Opinión

El interminable juego de la guerra

Protestas en Israel contra el primer ministro Benjamín Netanyahu.

Protestas en Israel contra el primer ministro Benjamín Netanyahu. / AP

El juego de la guerra es la historia interminable o el cine sin fin que dura y dura y no se agota jamás. Éramos pocos e Irán lanza drones y misiles contra Israel que han sido interceptados por la defensa aérea israelí y el apoyo estadounidense y británico con el respaldo de Francia, Alemania y Jordania. El lanzamiento se ha producido en represalia por el bombardeo del reciente 1 de abril contra el consulado iraní en Damasco, donde murieron varios altos mandos militares iraníes y sirios. El Pentágono es el principal aliado de Benjamin Netanyahu, a quien suministra munición constante, incluso, pese a alguna discrepancia, para que el genocidio y los crímenes de guerra en Gaza continúen. Defender la seguridad de Israel no puede consistir en una fiesta del horror y en saltarse el derecho internacional humanitario.

«Juntos venceremos», indica el primer ministro israelí. La estrategia le funciona de momento. El masivo y anunciado ataque iraní permite recobrar a Tel Aviv el pleno apoyo de Washintong y desviar el foco de atención respecto a la masacre que las tropas israelíes cometen contra el pueblo palestino. O sea, Occidente se moviliza en apoyo de Israel y eso anima a Netanyahu a seguir haciendo de las suyas. Ya tiene un pretexto con el que provocar una escalada bélica, lo que el inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden, quiere evitar en Oriente Medio. Es decir, un conflicto sin control a partir de una respuesta desproporcionada. El G7 llama a la moderación a fin de evitarlo, mientras la venganza desatada por el primer ministro, como consecuencia del ataque terrorista de Hamás del pasado 7 de octubre, sigue su curso.

La economía mundial se vería muy afectada si hubiese una total ofensiva de Israel contra Irán. Bloqueo de las rutas comerciales e impacto sobre la producción y el comercio de hidrocarburos. Una hecatombe. Y la posibilidad de un terremoto geopolítico si la estrategia belicista aumenta. ¿Prevalecerán las cabezas frías para eliminar el riesgo de una guerra regional? Es preciso alejarse del borde de este abismo y estabilizar la situación. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.

Todo esto no le viene mal al PP porque contribuye a que se pongan de acuerdo Núñez Feijóo y Díaz Ayuso, en materia de política internacional, y a señalar nuevamente a Pedro Sánchez, claro. El origen de todos los males habidos y por haber. Según Ayuso, refiriéndose al despropósito en Gaza, el presidente del Gobierno «intenta buscar la paz donde nadie se lo pide». Lo de esta señora, víctima de sí misma y de los titiriteros que tiene detrás, es penoso. Deben de parecerle mal la contención y las vías diplomáticas. Algunos solo alientan la confrontación y la irresponsabilidad en sesión continua.

Recordemos que la ONU, como no puede ser de otra forma, condena esa matanza y considera inaceptable que Israel rechace una solución de dos Estados a su conflicto con los palestinos y que esa postura envalentona a los extremistas en todas partes. Ya lo ven. Además, las Naciones Unidas y sus socios lanzaron un plan que establece el mínimo necesario para ampliar las operaciones humanitarias y cubrir las necesidades. ¿Qué hace aquí el líder de la oposición? En vez de situarse detrás del Ejecutivo como hacen otros en los países europeos y occidentales, se sitúa enfrente y busca el choque electoralista.

Dado este desorden de cosas, los miembros de la Alianza Atlántica destinan este año 380 000 millones de dólares en partidas de defensa. La guerra de Putin en Ucrania está provocando el mayor rearme e inversión en gasto militar desde la II Guerra Mundial. Va al alza. Tiene su razón de ser, pero es lamentable la idea de dar 100 000 millones de euros a Kiev durante los próximos cinco años, a fin de que la pelea no decaiga. Qué importa, en favor de la seguridad, otro tipo de cuestiones básicas allí y en el mundo. Esto no encoge a Moscú, sino que echa leña al fuego y puede alargar más la lucha estéril de Zelenski en la que Rusia tiene todas las de ganar. Es la constatación rotunda del fracaso de la diplomacia. «Más vale un mal arreglo que un buen pleito», se dice, o «es mejor un mal acuerdo que una buena guerra». ¿Soberanía de Ucrania? Pues sí.

La comunidad internacional pide contención a Israel, que no tiene licencia para desatar más demonios y matar indiscriminadamente. Las repercusiones podrían ser enormes, como decimos, con este juego diabólico, interminable y en fase creciente de la guerra.