Ciencia y sociedad

¿Estamos viviendo los últimos tiempos de la democracia?

Tal vez Donald Trump le dé este año el golpe de gracia si, como parece que va a ocurrir, regresa en 2025 a la Casa Blanca

La crisis de la democracia hace bascular al mundo, no sabemos en qué dirección.

La crisis de la democracia hace bascular al mundo, no sabemos en qué dirección. / Generador de imágenes de COPILOT para T21/Prensa Ibérica.

Eduardo Martínez de la Fe

Eduardo Martínez de la Fe

Los síntomas de la decadencia democrática aumentan cada año, advierte The Economist, sembrando la duda sobre la capacidad de supervivencia de este sistema de gobierno que apenas cubre a la mitad de la población humana. Trump podría darle el golpe de gracia si regresa a la Casa Blanca en 2025.

Cada año que pasa, la salud de la democracia empeora. Según el Índice de Democracia de The Economist (2023), menos de la mitad de la población del planeta, cerca del 46%, vive en algún tipo de democracia, aunque solo un 8% lo hace en alguna de las 24 democracias plenas que identifica la revista.

Además, existen 59 regímenes autoritarios que aglutinan a más de un 39% de la población mundial, debido principalmente a la situación que vive China y sus cerca de 1.400 millones de habitantes.

A nivel global, los datos de 2023 son los peores desde que el índice de The Economist se comenzó a publicar hace 17 años. La nota media de la salud de la democracia en el mundo, en una escala de 0 a 10, fue de 5,23, un resultado peor incluso que el obtenido en 2021, cuando las medidas adoptadas por la crisis sanitaria provocada por el coronavirus hicieron caer el indicador hasta el 5,28.

El sucesivo empeoramiento de los síntomas de la democracia suscita la cuestión de si este sistema político de organización social y económica se encuentra en un proceso terminal, tal como plantea al respecto la revista Risk&Progress.

Desafíos en aumento

La democracia es una forma de gobierno que se basa en el principio de que el pueblo es soberano y tiene el derecho de elegir a sus representantes y controlar su actuación. Sin embargo, en los últimos años, este sistema de gobierno ha enfrentado varios desafíos y amenazas que ponen en duda su viabilidad y eficacia en el siglo XXI.

Uno de estos desafíos es el deterioro de la calidad democrática en muchos países que se consideraban ejemplos de democracia consolidada, como Estados Unidos, Reino Unido o India.

Estos países, claros ejemplos del distanciamiento que existe entre la población y sus dirigentes políticos, han experimentado procesos de polarización, populismo, nacionalismo, corrupción, desinformación y erosión de las normas e instituciones democráticas, que han socavado la confianza y la participación de los ciudadanos en el sistema político.

Además, la democracia se enfrenta a nuevos problemas y demandas que requieren respuestas innovadoras y adaptadas a la realidad actual. Entre estos problemas se encuentran el cambio climático, la desigualdad, la migración, el terrorismo, la ciberseguridad, la inteligencia artificial o la biotecnología.

Estos problemas plantean dilemas éticos, morales y legales que desafían los valores y principios democráticos, y que exigen una mayor cooperación y coordinación entre los actores nacionales e internacionales, algo que está fallando debido a la complejidad geopolítica.

La decadencia de la democracia en Estados Unidos.

La decadencia de la democracia en Estados Unidos. / Generador de imágenes de COPILOT para T21/Prensa Ibérica.

Además, está la cuestión del estrecho vínculo entre democracia y capitalismo, que comparten destino tras 200 años de convivencia. Y el capitalismo también está cuestionado porque aparece como responsable directo de la crisis climática que puede acabar con todo.

¿El principio del fin?

Ante este panorama, algunos autores han planteado la posibilidad de que la democracia esté viviendo sus días finales, y que termine siendo una invención del siglo XVIII que ya no sirve para el siglo XXI.

¿Hemos tropezado en nuestro camino hacia la “posdemocracia” propuesto por el sociólogo británico Colin Crouch?, se plantea la citada revista. Y señala: los elementos de la democracia todavía funcionan, tenemos elecciones regulares (por ahora), separación de poderes, medios de comunicación libres... etc., pero ¿se ha vaciado el espíritu de la democracia? Ésta es una pregunta difícil de responder.

Sin embargo, hay autores que aseguran la resiliencia y la capacidad de renovación de la democracia, y han propuesto reformas y medidas para fortalecerla y mejorarla.

Entre estas medidas se encuentran la educación cívica, el fomento de la cultura democrática, el diálogo y el consenso, la protección de los derechos humanos, el control de los poderes públicos, la transparencia y la rendición de cuentas, la participación y la representación ciudadana, la inclusión y la diversidad, la innovación científico técnica y la digitalización, y la cooperación y la integración regional e internacional.

La realidad es que estamos a años luz de que esta terapia regeneradora de la democracia despierte alguna esperanza de recuperar sus valores originales. La desilusión respecto a esos ideales está muy extendida en la sociedad global, como ha puesto de manifiesto The Economist.

¿Golpe de gracia?

Y este año 2024 tenemos en puertas el posible regreso a la Casa Blanca de Donald Trump: el WSJ hablaba ayer de pánico entre los demócratas. asegurando que una cuarta parte de la población estadounidense lo prefiere a Biden. Trump es la estrella del movimiento político global que amenaza con dar el golpe de gracia a la decadente democracia (como advierte The Atlantic) sin proponer una alternativa fiable, sino una involución épica que, según todos los indicios, impactará al mundo, desde Rusia hasta Oriente Próximo, pasando por Asia, África y, por supuesto, Europa, donde ha comenzado a sonar el ruido nuclear premonitorio de malos tiempos. El Boletín de los Científicos Atómicos ha vuelto a advertirlo la semana pasada.