Ningún oriolano piensa en su ciudad sin incorporar al recuerdo la imagen aparentemente desordenada de nuestro Palmeral. Las palmeras a la entrada, las palmeras desde arriba, las palmeras con el viento, las palmeras siempre presentes en nuestro imaginario como elemento identitario que dibuja nuestro paisaje. No sólo estéticamente: el Palmeral es también un paisaje cultural, pues está ligado a la forma de vida de nuestros antepasados y por tanto, contiene parte de nuestra historia. Lo que significa el Palmeral para el pueblo de Orihuela ya sería motivo suficiente para su protección. Pero no es el único: el Palmeral de San Antón es el segundo más grande de Europa y su valor medioambiental y etnológico está acreditado fuera de los límites de nuestra ciudad. Su forma de media luna, su enclave a los pies de la sierra, bordeado por la huerta de la Vega Baja, su singular ecosistema, donde conviven elementos naturales y antropológicos -tales como el tradicional sistema de riego o la distribución de los cultivos históricos del cáñamo- lo convierten en un lugar especial y único.

Lamentablemente, en los últimos 30 años, el Palmeral ha sufrido el peor proceso de degradación de su historia. Si en los años 60 contábamos con 20.000 ejemplares de palmera, en el año 2002 este número se había reducido alarmantemente a 6.000. Más allá del patrimonio natural, el abandono de la actividad agrícola -y de actividades artesanales como el cáñamo- ha supuesto la degradación de los sistemas de riego y caminos de labranza tradicionales. La falta de normativa urbanística que restringiera adecuadamente la edificabilidad en este entorno, la mala gestión de las infraestructuras, y el consecuente crecimiento de dotaciones a lo largo de la avenida Dr. García Rogel ha contribuido incuestionablemente a la degradación y ruptura del orden formal del espacio del Palmeral. Así las cosas, todo indica que, si seguimos en la línea de la desprotección y el abandono que el Ayuntamiento ha protagonizado hasta la fecha, el Palmeral está condenado a desaparecer, y con él, parte de nuestra historia y de nuestro patrimonio natural y cultural.

En este preocupante contexto, la elaboración de un Plan Especial de Protección del Palmeral de Orihuela era una urgencia a la que debía responder de forma inmediata el gobierno local, máxime cuando en la legislatura anterior ya había comenzado a trabajar en esta dirección. No sólo porque todo Bien de Interés Cultural debe tener un Plan de Protección asociado por normativa, sino porque de ello depende que recuperemos un espacio que todos reconocemos como nuestro, un paisaje que nos identifica como oriolanos. Este plan ha llegado por fin, pero ha llegado mal y tarde. El proyecto debía encontrar soluciones a las problemáticas que, durante las últimas décadas, han esquilmado nuestro Palmeral y lo han puesto en la grave situación de peligro en la que se encuentra actualmente: el abandono de los campos agrícolas y la degradación de los sistemas históricos de riego, el tratamiento desigual de las palmeras en suelo público y privado, la densidad de lo construido, la mala gestión urbanística y la proliferación de edificios, almacenes, naves industriales, carreteras e infraestructuras de todo tipo.

Sin embargo, el documento aprobado, pese a contar con un diagnóstico excelente de la situación, no aporta soluciones a los problemas citados. El Plan Especial de Protección del Palmeral que el gobierno local aprobó en agosto de 2016 no sólo se limita a la consolidación de las infraestructuras y los edificios ya construidos, sin plantear fórmula alguna de reversión de procesos urbanizadores, sino que incluso contempla el aumento de la edificabilidad de las parcelas, y la construcción de una futura carretera -que no es necesaria desde el punto de vista de la movilidad- que atraviesa la parte este del Palmeral de norte a sur. La existencia de esta carretera sólo puede responder a la voluntad de expandir nuestra ciudad por esta zona y especular con el territorio de huerta que abraza el Palmeral. Es decir, un instrumento urbanístico diseñado para proteger y limitar el crecimiento, queda supeditado a un futuro Plan General incierto, del cual lo único que se sabe es que promoverá la urbanización de parte del territorio que supuestamente se está tratando de proteger.

Por todo ello, desde Cambiemos Orihuela hemos presentado una serie de alegaciones que no hacen más que recoger reivindicaciones de vecinos y asociaciones, que pretenden dotar de sentido al documento original, y se desarrollan en tres ejes fundamentales: homogeneizar el tratamiento de conservación a las palmeras, independientemente de si éstas se encuentran en suelo público o privado; restringir la edificabilidad así como contenener e iniciar la reversión de la urbanización; y prohibir el aumento de la red viaria existente. Las alegaciones están disponibles en nuestra página por si alguien, personalmente, se anima a presentar alguna de ellas, o su propia versión. Presentamos estas alegaciones porque estamos convencidos de que sólo concibiendo un Plan que sea capaz de establecer unos criterios firmes de conservación de nuestro Palmeral y protegiéndolo de futuros procesos urbanizadores seremos capaces de defender la memoria, recuperar el paisaje, y revitalizar este espacio único en el mundo, un lugar que ya ha sido fruto de suficientes perversiones y que merece ser conservado y reconocido como un importante elemento identitario de la ciudad de Orihuela. Sólo de esta forma podremos citar con orgullo los versos de nuestro poeta Miguel Hernández, cuando reconociéndose a sí mismo en el paisaje oriolano, decía: "Alto soy de mirar a las palmeras, rudo de convivir con las montañas..."