Opinión

Es cosa de hombres

Luis Rubiales y Gerard Piqué.

Luis Rubiales y Gerard Piqué. / EP / EFE

The gentlemen. En 2021 se estrenó la película y ahora Netflix estrena la serie, ambas dirigidas por Guy Ritchie (Rocknrolla, Snatch, cerdos y diamantes). Aparte de conocer bien a Madonna, a Ritchie le va la marihuana, la estética de la violencia en el cine, la ironía british y sobre todo el hampa británica, a la que retrata siempre de manera tragicómica. Un argumento original y una pareja con mucha química, con los que pasas un buen rato. Si Tarantino es el dios supremo, Guy Ritchie es uno de sus mejores apóstoles.

La estrella azul. No se cómo, pero aún se puede ver en los cines Aana de San Juan La estrella azul. Esta película está basada en la aventura que el músico aragonés Mauricio Aznar corrió en una Argentina muy distinta de la que la mayoría conocemos (que se limita a Buenos Aires, Darín, los psiquiatras, Valdano y poco más). Para salir de una crisis personal, Mauricio se piró a una comarca remota, pobre y cutre del país sudamericano para tratar de mejorar su estilo de tocar la guitarra. Con estos mimbres tan mínimos se hace una película que no es para todos los públicos, pero que si entras en ella es una delicia. Como si fuera una especie de sueño onírico donde todo es verdad. El prota que da vida a Mauricio (que falleció de manera inesperada al poco de volver a Zaragoza), Pepe Lorente se llama, es lo más parecido a un personaje de cómic hecho carne. Dan ganas de adoptarlo.

Rubi y Piqué, Piqué y Rubi. Parecen ya una pareja artística, como el Gordo y el Flaco, Pajares y Esteso o el dúo Sacapuntas. Desde Pablo Porta, ser presidente de la federación de fútbol es deporte de alto riesgo, pobres. Si a Rubiales le mataron sus estupendas imágenes de la celebración del título mundial, a Piqué le retratan esos audios donde reparte millones como si fueran pases sin riesgo y facilones a Ter Stegen. Esa virtud tan masculina que es tener una autoestima elevada y una fe infinita en tus posibilidades, creyéndote que no hay barrera que no puedas saltar ni meta que no puedas conseguir, es lo peor, lo peor. A Piqué y Rubi (como a Puigdemont, Napoleón, Urdaci o José Luis Moreno) les dijeron siempre desde pequeñitos que todo lo hacían bien, seguro. La híper-autoestima genera monstruos que la razón no entiende.

El primer hombre. Se cumplen treinta años de la publicación en España de El primer hombre (Tusquets editores), la autobiografía que Albert Camus llevaba en el maletero del coche con el que se estrelló en 1960, demasiado pronto, con cuarenta y siete años de edad. Cómo un niño nacido en Argel, en una familia pobre como las ratas, sin padre (muerto en la primera guerra mundial) y maltratado por una abuela tiránica llegó a ser premio Nobel de literatura en 1957 es uno de esos milagros que solo se explican por la aparición de algún ángel en un momento dado. En el caso de Camus fue un maestro, Luis Germain, que convenció a su abuela de que le tenían que dejar seguir estudiando, y no ponerlo a trabajar. Camus lo explica bien en el libro, en una frase («nos juzgaba dignos de descubrir el mundo»). Si la realidad supera siempre a la ficción, en este caso la machaca. Y de qué manera.