Reconozco que no quiero dilapidar el poco tiempo que me da la vida y soy un extravagante friki por no estar en ninguna red social. Que, por cierto, son más bien redes antisociales, ya que promueven la falsedad, competencia, y disminuyen el contacto cara a cara entre nosotros.

Me di de alta durante un mes, y quedé horrorizado. Me sorprende lo fácil que es insultar amparado en el anonimato, estos "haters" nunca tienen foto ni firman con su nombre real, eso sí, escriben con unas faltas de ortografía que flipa.

Antiguamente, si querías opinar de algo, tenías que tener dinero para llevarlo a una imprenta. Actualmente, como dijo Umberto Eco: “Las redes sociales dan derecho a hablar a legiones de idiotas, han promovido al tonto del pueblo como portavoz de la verdad".  

Pero lo más curioso fue descubrir personas que cada día comparte en las redes lo que han comido, con quién han estado y a dónde han viajado. Les preocupa más hacer fotos de la paella que van a degustar que disfrutarla. Much@s jóven@s publican en Instagram diariamente todo lo que hacen, dando pistas a hipotéticos acosadores (interesante novela de Pablo Rivero," Las niñas que soñaban con ser vistas" INFORMACIÓN de 27 de julio de 2021). Otr@s  se dan de baja porque les deprime ver que su vida es mucho menos interesante que las de otr@s compañer@s de clase

Estamos en una sociedad en la que cada uno vive sometido a crear una buena imagen de sí mismo para gustar al resto, deseamos hacer creer al mundo que tenemos una gran vida, necesitamos que nos den un like y tener muchos followers. ¡¡Maldita cultura de la apariencia!!

Está claro que todos (yo mismo incluido, que cuando viajo cuelgo fotos en el estado del WhatsApp) tenemos una cierta vanidad, pero ¿tan patética es tu existencia que necesitas la aprobación y la admiración de los demás? Preocúpate de tener tranquila tu conciencia, en vez de hacerlo de tu reputación, lo que los demás piensen de ti no debería de importarte tanto. Porque vivir es una cosa y representarlo es algo muy distinto.