La contracrónica

Juicio por el caso Erial: Grau se pega un tiro en el pie

En una declaración deslavazada y plagada de contradicciones, el exasesor fiscal de Zaplana ni le echa un capote al exjefe del Consell ni ejecuta el ataque a Joaquín Barceló del que le había advertido, mientras saca a escena a los Cotino 

Un momento de la declaración este jueves de Francisco Grau con Joaquín Barceló justo detrás junto a Franscisco Pérez, el "Gasofa", y Elvira Suanzes.

Un momento de la declaración este jueves de Francisco Grau con Joaquín Barceló justo detrás junto a Franscisco Pérez, el "Gasofa", y Elvira Suanzes. / INFORMACIÓN

Mercedes Gallego

Mercedes Gallego

Nadie, salvo probablemente el protagonista, entendió nada de lo que ocurrió durante la sesión de este jueves ante el tribunal de la Audiencia de València que está enjuiciando el caso Erialen el que Eduardo Zaplana, entre otros, se está jugando pasar una larga temporada entre rejas por delitos relacionados con la corrupción y el blanqueo de capitales.  

El hecho es que le había llegado el turno de declarar a Francisco Grau, economista, exasesor fiscal del exministro y considerado el cerebro de la trama financiera del denominado por la Fiscalía «grupo criminal». Y, contra todo pronóstico, no hizo nada de lo que de él se esperaba. 

A saber. Ni echó un capote a su compañero de banquillo y exjefe del Consell, ni tampoco destripó lo testificado en la jornada anterior por el también encausado y testaferro confeso Joaquín Barceló, a quien expresamente le había advertido de que iba a hacerlo.

Y, sin saber muy bien a cuenta de qué, sacó a escena a los Cotino, que era lo último que querían los sobrinos del fallecido exdirector general de la Policía, quienes al menos hasta ahora habían optado por mantener un perfil bajo. Veremos que ocurre ahora cuando les llegue su hora de hablar. 

A pecho descubierto

Pero volvamos a la sesión de este jueves. Alguna pista de lo que iba a ocurrir tenía que haber dado el que Barceló, Pachano para los amigos, apareciera en la sala a pecho descubierto, sin chaleco antibalas ni tapones en los oídos. Era la indumentaria que le había anunciado a Grau que llevaría después de que este, al término de su declaración el día anterior, le afeara que «no hubiera omitido al menos lo de los cinco millones de Andorra» (que supuestamente le dio en una bolsa, lo que ayer Grau negó) y le advirtiera de que hoy (por ayer) le tocaba declarar a él. De ahí a la amenaza directa, un paso. 

Pero ni Pachano acudió parapetado a la sala de vistas, ni falta que le hizo. Defraudando las expectativas que en él se habían depositado, el exasesor fiscal de Zaplana protagonizó una declaración de más de cinco horas deslavazada, plagada de contradicciones y con un componente ególatra que hubo momentos en que provocó sonrojo. No a Grau. Al resto.

Si no dijo media docena de veces que era economista, graduado en Derecho, experto en Matemáticas Financieras y antiguo profesor universitario, no lo dijo ninguna. Quizá a media docena no llegaron.Pero, en cualquier caso, fueron tantas y tan profusas las referencias a lo excelente profesional que es y a los bastos conocimientos que atesora en su materia, por no citar más autobombos, que en más de una ocasión el presidente de tribunal, Pedro Castellano, le conminó a que se centrara en responder a la pregunta que le habían hecho porque todos a esas alturas tenían claro lo buen profesional que era.

Pero a la primera de cambio, Grau volvía a irse por los cerros de Úbeda pronunciándose incluso acerca de temas sobre los que no le habían preguntado y que nada tenían que ver con la causa que se está juzgando. 

Tal fue el caso del revés que, sin aparente justificación, lanzó al grupo Baraka, propietario entre otros inmuebles del cine Ideal de Alicante, del que dijo que «había que atar en corto». Una manifestación de la que se tuvo que desdecir poco después tras conminarle a que lo hiciera el abogado del responsable de la mercantil, Vicente Grima, presente en la sala al ser también el letrado de los hermanos Cotino. «Pues lo retiro», acabó diciendo Grau.

Enmarañar

En lo tocante a los hechos que han dado pie a este proceso, y al entramado de empresas a través de las que se presuntamente se canalizaban las supuestas mordidas, más que a aclarar, el testimonio de Grau contribuyó a enmarañar.

Tan pronto una de las mercantiles que presuntamente era de Barceló había pasado de los Cotino al llamado testaferro uruguayo, Fernando Belhot, sin que el otrora amigo Zaplana de Benidorm apareciera por ninguna parte, que afirmaba que el testamento de Pachano que se encontró sin que el interesado supiera se llamaba así aunque realmente no lo era. De locos.

Apoyándose en un sinfín muletillas que hacían inviable una declaración fluida, muy al contrario de lo que el miércoles ocurrió con Barceló o incluso el martes con Zaplana, Grau no dejó de intentar durante todo el interrogatorio del Ministerio Público que fuera él, y no el fiscal Pablo Ponce, quien marcara el ritmo e incluso el sentido de las preguntas. 

Si no lo consiguió no fue por falta de tesón sino porque todos sus intentos chocaban contra el muro de un acusador que demostró saberse hasta donde estaban colocadas cada una de las comas del sumario.

Las preguntas de las defensas tampoco es que permitieran aportar mucha más luz. Las de la suya solo contribuyeron a apuntalar lo ya dicho y, al menos parece que era lo que se pretendía, a ejecutar el aviso para navegantes que le había hecho a Pachano el día anterior. Que cómo alguien que había estado al frente del CDT iba a firmar todo lo que le ponían delante sin mirarlo, que nunca le dijo que sospechaba de que las empresas eran en realidad de Zaplana, que declaró lo que declaró porque le habían obligado y porque no quería volver a prisión... Minucias.