Opinión

El ausente: ¡Presente!

Pedro Sánchez con Salvador Illa, este sábado en Montmeló.

Pedro Sánchez con Salvador Illa, este sábado en Montmeló. / JORDI COTRINA

El domingo pasado especulábamos sobre lo tentador que resultaba pensar que Sánchez («El Ausente») se iba para, tras apelar al victimismo, a su edulcorada y cursi canción de amor, y tras una breve regencia de la «hooligan» Chus Montero -peluquería mediante- y la convocatoria de elecciones, volver en olor de multitudes aclamado por el pueblo huérfano. Pero precisaba que, de ser así, se iba a dejar pendientes las asignaturas de sus chantajistas socios (amnistía, indultos, ventajas carcelarias de etarras, concesiones fiscales…), y, dado que las elecciones podría perderlas, eso no les iba a gustar a sus blanqueados conmilitones de legislatura. ¿Con quién estarán mejor tratados los herederos políticos de ETA, los golpistas catalanes, los huidos de la justicia en un cobarde maletero, y la extrema izquierda proiraní, bolivariana y putinesca? Pues eso, con «El Ausente». Una vez que el Sansón del progresismo ha destrozado la aviesa quijada del dóberman de la derecha; una vez amordazados los periodistas de la «fachosfera» señalados para su linchamiento los jueces del «lawfare», el Poder Judicial (ese es el objetivo), y salvado vicariamente el honor de Dalila (a la mayoría de mortales los tacharían de machistas; en él es amor), vuelve Sánchez para apuntalar el templo de la democracia mientras mima su apolíneo cabello autocrático.

España, los españoles y la democracia, no han podido pasar mayor sofoco, vergüenza tan humillante y bochorno tan zafio, como en estos cinco días en los que el presidente del Gobierno de la cuarta economía de la UE, mediante una carta en redes sociales, sin comunicarlo antes al Rey, al Gobierno, al Parlamento, ni a su partido, decidió ausentarse de sus obligaciones desojando una margarita a la que ya le había contado los pétalos. Es indignante la tomadura de pelo, la falta de respeto a los ciudadanos, a las instituciones democráticas, al sistema de contrapesos, a la independencia del Poder Judicial, a la libertad de información, el esperpento protagonizado por un Narciso enfermo patológico de poder que lo antepone todo -España, su familia y el PSOE- con tal de ver su rostro dibujado en las aguas de su inconmensurable vanidad. Y no le den más vueltas, sobre todo quienes todo lo han aplaudido de este manipulador profesional que no ha tenido el más mínimo escrúpulo en utilizar a su mujer, el hogar invadido, el victimismo y la intimidad, para buscar un plebiscito populista impensable en las democracias europeas. Solo él y sus maquiavélicas elucubraciones propiciaron que la prensa internacional creara la ecuación Sánchez-dimisión-esposa-corrupción.

Para quienes solemos dudar de que las enfermedades recidivas no vuelvan por donde suelen -la impostura, la mentira, la falsedad, la manipulación y el mesianismo autocrático importado de la más densa jungla latinoamericana y sus grotescos caudillos libertadores-; para quienes sin la certeza de la verdad absoluta sí vemos dónde duermen los apetitos más oscuros y miserables, la inmoralidad ofendida y el venenoso desprecio por las reglas éticas, resulta altamente revelador la baja acogida popular que el sábado le dispensaron al «Ausente». Solo doce mil personas, muchas de ellas con el carnet dorado de la tercera edad asomando junto al bocadillo de jamón y el numero de autobús de vuelta, pudieron ser acercadas a la sede del PSOE de Madrid para vitorear a un ausente caudillo abatido por la prensa maligna, el «lawfare» demoníaco y la derecha antidemocrática. Mientras, sin que Pedro Almodóvar hubiera secado aún sus lágrimas de dolor, en el calor de hogar de La Moncloa, «El Ausente», afectado por la molesta febrícula que le causaba deshojar la margarita existencial, recordó vagamente las palabras de Churchill a Chamberlain cuando éste firmó el Pacto de Múnich que entregaba Checoeslovaquia a Hitler; «escoger el deshonor y la indignidad a cambio del poder y, después, perder el poder quedándote además con el deshonor». O algo así, pensó confuso.

Al final, todo ha sido una grotesca tomadura de pelo, siempre lo fue. Pocos días después de la cursi aflicción amatoria, del viscoso fango periodístico, de jueces golpistas, de la antidemocrática derecha provocando la obscena exposición de su esposa a las fieras, Sánchez comparecía en la Feria de Abril de Barcelona para agitar el populismo de las elecciones catalanas. El infarto de miocardio que presagiaba la famosas «carta», resultó ser un leve sarpullido de intolerancia a la fiebre del heno, tan propia de la primavera de los enamorados. Eso sí, antes del paseíllo, Sánchez compareció en una entrevista sin periodistas en su casa de RTVE para explicar el punto y aparte por el que meterá en cintura a la prensa hostil y a los jueces independientes. Prepárense para una batería de medidas autocrático-populistas contra cualquier atisbo de liberad informativa discordante, o contra el ejercicio de la independencia judicial en según qué casos (vean la campaña de acoso contra la familia y el juez que ha abierto diligencias a Begoña Gómez). ¡Ojo!, y si usan el trilerismo de manera inteligente, Europa mirará para otro lado dando por perdidos, desdeñosamente, a esos europeos del sur. Lo que no hagan los resortes democráticos españoles por salvar la democracia en España no lo hará la UE.

Sánchez se ausentó de sus obligaciones como presidente del Gobierno alegando lo que resultó ser una más de sus farsas. Pero se ausentó, esa es la única verdad. Para quienes peinamos con dificultad el pelo de un cuerpo profundamente afligido, es inevitable recordar que, tras una farsa de juicio, José Antonio Primo de Rivera fue fusilado en Alicante en noviembre de 1936. Nacía así la leyenda de «El Ausente». A José Antonio lo «ausentaron». El Ausente está ¡Presente! A más ver.