Opinión | El indignado burgués

¿Prescriben los delitos de los robagallinas?

¿PRESCRIBEN LOS DELITOS DE LOS ROBAGALLINAS?

¿PRESCRIBEN LOS DELITOS DE LOS ROBAGALLINAS? / JavierMondéjar

Ni es, ni será ni ha sido nunca la Justicia igual para todos. Quien se quiera rasgar las vestiduras, ahora está a tiempo, no hace falta que lea más. Es políticamente correcto decir que la Justicia es ciega y los jueces no miran la filiación de los acusados, ni las circunstancias sociales, personales o mediáticas, pero es evidente que en la administración de la ley intervienen muchas más circunstancias y la inocencia tiene muchas caras, casi tantas como la culpabilidad. Y desde luego, o la justicia es rápida o no es; las garantías procesales favorecen siempre al dinero, que compra abogados especialistas en dilatar los plazos, hasta que prescriben.

Curiosamente los robagallinas nunca ven prescritos sus delitos; normalmente ingresan en prisión preventiva y entonces ya ellos procuran que su proceso sea lo más corto posible. Por la cuenta que les trae. En cambio, en delitos de guante blanco, realizados por prohombres de la sociedad, se retuercen los procedimientos y se emplean todas las posibles tácticas dilatorias. En algunos casos incluso a alguien se le olvida (¿?) mover papeles, con el resultado que se ve a menudo: el plazo ha vencido, no podemos juzgarle, ergo, es usted inocente. Seguramente será más culpable que Landrú, pero si no hay juicio no hay culpabilidad y no habrá pasado ni un rato en el calabozo. Todo legal. Tampoco si te mueres en el interín, lo que ofrece la paradoja de que hay quienes con gran alborozo defienden algunas inocencias que nunca fueron probadas. Es verdad que tampoco un juez determinó la culpabilidad.

Hay delitos que resultan fáciles de probar y otros que no. Un asesino o un ladrón dejan más cabos sueltos que el receptor de un soborno o un corrupto. Si dejas las huellas en el arma del crimen o se te graba con una cámara desvalijando una caja fuerte, no hay duda: a la mazmorra fría que vas. En cambio: ¿Cómo probamos un amaño o una mordida?, porque nadie firma un recibo diciendo que la cantidad tal recibida en una bolsa de plástico sirve para reescribir dos rayas en el plan general. Estaría bien que los corruptos tuvieran una cierta ética, y exigieran y brindaran documentos, pero, me temo que es como pedir continencia en un festín de caníbales.

Trampa tramposa. Así no hay forma de pillarlos, se escurren entre los agujeros del sistema. Existen escuchas, cintas y grabaciones, vale, pero muchas veces son anuladas por los jueces (véase el primer proceso de Zaplana en el caso Naseiro y ese lapidario “Estoy en política para forrarme”). Un abogado hábil consiguió la anulación de las cintas y sin grabación no había caso. Al final, y presuntamente, consiguió su objetivo (el de enriquecerse, digo), como estamos viendo en el juicio actual deliciosamente narrado por Merche Gallego, por cierto.

Me alucinan las excusas de algunos a la hora de justificar la pasta y las propiedades que tienen, amparándose en unos ahorrillos y un estilo de vida austero. Hay que ver la economía doméstica para lo que da, “cal estalviar els diners com sempre ha fet la tieta”, que cantaba Serrat. Y si no el truco de que su patrimonio es cero y vive de prestado en casa de su hijo, como le oí una vez a Mario Conde en su apabullante cortijo. O la lotería.

Es verdad que el paisanaje en general no cree que la corrupción sea delito. Uno de los refranes más extendidos es el “pónme donde haiga”, que supone que el que no afana es un gil, tal que afirmaba Discépolo. Llevamos mucha picaresca a nuestras espaldas desde el Lazarillo y hemos tenido, en toda la historia, pocos gobiernos realmente ejemplarizantes, es más, han acostumbrado a ser espejo de villanía. No es extraño que, por una parte, no se vea mal eso de cobrar una comisión y, por la otra, se disculpe a quienes lo hacen (cuando son de nuestro signo político, que siempre ha habido clases).

En eso de la corrupción hay muchos niveles y se van dejando miguitas aquí y allá. Groucho Marx se cargaba de razones éticas afirmando que no iba a permitir injusticias ni juego sucio, “…pero, si se pilla a alguien practicando la corrupción, sin que yo reciba una comisión... ¡daremos la orden de disparar!". Y el corrupto y simpático gendarme de “Casablanca” no tenía empacho en cobrar la mordida por un lado y gritar al mismo tiempo: “que escándalo, he descubierto que aquí se juega”.

El currante bastante tiene con levantarse a las siete todas las mañanas y siempre piensa que los que roban no roban su dinero, no es como si le metieran la mano en el bolsillo. No es verdad, naturalmente, pero mientras no haya conciencia de lo que nos afanan, las leyes no acoten el terreno y los jueces no consigan acelerar los procesos, los delitos prescribirán o no habrá pruebas para condenar. Y los robagallinas, mientras tanto, pagarán sus culpas en prisión. Ya, no es justo, pero así es la vida.