Opinión

Es el fango, no el periodismo

Archivo - Imagen de recurso de logos de redes sociales en una pantalla.

Archivo - Imagen de recurso de logos de redes sociales en una pantalla. / JEFF GRITCHEN / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO

Las redes sociales nos han cebado desde su existencia a ver y consumir las realidades y los mensajes que nos gustan recibir. Nos alimenta de nosotros mismos, un ejercicio de endogamia intelectual de efectos tan negativos como la endogamia física. La realidad ni si quiera la contemplamos en una caverna y sus reflejos, ahora nos la crea un logaritmo matemático para recibir en nuestro teléfono móvil sólo aquello que confirma nuestras creencias. Lo preocupante de esta enfermedad social es que nos hace irascible a los mensajes contrarios o diferentes a nuestra cosmovisión del mundo, genera ciudadanos más intransigentes con las opiniones distintas y muchos más beligerantes cuando el mensaje es contradictorio a nuestra escala de ideales. Si no estamos atentos, las redes sociales, que no son medios de comunicación sino espacios para decirse cosas, nos empujan a la intransigencia contra aquello que nuestro modelo mental no acepta.

La cura es el buen ejercicio del periodismo. Y la humildad suficiente para entender que el mundo es tan vasto que no se puede abarcar todo ello mirando desde un único lado, y desde luego, asumiendo que todo se ve peor si lo hacemos desde un extremo, sea el que sea. De esto va el periodismo, de ofrecer desde la nobleza y la ética de su ejercicio varias visiones del mismo escenario. Ninguno mentirá si se basa en la veracidad y la objetividad que exige nuestra profesión. Y permitirá a los lectores que buscan una proyección a este mundo complejo una visión en gran angular. Dicho de otra manera, el problema no es que dos titulares de dos medios de comunicación no sean iguales, el problema es pensar que sólo nuestra visión es la correcta. Lo sano es mirar desde muchos rincones para que nadie nos diga qué pensar, sino con qué elementos trabajar para pensar por nosotros mismos. Ese es el valor del periodismo.

En redes sociales, se dan nociones gratis de periodismo. Hemos visto recientemente uno que nos dice que “si uno dice que llueve y otro dice que no, la obligación del periodista es salir a la calle y comprobar qué está pasando”. Para nada, a la calle puede salir cualquiera. La obligación del periodismo y del periodista es analizar por qué cada uno de los personajes dice lo que dicen, entender sus intenciones, las causas y las consecuencias.

Pero hoy, esa labor se pone en entredicho, porque lo que exigen unos y otros reclaman del periodismo lealtad y seguidismo. Es preocupante como, sin intención o con toda ella, se lanzan mensajes contra el periodismo y contra los periodistas en este sentido. Y no, no es aceptable. Hay que decirlo clara y abiertamente: el problema no es el periodismo, es el fango. Y el fango no lo crea el periodismo, en ningún caso. Porque si crea fango, no es periodismo.

Si ponemos en duda el periodismo, acrecentamos la certeza de generar democracias más débiles, menos robustas y con una capacidad mínima de defenderse de los modelos totalitarios. Como sociedad, no podemos criminalizar el ejercicio del periodismo ni la tarea de los periodistas. No podemos caer en la trampa de que los medios sean el problema. Y no podemos aceptar que la alternativa sean las redes sociales o los influencer. Sin periodistas no hay periodismo. Y sin periodismo no hay democracia. Así de sencillo, así de complejo.

Por ello, debemos defender la validez y nobleza de las líneas editoriales de cada medio, siempre que se cumpla con los principios deontológicos de las escuelas más básicas de la profesión. Porque la realidad no la podremos abarcar si sólo pretendemos que todos vean y sientan el mundo a través de nuestra mirada. Pretender que todo se mire desde un prisma no tiene nada que ver con el periodismo, y mucho menos con la democracia.

Y el periodismo tiene que ser un contrapeso al ejercicio del poder, no un aliado de un partido u otro; el periodismo debe ser el ejercicio de la reflexión y el análisis de las decisiones y de los actos, no de las posturas ideológicas de nadie. El periodismo no es alabanza y loa, es crítica, es análisis, es revisionismo, es diagnóstico, es el punto de la duda razonable como camino de acercamiento al conocimiento de lo que estamos viviendo en sociedad. Si negamos el periodismo, si anulamos la figura del periodista, terminamos con todo y sólo dejamos en su lugar un poso de fango.