El trabajo del cáñamo fue "la base de la economía de la Vega Baja desde finales de los años treinta hasta el principio de los sesenta", según recuerdan los más mayores de Redován, que no han olvidado el proceso ni han perdido la destreza. Lo volvieron a demostrar ayer desempolvando máquinas y utensilios que en algunos casos alcanzan el siglo de antigüedad, hombres repitiendo los trabajos de fuerza que vieron hacer a sus padres y ahora muestran a sus nietos, y las mismas mujeres que trenzaron en su juventud las botas de los soldados de la Segunda Guerra Mundial. Este conflicto bélico, y antes la Guerra Civil, conllevaron de hecho un fuerte aumento de la demanda de los productos que sabía elaborar la comarca: "La Vega Baja floreció, pero llegó el plástico y esto se arruinó", afirma Cayetano Ferrer, el narrador de la exhibición.

La fibra aún se demanda en la Unión Europea, aclara, pero la sentencia de muerte de estos trabajos tradicionales la firmó la prohibición de sembrar cáñamo, dice, algo que admite no entender muy bien porque "ésta es una variedad turca adaptada al terreno, no tiene aceite y no tiene nada que ver con el cáñamo ese de fumar". Ferrer es miembro de Barraca La Gramaera, la agrupación responsable de haber recuperado estas prácticas y de la exhibición que ofreció ayer Redován dentro de sus fiestas patronales. El vocal de esta asociación que reúne a 270 miembros, Antonio Marcos, admitía que "esto ya no tiene ninguna salida, nosotros hacemos una escuela para jóvenes que vienen sólo porque son de la casa".

Se refiere a que, hoy por hoy, la única motivación es querer mantener vivos los usos, las tradiciones y la historia familiar y de la zona, porque cada vez son menos las personas que saben cómo usar una "corchaora" para unir varios cabos y obtener cuerda, o una "gramaera" para desprender las "gramisas" (que "sólo valen para encender fuego") y obtener la fibra del cáñamo, que luego pasa por el "espadao" para separar otros desechos y después por el "rastillao" en la "tronchadora".

La soga la hacían en la puerta de casa las mujeres, las "sogueras", a partir de la fibra que apoyaban en una rama de morera clavada en el suelo. Formaban las mallas hasta enlazar trenzas de hasta 1,5 kilos. Con ello, y con el resultado del "banco de suelas" (donde estaban marcadas las tallas, aunque si había diferencias entre los dos pies simplemente se golpeaban con el "chamaril" para igualarlos), componían y aún componen alpargatas, zapatillas y botas, "que no son lo mismo, tienen formas diferentes", subrayan. Por supuesto, tampoco hay sólo un tipo de cáñamo, "la canal es el más fuerte, para textil, el clarillo para el hilado, la estopa para las suelas", explican.

Su vocabulario, su habilidad, los conocimientos, amenazan con perderse para siempre sin relevo generacional. Para tratar de retrasar la pérdida, Barraca La Gramaera mostró ayer a todo el pueblo una parte de sus propios orígenes en plenas fiestas.