniencia de lo suyo, aunque ello choque con el interés del país y con el de su propio partido.

─¿Y cómo acabará la relación con los independentistas, Pa?

─Es evidente, JC: Los independentistas exigen libertad para desarrollar sus planes de quiebra del Estado y, además, que se les conceda la hegemonía política en sus respectivos territorios. Esa es la factura de su apoyo para que Sánchez se mantenga en el poder, siempre bajo su control y dependencia. Es una especie de inquilinato usurario que, antes o después, terminará en desahucio. Y Sánchez ha despojado a su partido de la vocación de mayoría y de la voluntad de vertebrar a España como un espacio de igualdad y convivencia para todos. Algo completamente diferente de lo que los padres de ese partido imaginaron en Suresnes, sustituyéndolo por una maquinaria únicamente a su personal servicio. Parafraseando a Churchill, entre el deshonor y la derrota Pedro Sánchez eligió el deshonor. Pero, más pronto que tarde, obtendrá ambas cosas.