Opinión

Cita a ciegas Sánchez-Puigdemont

El líder de Junts, Carles Puigdemont.

El líder de Junts, Carles Puigdemont. / EP

Entre los remolinos que va dejando el caso Koldo, Pedro Sánchez y Carles Puigdemont han trabado sus destinos como en un pacto firmado con sangre. Uno abre la puerta a la amnistía; el otro dice que volverá a convocar un referéndum secesionista. Sánchez supone haberle puesto el collar a Puigdemont y Puigdemont cree tener hipnotizado a Sánchez. Son esa extraña pareja, unida por el azar y por el vértigo soberbio de la caída. Uno en Moncloa gobernando en nombre de la conjunción parlamentaria más heterogénea de la España democrática; el otro en Waterloo, huido de la justicia y con la idea de ir haciendo la maleta. Se complementan. Saben hacer de la necesidad, virtud. Están dispuestos a ser parcos con la verdad para llevar a cabo sus propósitos de poder. Cada uno a su modo, desconfían de los jueces.

Al observar las formas de argumentar que usamos todos los días –especialmente en política–, destaca la falacia del hombre de paja. Para oponernos a un argumento ajeno, recurrimos a algo que no tiene nada que ver aunque pueda parecer lógico: eso es atacar a un hombre de paja y no al interlocutor real. Por ejemplo: el personaje A dice que hubo indicios de violencia en el intento de bloqueo del Aeropuerto de Barcelona en 2019. B responde que el autoritarismo niega el derecho democrático a manifestarse. Así es como comentar que hubo violencia en el ‘tsunami’ independentista se convierte en un ataque a la democracia. Una acumulación de este tipo de falacias propició la cita a ciegas entre Puigdemont y Sánchez. En realidad, el ‘procés’ ha acabado siendo un lanza-mísiles de falacias.

Eso ha llevado al texto de la ley de amnistía pero como telón de fondo sigue en pantalla una de las escenas más inquietantes del ‘tsunami’, en el Aeropuerto de Barcelona. Quienes entonces intentaron bloquear el aeropuerto se movían como una ola que se desplaza de uno a otro extremo como una convulsión, en busca de un objetivo de caos, en nombre de un desorden premeditado. Fue todo lo opuesto al equilibrio entre autoridad y libertad, entre orden y ley. En toda crisis de autoridad llevada al extremo, sale perdiendo la libertad. La interpretación que cada ciudadano hizo de aquella escena y de sus orígenes tendrá algo que ver con lo que opine ahora sobre la ley de amnistía.

En la órbita político-mediática está en boga hablar de complejidad cuando uno se refiere a la confusión. Esa es otra falacia. Consecuentemente, se legisla sin precisión a la espera de nuevas coaliciones o deslizamientos de la opinión pública. ¿Habrá otra cita a ciegas entre Puigdemont y Sánchez cuando el expresidente de la Generalitat regrese algún día a España? Representa más confusión, más intemperancia. Uno de los tres senadores de Junts lo resumió desde su escaño hablando de una amnistía de reconciliación “y al que no le guste que se aguante porque la democracia es esto”. 

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