Hace casi veinte años, en 2003, el esfuerzo ilusionado de muchos -Comissió Gestora, bodega, arte, diseño, cata, presentación y puesta en escena- hizo posible un vino especial en cuerpo, alma, vestido y carácter para celebrar el 75 Aniversario de Les Fogueres de Sant Joan. Hoy recordamos con suave nostalgia, pero con la vibrante vitalidad de la fiesta alicantina, su excelente resultado, original y evocador, gracias a la sabia dirección de Javier Carmona, a quien encargó la Comissió que hiciera realidad el proyecto. Y lo hizo.

Para el «atuendo» apeló a la creación extraordinaria de Antonio Alcaraz, persuadido por Javier de que era una obra única: la etiqueta evoca en azules emplomados y naranjas viejos, el escorzo del foguerer clásico, interpretado al contraluz de la hoguera, en grises ferrosos; al fondo, breves, esquemáticas y ágiles, las figuras de los que saltan el fuego.

Estampas que trascienden el tiempo y reviven las figuras pujantes del neolítico levantino. Enmarca la escena, en trazos poderosos, el montaje de las varetas que arderán: colores granates, escarlatas, rubíes y cerezas que son promesa y avance del contenido. La caja que atesora la botella desarrolla en grabados originales, y etiquetas numeradas y firmadas por el artista para la versión mágnum, los motivos de la etiqueta: fuego y vino.

La botella, esbelta y columnar, encierra un caldo selecto elaborado por Bocopa. Un escogido grupo de catadores y miembros de la Comissió, con la tutela del maestro Carmona -hay que imaginar las sesiones de cata en torno las muestras de coupages y las expertas discusiones de este cultivado círculo sobre cuál de las propuestas era la idónea-, eligió del «Laudum» una partida que él ensambló especialmente para lograr un vino de riqueza singular, «perfumado, denso y redondo», mezcla sugestiva de monastrell, merlot y cabernet del que se sacaron 1000 botellas y 100 mágnum, cuya calidad quedó refrendada por la Medalla de Plata en el International Wine Challenge de Burdeos en 2003.  

Había que presentar en sociedad esta pequeña joya con todos los honores. Del acto se encargó, con eficacia de quien se mueve en su ámbito, Bardisa: abrió las puertas de la prestigiosa Escuela de Catas, que dirigía Carmona, a invitados ilustres, personalidades, Comissió Gestora, sumilleres, catadores, autoridades, la Bellesa y sus Damas... Todos asistieron a una interesante disertación sobre su génesis y a una cata dirigida por su brillante creador.

Como espíritu del proyecto, artífice del vino y maestro de ceremonias, compuso Carmona una inspirada nota de cata llena de lirismo y genio catador, publicada en una columna en este mismo periódico (3 de septiembre de 2003). El lector, como sentado a una imaginaria mesa y servido por gentiles manos, observa colores («vino de vestido intenso… rojo guinda, reflejos casi cereza y una lágrima abundante»…); percibe aromas («frutalidad y hollejos maduros, fondo amaderado…, notas tostadas, avainilladas y especias…, recuerdos finos y ahumados…, notas aromáticas de frutas sobremaduradas»…); paladea el vino («sabroso y concentrado…, notas de sanísima acidez… calidez de fruta madura… pasa con lentitud…, ofrece longitud y fruta para llegar a un final amable»…) y se enriquece de sabiduría enológica de alguien que conoce los secretos más escondidos del alma de ese vino. Es imposible sustraerse a su seducción.

Este triste año tampoco habrá hogueras: nos queda la nostalgia de lo pasado y la esperanza de que el año próximo vuelva a crepitar, retorne la calidez del vino y el ardor del fuego.

La memoria de aquel aniversario y del magnífico vino creado para él nos lleva al futuro. No queda mucho tiempo para diseñar, con la pompa y circunstancia que merece, la celebración del centenario de esta fiesta tan acendrada en el espíritu de la ciudad. A ella irá vinculado, claro está, un vino celebrativo. Quizá para ese momento, otro genial y entregado comité, por una «sabia mano gobernado» -como decía fray Luis de León- y entonces lo hizo Javier Carmona, elija un vino único, universal y profundamente arraigado en esta tierra, añoso, aromático, sabroso y cargado de historia: un fondillón de Alicante.