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CAMBIO CLIMÁTICO

El cambio climático y el abandono de los cultivos disparan la erosión en la provincia de Alicante, que pierde en 20 años un 30% del suelo fértil

Climatología descarta que Alicante se pueda convertir en un desierto, pero reclama aterrazamiento de las laderas y reforestación con especies autóctonas

Terrenos donde se nota el avance de la erosión en el término municipal de Mutxamel Eros Sanchez

El avance que sufre el proceso de erosión en la provincia de Alicante –tanto por causas naturales como por el abandono de los cultivos por los agricultores debido a que muchos han dejado de ser rentables-, ha provocado que en los últimos 20 años se haya perdido un 30% del suelo fértil, al pasar de las 180.000 hectáreas en producción en el año 2000, a las 130.000 actuales (2020). Alicante es la segunda provincia española tras Almería (70%) donde el problema de la erosión es mayor.

El Programa de Acción Nacional contra la Desertificación advierte de que 94.360 hectáreas están afectadas por el proceso y hay otras 89.989 en peligro muy alto, lo que suma cerca del 40% del total de 581.000 hectáreas de superficie que tiene Alicante. Además del problema de la falta de lluvias, incendios y erosión, el Ministerio ha constatado que las proyecciones de cambio climático prevén que la aridez y el aumento de las temperaturas van a multiplicar el proceso de desertificación, entendida como tal la degradación de las tierras, hasta 2040.

Los técnicos que han elaborado el informe advierten de que el avance de la aridez puede afectar al suministro hídrico de los árboles, lo que limitaría la fijación del carbono. Las zonas con una situación de mayor riesgo son el litoral de la Marina Baixa, el interior de l’Alacantí y todo el Alto y Medio Vinalopó, además del interior de la Vega Baja, pero este en menor medida. Estas áreas se corresponden con la ubicación de los acuíferos sobreexplotados y en los que el nivel del agua está a 400 y 500 metros de profundidad. 

Sin embargo, según Jorge Olcina, responsable del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante, no se puede hablar de un proceso de desertificación. El último inventario forestal del Ministerio para la Transición Ecológica revela que, pese a los incendios y el avance de sequía, la provincia de Alicante ha ganado un 10% de masa forestal en los últimos 20 años hasta alcanzar las 247.376 hectáreas, gran parte de las cuales están, sin embargo, sin sentido por el cese de la actividad agrícola y la posterior falta de cuidado, lo que las convierte en un polvorín en veranos como el actual, extremadamente seco. En la Comunidad Valenciana hay censadas 1,3 millones de hectáreas forestales, de las que el 56% pertenece a propietarios privados, un 38% es monte público y el 6% restantes es de origen desconocido. Climatología descarta que Alicante se pueda convertir en un desierto pero reclama aterrazamiento de la laderas reforestación con especies autóctonas.

En Alicante, el problema se complica por el perfil del propietario, un minifundista que no puede soportar los gastos de mantenimiento. Conclusión: el bosque se abandona y se convierte en una biomasa susceptible de convertirse en combustible. Según el inventario, a cada alicantino le corresponde entre 0 y 2 hectáreas de superficie arbolada según las comarcas de residencia. Cerca de trescientas mil hectáreas (299.375 hectáreas) son cultivos y 35.078 hectáreas, otrora cultivadas, están abandonadas.

La comarca de l`Alcoiá con 19.567 hectáreas de masa forestal (23% del territorio) es la que tiene más superficie, mientras que el Baix Vinalopó es la que cuenta con menor superficie forestal, con 2.952 hectáreas (3%).

La pérdida de actividad agraria, especialmente en zonas próximas al monte, ha traído consigo la recolonización de campos de cultivo con especies del bosque mediterráneo. Los inventarios forestales de España así lo confirman. O sea, que los datos señalan que no hay perdida de masa forestal.

Otra cuestión es que en la provincia, y en el conjunto de España, hay áreas con riesgo de erosión, debido a su composición litológica (materiales blandos), que son fácilmente erosionables con ocasión de lluvias fuertes.

Un factor de riesgo que acelera los procesos erosivos son los incendios forestales, porque provocan la pérdida de la masa vegetal que cubre el suelo. Y si al poco tiempo del incendio se producen lluvias torrenciales se activan los procesos de arrastre y pérdida de suelo.

En cuanto a las principales especies arbóreas de la provincia destaca los pinares de pino carrasco. El carácter pionero de esta especie y su buena adaptación a las condiciones climáticas, han hecho que estos pinares sean comunes en buena parte de la geografía de la Comunidad Valenciana (518.664 ha). Las masas más extensas aparecen en el sur de Castellón, en el interior de Valencia y en el norte de Alicante. Las formaciones son esencialmente puras en más del 90% de su superficie y la mayor parte (84%) se encuentra en estado adulto.

Pinares de pino rodeno. En total ocupan 19.927 ha, de las cuales más de la mitad están en Valencia (11.430 ha), aunque Castellón tiene también una superficie reseñable (8.144 ha), mientras que en Alicante el área es casi anecdótica (264 ha).

Pinares de pino piñonero. Tienen escasa representación en la Comunidad (1.570 ha), apareciendo fundamentalmente en la provincia de Alicante.

Pinares de pino negral y silvestre. Comparten territorio apareciendo en el límite occidental de la provincia de Castellón y en El Rincón de Ademuz. El pino negral está presente en 45.260 ha, pudiendo establecerse en zonas más amplias que las actuales, en las áreas montañosas del interior de Castellón y Valencia. La mayor parte de las formaciones de pino negral son pinares puros densos (80% de su superficie) y adultos (latizales y fustales). Por su parte, el pino silvestre ocupa una superficie de 6.765 hectáreas, presentando forma densa o boscosa y edades adultas.

Por su parte, el Ministerio para la Transición Ecológica, sí identifica numerosos impulsores de la desertificación en España, incluyendo causas económicas, como la intensificación de la agricultura y la ganadería, y la sobreexplotación de los recursos hídricos; sociales, como la despoblación de las zonas rurales y el abandono de los terrenos forestales; y ambientales, como el cambio climático y los incendios forestales.

La desertificación es uno de los mayores problemas medioambientales que compromete a la capacidad de la tierra para mantener la salud del planeta. Cada año más de 24.000 millones de toneladas de suelo fértil desaparecen y dos tercios de la Tierra están sometidos a un duro proceso de desertificación, según alertan desde el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente). 

Las sequías, su frecuencia e intensidad, están aumentando por la acción del cambio climático. Entre 1900 y 2019 el déficit de lluvias ha afectado a 2.700 millones de personas en todo el planeta y provocado 11,7 millones de muertes, según afirma la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD). Sus previsiones actuales auguran que para 2050 las sequías podrían afectar a más de tres cuartas partes de la población mundial. 

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