"Mariola es uno de los principales montes del Reyno de Valencia, si sólo atendemos a su altura y vegetales; pero el primero y sin igual si se considera las riquezas que proporciona a los pueblos arrojando hacia todas partes ríos o copiosas fuentes como por especial privilegio de la Naturaleza". Estas palabras, escritas por el botánico Cavanilles hace casi tres siglos, resumen perfectamente la importancia que la Sierra de Mariola ha tenido para las comarcas de l'Alcoià, El Comtat y la Vall d'Albaida. Este singular entorno natural, considerado por los expertos como la última frontera verde ante el avance del proceso de desertificación de la provincia de Alicante, ha vivido en las últimas décadas bajo la constante amenaza de la presión del hombre, que ha encontrado en los incendios forestales y en el urbanismo salvaje sus peores expresiones.

Con una extensión de 17.000 hectáreas, repartidas en siete términos municipales (Alcoy, Cocentaina, Muro, Banyeres, Agres, Alfafara y Bocairent) de dos provincias, Mariola es un paraje que combina su altísimo valor ecológico con una gestión muy complicada. La Sierra, con más de 2.000 especies vegetales distintas, abarca desde áreas muy valiosas de bosque mediterráneo, a zonas de montaña, pasando por los espacios dedicados a la agricultura tradicional.

Durante cientos de años, la convivencia entre Mariola y los casi 100.000 habitantes que pueblan su perímetro se desarrolló en un escenario de normalidad: la explotación sostenible de este entorno, a través de la agricultura y de oficios ya olvidados como la fabricación de hielo en las cavas, se convirtió en la mejor garantía para su conservación.

Este delicado equilibrio empieza a romperse a mediados del siglo XX con el progresivo abandono del campo y con el despoblamiento de las áreas rurales. Los problemas se acentúan en los años del desarrollismo, en los que Mariola empieza a enfrentarse con un auténtico rosario de urbanizaciones ilegales de segundas residencias, que se reparten por todos los términos municipales de la Sierra. La inexistencia de medidas de protección -la declaración de parque natural no llegará hasta 2002, tras una larguísima lucha de los movimientos ecologistas- deja la gestión del paraje en manos del criterio particular de los ayuntamientos, que en la mayor parte de los casos hacen la vista gorda ante un proceso de degradación que ha tenido consecuencias irreversibles y que afecta de forma especial a localidades como Alcoy.

Junto a la construcción descontrolada, los incendios son el otro gran enemigo de este parque natural. En las últimas dos décadas del siglo XX, la Sierra sufre una continuada sucesión de catástrofes forestales, favorecida por la inexistencia de planes específicos de prevención y por los graves errores de coordinación en las tareas de extinción.

Como ejemplo más sangrante de este estado de cosas, para la historia ha quedado el gran siniestro forestal del año 1994, que calcinó el 60% del total de la superficie del paraje y en el que fallecieron los cinco tripulantes de un avión que participaba en las tareas de lucha contra el fuego. Los efectos de aquel desastre todavía están presentes en muchos puntos de la Sierra.

La declaración de parque natural, de la que ahora se cumplen diez años, ha supuesto un cierto respiro en la pesadilla de los incendios forestales. Valga como ejemplo, el hecho que en el periodo de tiempo que va entre 2003 y 2011, en Mariola solo han ardido 45 hectáreas de monte en 33 siniestros. Esta estadística positiva ha saltado por los aires con el incendio que se iniciaba este jueves en Cocentaina, que nos devuelve a los peores tiempos de la historia reciente del paraje y que nos recuerda que en la lucha contra el fuego nunca se puede bajar la guardia.

A lo largo de la última década, Mariola ha tenido que enfrentarse también con un inesperado adversario: el boom inmobiliario. Durante un corto periodo de tiempo, la Sierra se convirtió en el centro de intensos movimientos especulativos, que tenían como objetivo la construcción de complejos residenciales y campos de golf. Localidades como Alcoy, Banyeres y Bocairent impulsaron este tipo de iniciativas, que finalmente fueron paralizadas por el rechazo ciudadano, por la aplicación estricta de la normativa ambiental y, todo hay que decirlo, por la llegada de la crisis económica.

La urbanización alcoyana de Serelles -con 50 chalés construidos sobre una previsión inicial de 1.500- es el único testimonio que ha quedado de una época en la que el parque natural corrió el peligro real de convertirse en una reproducción a escala de los peores tics del urbanismo salvaje, que ha arrasado las costas valencianas.

La historia de Mariola estaría incompleta si no tuviéramos en cuenta la especial relación que existe entre el parque natural y los habitantes de las localidades que lo rodean. En las comarcas de l'Alcoià, El Comtat y la Vall d'Albaida este paraje se considera un patrimonio común irrenunciable. Al margen de su altísimo valor ecológico, la Sierra es un espacio público, al que se acude para las excursiones, las celebraciones festivas o las romerías religiosas. La Mariola forma parte del alma colectiva de estos pueblos perdidos entre montañas y tal vez por eso, cada vez que se declara un incendio, las centralitas de los ayuntamientos se colapsan con las llamadas de miles de ciudadanos que se ofrecen voluntarios para participar en las tareas de extinción.