Opinión | Temes des d'Elx

Salvarse del concejal Navarro

Debía haber dimitido de inmediato, hubiera facilitado una posible rehabilitación política, como ha pasado en otros casos, y hubiera quedado mejor él, el Ayuntamiento y la imagen de la ciudad. 

Un policía saca una silla del salón de plenos en Elche el pasado lunes para evitar la sensación de vacío al no acudir a la sesión el edil dimisionario

Un policía saca una silla del salón de plenos en Elche el pasado lunes para evitar la sensación de vacío al no acudir a la sesión el edil dimisionario / Pilar Cortés

Aunque el título de esta tribuna pueda parecerse al de la película de Steven Spielberg «Salvar al soldado Ryan», todo es pura coincidencia. Incluso el objetivo es diferente. Allí había que salvar al soldado Ryan y, aquí, era el equipo de gobierno municipal de PP-VOX el que tenía que salvarse de lo que había pasado con el concejal José Navarro

Recordemos que, durante la pasada Semana Santa, este concejal del PP, ahora ya dimitido, acudió a la iglesia del Salvador en la noche del Viernes de Dolores mientras allí estaba el trono de su hermandad, la de la Flagelación y Gloria, de la que era costalero.

Según parece, su comportamiento llamó la atención de todas las personas que allí estaban presentes. El propio Navarro, a raíz de saltar a la Prensa la polémica por dicha situación, ha reconocido públicamente que llegó a dicha iglesia «bajo los efectos del alcohol» aunque ha negado que, como se había dicho en algunos medios, hubiera podido mantener relaciones sexuales con una mujer bajo el trono citado. 

Una vez la noticia saltó, la semana pasada, a un medio digital nacional, el tema corrió como la pólvora. A pesar de ser «vox populi» en la ciudad, curiosamente nada se había publicado. A partir de ese momento el tema ha hecho correr ríos de tinta. Gran parte de la prensa nacional, radios y televisiones se han hecho eco del asunto. La imagen de la ciudad ha sido dañada por lo que ha pasado. El hecho de ser un concejal del equipo de gobierno PP-VOX, de acontecer en un viernes de Dolores, en un recinto religioso, etc. reunía todas las características para un tema morboso como pocos. Únase a ello su derivada política y máxime en un Ayuntamiento como el de Elx, que se presentaba defensor de determinados valores que chocaban de lleno con lo ocurrido. La situación ponía a prueba el discurso oficial de la Alcaldía en este aspecto. Y el resultado ha sido frustrante.

Pleno de renuncia del concejal José Navarro, en Elche, votando la urgencia del mismo

Pleno de renuncia del concejal José Navarro, en Elche, votando la urgencia del mismo / Pilar Cortés

Ante lo ocurrido, y por el hecho de ser concejal y el lugar dónde habían transcurrido los hechos, debía haber dimitido de inmediato. Hubiera facilitado una posible rehabilitación política, como ha pasado en otros casos y hubiera quedado mejor él, el Ayuntamiento y la imagen de la ciudad. 

Téngase en cuenta que esta era la primera Semana Santa del equipo de gobierno PP-VOX en el Ayuntamiento. Para ser la primera ha sido sonada. Si ya era llamativo que se aprobaran unos criterios de uniformidad y comportamiento en los desfiles, que eran de otra época (la foto de grupo que publicó INFORMACION el 11-4-24 parecía de décadas atrás), que pasara lo que pasó, en día tan señalado en El Salvador, debía haber motivado otra respuesta exigiendo responsabilidades políticas al concejal afectado. Como es de suponer que se hubiera hecho si el afectado hubiera sido de la oposición. Y eso hubiera sido lo mínimo que le hubiera caído, sin contar denuncias, anatemas y, si hace falta, hasta «el ángel exterminador» que diría Buñuel.

Con Navarro ha sido diferente. Es lo que tiene estar en el otro lado. Ni la Alcaldía le exigió públicamente nada, incluso se le disculpaba alegando un «asunto personal», obviando que era un concejal, y que había pasado en una iglesia. Ni Mazón, que llegó a decir que en los estatutos del PP esto no estaba contemplado, lo que es un alivio por lo que podría suponer. Al final, los que decían recuperar determinado mensaje «moralizador» optaban por hacer la clásica excepción cuando les afecta a ellos. Y esperar que el tiempo haga que el asunto se olvide y a vivir, que son cuatro días.