Vecinos de la Zona Norte critican el incumplimiento de las normas. Rafa Arjones

En Colonia Requena existe un grave problema habitacional. Rafa Arjones

Los corrillos, sin distancia ni mascarilla, no son excepcionales en el barrio de Colonia Requena. Rafa Arjones

El análisis de las aguas residuales de Alicante apunta a la Zona Norte como el distrito con mayor incidencia de covid en esta segunda ola de la pandemia. Los datos son categóricos. Según la última actuación del estudio impulsado por Aguas de Alicante y el Ayuntamiento, las muestras tomadas en la Zona Norte arrojan la presencia de 29.000 ug/500 ml, un número elevado que se duplicó en apenas veinte días entre agosto y septiembre. Las primeras posiciones de la tabla se completan con una zona que se extiende desde Benalúa a Altozano, incluyendo el hospital, con 18.000 ug/500 ml y el Centro, con 15.000. Los datos menos preocupantes se recogen, desde que arrancó el estudio, en las playas: Albufereta (1.700) y San Juan (7.600).

En la zona con peores registros en Alicante el uso correcto de la mascarilla es casi residual. Tampoco se suele respetar la distancia de seguridad. Además, es habitual ver fumar como antes de la pandemia de coronavirus. En esos barrios se da el cóctel perfecto: espacios de pobreza y desigualdad de la ciudad, con malas condiciones higiénicas y de habitabilidad y limitaciones culturales y educativas. Espacios donde, además, no ha existido, hasta la fecha, una atención específica de las autoridades, desde una perspectiva sociosanitaria.

Allí no ha habido campañas para concienciar a una población vulnerable, por lo que el cumplimiento de las medidas «anticovid» no es generalizado. Así se advierte paseando por las calles, por ejemplo, de Colonia Requena, Juan XXIII, Virgen del Carmen o de Virgen del Remedio. Los ciudadanos que sí se cubren la boca suelen entrar o salir de algún comercio o esperar en paradas de autobús. Los que no lo hacen tampoco cumplen un perfil concreto: hay mujeres, hombres, jóvenes y mayores. Así lo reconocen vecinos de la zona, que no ocultan su preocupación por la falta de cumplimiento de las normas impuestas por las autoridades, como el uso de la mascarilla y el mantenimiento de la distancia social. Sin embargo, esos mismos residentes advierten de la falta de medidas de los gobiernos, desde el local al autonómico. «Nos tienen abandonados. En esta zona, vive gente vulnerable con la que hay que trabajar en programas específicos. Aquí no funciona lo que funciona en otros barrios de Alicante», explica Antonio Colomina, presidente de la Asociación de Vecinos de Colonia Requena, quien no duda en afear a la gente que no usa la mascarilla cuando observa algún incumplimiento por las calles del barrio. Las excusas que recibe son de todo tipo: desde que se dirigen a un bar cercano a que van a coger el coche que está «al volver».

Los expertos apuntan a que el incumplimiento de las normas tiene una explicación común a las zonas pobres, además de pedir que no se debe culpabilizar a las personas en situación de vulnerabilidad extrema. «La propagación del coronavirus y las políticas de prevención sanitaria están directamente relacionados con los espacios de pobreza y desigualdad que hay en nuestras ciudades», señala Carlos Gómez Gil, sociólogo y profesor de la Universidad de Alicante, para quien «la segregación espacial que concentra a los más vulnerables, a los más pobres y con trabajos más precarios en los barrios peor dotados, con las viviendas más pequeñas y con peores condiciones de habitabilidad, añade también riesgos adicionales sobre esta población, donde se multiplican las carencias y las enfermedades».

