"Torrevieja no es ya un pueblo de emigrantes, sino una ciudad de inmigrantes donde sólo el 10% de la población somos torrevejenses de nacimiento. Pero de aquella época aprendimos que tenemos que ser acogedores". La frase es del alcalde, Pedro Hernández Mateo, y resume el espíritu con el que hoy en día vive Torrevieja el Día del Ausente.

Hoy todo ha cambiado con respecto a 1960. "Hay un torrevejense en cualquier lugar del mundo" -dijo ayer Hernández Mateo-, porque han salido "a triunfar en la vida". Aún así lo cierto es que el pueblo, el núcleo duro de los vecinos de toda la vida, se echa a la calle en estas fiestas de La Purísima y retoma tradiciones de las que le dan identidad. Sin ir más lejos, los adornos de la calle Vicente Blasco Ibáñez, iguales que los de 1960 pero de plástico (no de papel, porque aquella primera vez, en vísperas del día de la patrona hace 50 años, todos los actos del primer Día del Ausente se aguaron con la lluvia).

Todos menos uno, la fiesta de bienvenida que el barrio le dio a la única niña que nació ese día en la localidad. Inmaculada, no podía ser otro nombre. Así lo recuerdan los mayores, entre ellos Ángel, un jubilado que por entonces"festejaba en aquella casa de enfrente", contó ayer con una sonrisa desde su silla de ruedas.

El de ayer era un día para recordar también a quienes ya no están, "a los ausentes que están presentes, y a los que no lo están". Entre ellos, Hernández Mateo tuvo un recuerdo para el ex alcalde Manuel Tarisola. Pero muchos más fueron mencionados: "Antonio García, José Molero...". El hijo de este último, Alonso de segundo apellido, tomó el testigo de su padre y diseño los adornos de la calle Vicente Blasco Ibáñez (una imagen de la Virgen en el suelo, motivos náuticos y alusiones a la industria salinera).

Algunos de los restos gráficos de aquella época están recogidos en la exposición "50 aniversario Día del Ausente", inaugurada en la sala de muestras Vista Alegre. Mobiliario antiguo, encajes de bolillos, útiles de cocina y demás instrumentos que algunos recuerdan con nostalgia y otros miran con curiosidad para saber cómo vivieron sus abuelos.