Apoyo incondicional de la Diputación al traslado a El Campello de los restos mortales de Rafael Altamira y su esposa Pilar Redondo. Su presidente Carlos Mazón se ha comprometido a apoyar económicamente este proceso que impulsa el Ayuntamiento campellero para la repatriación del humanista desde México.

Mazón ha trasladado al alcalde de El Campello, Juanjo Berenguer (PP), su respaldo personal e institucional al operativo puesto en marcha para traer los restos mortales del jurista y su esposa, Pilar Redondo, que reposan en México DF. La institución provincial apoyará “en lo que haga falta” para que el traslado de ambos hasta el cementerio de El Campello sea una realidad “cuanto antes”, ha explicado este lunes el Ayuntamiento en un comunicado.

El compromiso se plasmó la semana pasada durante una visita al Palacio Provincial de Juanjo Berenguer y la primer teniente de alcalde campellera, Lourdes Llopis (PP), al objeto de exponer a Mazón los pormenores de la operación, los contactos hechos ante la embajada española en México y la embajada mexicana en España, una empresa funeraria especializada en este tipo de traslados, y la familia del jurista, que respalda sin fisuras que Altamira vuelva a España.

La tumba de Rafael Altamira se encuentra en un pésimo estado de conservación

Con este apoyo, los cuatro niveles de la administración pública se han comprometido con la repatriación: local, provincial, autonómico y nacional. El objetivo de Juanjo Berenguer es que se sumen también instituciones de nivel académico, jurista, cultural, social y científico, “hasta conseguir que este asunto se convierta en un tema de interés general”, señala el primer edil.

El alcalde y la familia acordaron en abril poner en marcha este proceso, y el pasado junio el embajador de España en México remitió ya al Ayuntamiento de El Campello el certificado de la defunción del jurista alicante, dando así el primer paso en un proceso que se espera complejo. El Consistorio ha solicitado el respaldo del Gobierno central Generalitat y Diputación, manifestando las tres administraciones su voluntad de colaborar, y manifestando ya la Diputación su compromiso de ayudar incluso económicamente en la operación, para que los restos de Altamira descansen en El Campello, donde están enterrados sus padres, un municipio al que deseaba retirarse una vez jubilado, como anunció antes de exiliarse al país centroamericano en 1944.

La primera institución en dar pasos decididos y firmes ha sido la Embajada de España en México, que dirige Juan López-Dóriga Pérez, que ha encomendado al cónsul general, Manuel Hernández Ruigómez, la labor de apoyo logístico a la causa campellera. El cónsul, como primera acción, localizó el certificado de la defunción de Rafael Altamira, inscrita en el Registro del Estado Civil del consulado con fecha 3 de abril de 1952, diez meses después de su fallecimiento. El siguiente paso, encomendado también a Manuel Hernández, consistirá en la localización exacta de la sepultura del literato y su mujer en el pabellón español del cementerio de la capital mexicana, que se encuentra en una pésimo estado de conservación, así como facilitar el contacto directo entre las autoridades mexicanas para tramitar la solicitud de repatriación de la pareja.

El alcalde remitió cartas al presidente de la Diputación; el presidente de la Generalitat, Ximo Puig; el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares; el ministro de Cultura, Miquel Iceta; el embajador de España en México, Juan López-Dóriga, y el embajador de México en España, Quirino Ordaz, para solicitar colaboración para esta repatriación.

En todos los casos Berenguer explicaba en su misiva las razones que le llevan a plantear el proyecto, pidiendo respaldo institucional y, en el caso de las autoridades españolas -Diputación, Generalitat y Gobierno central-, compartir los gastos del proceso del traslado a El Campello de los restos mortales de Altamira y su mujer, cuyo coste se desconoce.

El jurista, nacido en Alicante en 1866, falleció en la capital de México en 1951, donde vivía exiliado y donde reposan sus restos en una sepultura sita en el Pabellón Español del cementerio del Distrito Federal, en una tumba que presenta un gran deterioro, abandonada y con la lápida partida. Y todo pese a tratarse de un alicantino universal, ya que no solo fue el primer español en formar parte del conocido hoy como Tribunal Internacional de La Haya, sino que fue propuesto para el Premio Nobel de la Paz en dos ocasiones y fue doctor honoris causa por las universidades de Burdeos, París, México, Santiago de Chile, Lima, Columbia y Cambridge.