Y es que la situación de la Zona Norte no es extrapolable a ningún otro punto de la ciudad, salvo el barrio del Cementerio. «Los problemas de salud, la falta de espacios verdes y equipamientos públicos, las malas condiciones higiénicas y de habitabilidad, además de las limitaciones culturales y educativas, incrementan esos riesgos para las personas de menores recursos», prosigue Gómez Gil. Eso sí, el profesor insiste en que «lejos de criminalizarles, habría que trabajar para mejorar sus condiciones higiénicas y de distancia social, evitando su estigmatización, redoblando el trabajo de prevención sanitaria». El sociólogo señala a las autoridades, al igual que hacen los vecinos más reivindicativos de estos barrios. «En estos momentos, ¿cuantos educadores, mediadores o trabajadores sociales hay trabajando a pie de calle por el coronavirus en todos estos barrios pobres? Ninguno en ninguna de nuestras ciudades», prosigue el sociólogo y profesor Gómez Gil.

No culpar a los afectados

En la necesidad de no culpabilizar a las víctimas coincide con Carlos Álvarez-Dardet, catedrático de Salud Pública de la Universidad de Alicante: «Lo primero es no agravar la situación culpando a las víctimas. Si la gente de clase obrera se infectan más no es por su libre elección, son enormes fuerzas sociales las que determinan los metros cuadrados de las viviendas o el hacinamiento de la población».

En ese señalamiento público a los residentes en zonas vulnerables, Álvarez-Dardet critica las políticas impulsadas de la Comunidad de Madrid, dirigida por Isabel Díaz Ayuso, con confinamientos selectivos, que afectan especialmente a zonas empobrecidas: «El colmo de la culpabilización de las víctimas en lo que está haciendo el Gobierno de Ayuso, que está confinando barrios de clase obrera. En la respuesta a esta pandemia existe ausencia casi total de participación comunitaria. Esto hace que la gente no entienda las medidas que se proponen, que además varían de unas regiones a otras». Para el experto en Medicina Preventiva, «la raiz de este problema no está en que la gente se comporte mal, sino en que en España en los últimos diez años casi se ha hecho desaparecer la Salud Pública y la Atención Primaria a base de recortes. Éste es el problema».

Para ambos expertos, el error es enfocar el problema como una cuestión individual, cuando la clave es la respuesta colectiva. «Ningún problema de salud desaparece si lo enfocamos desde una perspectiva individual», concluye Álvarez-Dardet, quien lamenta que los recortes de los últimos años hayan dejado desnudo el sistema sanitario frente a la pandemia.

A estas alturas, no se conocen medidas específicas, ni desde el Ayuntamiento de Alicante ni desde la Conselleria de Sanidad, para hacer frente a la expansión del coronavirus en terrenos específicos, en los que se hace vida especialmente en la calle ante las duras condiciones de habitabilidad. De hecho, en barrios como Colonia Requena o Virgen del Remedio se sigue pasando mucho tiempo en los parques, tantos los más pequeños de la casa como los adultos. «Aquí no hay vigilancia ninguna. Se pueden ver reuniones por la mañana y por la tarde, en las que no se lleva mascarilla. Mientras no haya control, seguirá habiendo contagios», subraya Mari Eva Coloma, referente vecinal en Virgen del Remedio, donde es habitual ver los bancos de las plazas llenos de personas que no cumplen las normas impuestas. Comerciantes de la zona, como Gloria Chacopino, lamentan la actitud de demasiados vecinos: «Hay mayores por el día y jóvenes por la noche. Vemos a muchas personas que no respetan la distancia de seguridad». Desde su local, una ferretería, Juanfran López lo tiene claro: «Será porque no les dejo, pero no entra nadie en el local sin llevar bien la mascarilla».

Esa falta de conciencia en el uso de mascarillas, pese a ser conocedores de que son obligatorias, lleva a vecinos de Colonia Requena a entrar a los locales tapándose la boca con la camiseta. «Me ha pasado más de una vez en el estanco. Entran y se tapan así, como si eso sirviera para algo. Y mascarilla no, pero el gel hidroalcohólico que está ahí lo gastan rápido», prosigue Jaime Palomino. Enfrente de su negocio se sitúa la farmacia del barrio. Allí venden mascarillas quirúrgicas. Y los vecinos las compran. «Lo que no sabemos es cuántos días seguidos las llevan», dicen.

Ahora bien, en algo se coincide en esos barrios: es necesario que no haya nuevos confinamientos. Los trabajos precarios, generalizados entre la población, les obligan a estar en la calle ganándose la vida.