Opinión | CRÍTICA CINE

Espiral de destrucción

El sucesor

El sucesor

Director: Xavier Legrand. Actores: Marc-André Grondin, Yves Jacques, Louis Champagne. Duración: 102 minutos.

La cinematografía francesa nos regala cada año entre treinta y cuarenta películas dignas de ver, siempre por encima de los estándares mínimos exigibles por un público que demanda calidad e inteligencia en las propuestas. De ellas, por su originalidad u osadía sobresale una docena, entre las que ubicaríamos esta que ahora comentamos. El sucesor retrata el descenso a los infiernos de un modista de éxito parisino de 30 años cuando, con motivo de la muerte de su padre, con el que no tiene ninguna relación, se ve abocado a vivir una situación límite. Como ocurría en la excelente Custodia compartida, a Xavier Legrand le interesan los grandes conflictos que subyacen en el alma del ser humano. Hacia ellos se encara con valentía filmando una película que gracias a un giro de guión radical atrapa la atención del espectador atendiendo a cuestiones mayores como la filiación o los abusos sexuales. Pero conviene enfrentarse a El sucesor sabiendo lo menos posible de ella. Hay quienes han incidido en la inverosimilitud de ciertos comportamientos del protagonista de la historia. Estimo que cuando un sujeto que sufre ansiedad, como es el caso, y en plena crisis personal se encuentra en una situación límite es capaz de cualquier cosa. Por ello no tenemos más que destacar la sólida interpretación de Marc-André Grondin, que se consagra entero al personaje de Ellias Barnes. En este sentido, es memorable la secuencia en la que una vez descubre la verdad de todo lo ocurrido, se derrumba física y moralmente. En pocas ocasiones hemos sido testigos de cómo se siente un hombre devastado por las circunstancias, sin camino de retorno. Lo que conecta con la impactante secuencia inicial de los créditos: un pase de modelos en espiral que anticipa y editorializa la tremenda trama psicológica a la que vamos a asistir. No podemos sino sentir envidia ante el cine francés, bien producido, distribuido y exhibido, con una respuesta enorme en el país vecino. Siendo honestos, desde que se estrenó As bestas, por empaque y solvencia, apenas se ha rodado alguna película española capaz de medirse con las suyas.