Opinión

Al servicio de su graciosa majestad

David Broncano.

David Broncano.

Antaño había bodas que marcaban una época y épocas marcadas por una boda. Pero eso era antes; ahora son tantas las «bodas del año» que a cualquier enlace nupcial se le asigna esa distinción. Si alguna de ustedes dos repasa su vida, o la de personas de su entorno, llegarán pronto a la conclusión de que sus bodas ni marcaron una época ni tan siquiera fueron del año. No se asusten, la enfermedad es leve y suele cursar sin efectos secundarios duraderos. No todos pueden casarse, como el alcalde de Madrid, con más de 500 invitados entre los que se encuentren reyes eméritos y aristocracias «demodé», un suponer; o en la espléndida finca de un afamado torero donde, al parecer, celebrarán su boda Baltasar Garzón y Dolores Delgado rodeados de la más acrisolada gauche divinne. Nunca he sido adicto a la prensa del corazón ni mi corazón me perdonaría nunca que lo sometiera a una fatiga tan dolorosa. Yo me quedé en aquellos sabios y certeros susurros que el acompañante del César solía hacerle al oído cuando éste desfilaba triunfante por las calles de Roma: «recuerda que solo eres un hombre». Pues eso, cuando olvidas tu condición humana permutándola por la divinidad humana, los dioses suelen castigarte atendiendo tus plegarias. 

Mientras los ecos del acontecimiento nupcial se hacían carne en los medios de comunicación dedicados a estas cosas (todos en la actualidad), el pasado lunes hubo sesión en el Senado de la Comisión General de Comunidades Autónomas (CGCA por sus siglas en español, que suelen decir los cursis). Hasta allí se había trasladado en su cuadriga divina el presidente de la Comunidad Autónoma de Cataluña, Pedro Aragonés García, para recordarle a los súbditos españoles quién y quienes mandan de verdad en España. Ahora es la ley de Amnistía, hasta hace apenas unos meses inconstitucional e imposible, según Sánchez y sus jefes de centuria, pero hoy ya es realidad. Y mañana será el referéndum de independencia que, como con la amnistía, empezará siendo imposible e inconstitucional y acabará siendo bendecido por Sánchez y sus jefes de centuria como si tal cosa, como señalaba García a Sánchez. No es mentir, es cambiar de opinión. Y ello pese a que la mayor de las Montero, la que sigue siendo ministra y vicepresidenta, nos alertaba el otro día de que en política no se puede mentir, y que si uno miente (no dijo una) tiene que presentar la dimisión. Cuando todos y todas pensábamos que se estaba dirigiendo a su jefe Sánchez, inopinadamente, resulta que se refería a Isabel Díaz Ayuso.

El separatismo catalán no es solo xenófobo y excluyente, despreciando siempre al resto de españoles por inferiores, sobre todo los andaluces, no; es que constituye en sí mismo una tautología, una unidad de destino en lo universal que se permite el lujo de traspasar sus propias fronteras en busca de una boda forzada con sus menestrales de sur, la Comunidad Valenciana y Baleares. De tal suerte que nos convertimos en súbditos del separatismo por la vía de los Países Catalanes, con sede en Barcelona, dado que esa es la suerte que han determinado para nosotros. Y no se extrañen, solo deben observar cómo asfixia lentamente a Navarra el independentismo vasco. Hizo bien el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, en indicarle al separatismo catalán que no tolerará humillaciones ni menosprecios a la Comunidad Valenciana, y que la ensoñación de los Países Catalanes ni ha existido, ni existe ni existirá. Recuerden, o les recuerdo, que Aragonés García ya apeló a los Países Catalanes y la lengua común catalana en la visita que giro a Valencia en octubre de 2023 para la gala de los Premios Octubre. De ahí que la independentista Ómnium Cultural se apropie de las Fallas de Valencia como signo de identidad cultural de los Países Catalanes. No se pueden imaginar, con la política lingüística impuesta en Cataluña por el separatismo, la de eminencias científicas que nacerían en los Países Catalanes una vez producida la anexión. Lástima que algunos eminentes miembros (y miembras, no me he olvidado) de la comunidad médica no pudieran compartir tanta suerte al no hablar catalán. Pero bueno, esos dolores se pasan gracias a la analgesia y a la amnesia inducida. Y si no, ¿habrá algo más épico y heroico que resistir así en la mesa del quirófano en nombre de los Países Catalanes sin médicos en español? 

Estas transcendentales cuestiones, pese a conocer las respuestas, cobrarán ahora un mayor poder didáctico con la incorporación del cómico Broncano a la plural e independiente RTVE. La módica cifra del contrato, 28 millones de euros, da idea de la modestia del proyecto y las intenciones de este: servir a la pluralidad informativa, a la diversidad recreativa, al divertimento de los espectadores y a ser críticos con Sánchez si se porta mal. Nunca se había visto nada igual en RTVE; todo un poder político instalado en Moncloa, más la suma de Sumar y los socios separatistas y comunistas, afanándose por hacerle la competencia al presentador de una cadena de televisión privada, eso sí, con el insignificante detalle de que se hace con el dinero de todos los españoles. Hay políticos que, como Göring, cuando oyen la palabra cultura (aquí también diversidad, pluralidad, libertad, independencia y decoro informativo), echan mano a su revólver. RTVE al servicio de su graciosa majestad, aunque los centuriones de ese narcisista monarca, en vez de recordarle que tan solo es un hombre, lo traten como a una divinidad. Países Catalanes libres, RTVE independiente y la inmortalidad del César, no sé qué creerme antes. Menos mal que ya voy para viejo (o mayor, que ahora el lenguaje hay que cuidarlo mucho). A más ver.