Una huerta digna de museo

El profesor Rafael Martínez analiza los logros, carencias y aspiraciones de los espacios museísticos de la Vega dedicados al regadío

Solo un municipio de los 27 que componen la comarca, Rojales, cuenta con un Museo de la Huerta como tal reconocido por la Generalitat, que también reconoce los de Callosa y Guardamar, solo con algunas salas dedicadas a la cultura tradicional del regadío

Ecomuseo de Almoradí, en una vivienda agrícola de finales del siglo XIX rehabilitada

Ecomuseo de Almoradí, en una vivienda agrícola de finales del siglo XIX rehabilitada / TONY SEVILLA

Loreto Mármol

Loreto Mármol

Decía en 1951 el escritor y filósofo Antonio Sequeros que "un museo es como una selva de valores estéticos, donde parte de la historia de un pueblo ha ido quedando como prendida en sus galerías. Se diría que la vida de ese pueblo, sus escenas más expresivas y simbólicas, su estilo, en suma, han quedado prisioneros en su recinto, conservando el aroma de cada uno de los momentos vividos por él".

De los museos de la huerta en la Vega Baja ha hablado Rafael Martínez, director de la Fundación Poyecto Puçol, destripando sus logros, carencias y aspiraciones. Lo ha hecho en una conferencia que ha organizado la Cátedra Arzobispo Loazes de la Universidad de Alicante en el centro sociocultural de Rojales, con motivo del 250 aniversario de la villa.

Precisamente, de los 27 municipios que hay en la Vega Baja solo Rojales cuenta con un Museo de la Huerta como tal que está reconocido por la Generalitat Valenciana. Los otros dos, aunque no dedicados íntegramente pero que disponen de espacios específicos de la vida tradicional, son la colección museográfica del Museo Etnológico Municipal del Cáñamo y Huerta Roque Francisco Albert Lucas en Callosa del Segura y el Museo Arqueológico de Guardamar del Segura.

Exhibición de trabajos artesanales que organiza el museo del cáñamo de Callosa

Exhibición de trabajos artesanales que organiza el museo del cáñamo de Callosa / TONY SEVILLA

Luego, hay otros que aún no están reconocidos por la Conselleria de Cultura, también con algunos espacios sobre el trabajo en el campo, como son el Museo Etnológico de Cox, el Museo de la Huerta de Dolores, el Museo Etnológico Municipal de Rafal, el Memorial de San Isidro, el Museo La Alquería -centro de historia y cultura popular- de Daya Nueva, el Ecomuseo de Almoradí, el Museo de Historia y Cultura de Bigastro y el de Granja de Rocamora -en vías de constituirse-, así como otros espacios que también hay que destacar como el Centro de Interpretación del Palmeral (Orihuela), el Museo-Almazara en la pedanía oriolana de La Aparecida y el Molino Hidráulico de Formentera.

Una de las salas del Ecomuseo de Almoradí

Una de las salas del Ecomuseo de Almoradí / TONY SEVILLA

El de Callosa y el de Rojales son "los más singulares e importantes", explica Martínez, con actividades paralelas como visitas escolares. Del primero, Martínez destaca las exhibiciones de los trabajos artesanales del cáñamo, y del segundo, las rutas guiadas en torno a la Hacienda de los Llanos o de Don Florencio, una explotación agrícola de 30.562 metros cuadrados que fue habilitada como Museo de la Huerta, en el que el visitante conoce la realidad del trabajo tradicional en el campo a partir de los inmuebles y utensilios originales.

Así, el museo rojalero muestra la casa principal, donde se muestra la vida doméstica (ajuar, mobiliario, estancias, botica, etc.); la vivienda secundaria, que acogía a la familia encargada de organizar la producción agrícola, con un molino y panadería, y la caballeriza, dedicada con anterioridad al ganado y a los animales de tiro, donde se exponen trabajos tradicionales (la labranza, la apicultura, la matanza, caza y pesca) y oficios desaparecidos (aperador, corrionero, etc.). También hay una almazara, con todo el instrumental procedente de una de las últimas que funcionó en el término municipal, la de Lo Pepín.

Donaciones de vecinos

"El punto de partida de todos ellos es bueno", continúa Martínez, que añade que son proyectos colectivos y participativos, ya que surgen por el impulso de los ayuntamientos, pero sobre todo son los propios vecinos los que se movilizan para donar objetos, "forjando un sentimiento identitario en la gente".

Ahora bien, "en los más modestos hay que seguir construyendo", prosigue, de forma que "se doten de contenido y generen actividades para que sean dinámicos y no cierren las puertas hasta las próximas fiestas patronales".

Incluso, apunta, para "crear un circuito de museos de la huerta en toda la comarca en el que cada espacio sea complementario", destacando peculiaridades propias de cada territorio. Por ejemplo, el museo de Cox se encuentra en un molino de viento. Dolores, por su parte, puede incidir en el Cardenal Belluga y la colonización entre el municipio, San Fulgencio y San Felipe Neri, y Almoradí en su industria conservera y molinera.

En opinión de Martínez, organismos como Convega podrían impulsar esta red que es una descripción viva de la sociedad tradicional y recoge elementos de la cultura material, oral y espiritual. Un homenaje al arraigo huertano de la comarca, para poner en valor su patrimonio y paisaje, con unas costumbres vertebradas por el Segura y el esfuerzo de muchas generaciones durante siglos para conseguir hacer de una tierra baldía un vergel.