Encerrada en su edificio de Alicante por sus propios vecinos

Mara Agulló padece fibromialgia por lo que necesita utilizar una scooter, pero su portal no cuenta con rampa y le niegan su instalación

Vivir con miedo y encerrada por dos escalones

Rafa Arjones

Alberto Losa

Alberto Losa

Lejos quedan los tiempos en los que tuvimos que estar encerrados por el confinamiento a causa de la pandemia. Tres años después, sin embargo, Mara Agulló Navajas sigue encerrada en su edificio. Un escalón de unos treinta centímetros de altura le impide salir y sobre todo volver a entrar con su scooter adaptada, la cual necesita utilizar a causa de la fibromialgia que padece. En distintas ocasiones, ha propuesto a través de su casero la instalación de una rampa, pero sus vecinos siempre se han negado a ella.

Su vivienda está bien ubicada, en la calle Juan de Herrera, a unos 200 metros del Mercado Central: "¿A mí de qué me sirve vivir encima de un supermercado si no puedo ni acercarme a comprar el pan?", lamenta. Lo único que quiere, asegura, es poder vivir: "Yo tengo agorafobia debido a la fibromialgia, y yo lo que tengo que hacer es salir. Ahora no puedo ir a rehabilitación ni puedo ir a natación y todo eso va en detrimento de mi salud. No puedo más. Yo no puedo vivir así. Esto no es vivir. Si alguien me pregunta qué es lo que deseo, es vivir. Ser autónoma y ejercer mis derechos como cualquier otra persona".

El coste de instalar una rampa a la salida de su edificio es de entre 350 y 700 euros, según los diferentes presupuestos que ha pedido y presentado a la comunidad de vecinos a través del propietario. El problema, asegura, es que los vecinos lo han rechazado. Y no solo eso, sino que le hacen la vida imposible: "Hay veces que tengo miedo de encontrármelos". Mara lamenta que no solo no le ayudan a subir la silla cuando se cruzan con ella en la puerta, sino que la tratan con desprecio: "Han llegado a decirme que por qué no me iba a otra casa, cuando yo vine aquí ex profeso porque estaba cerca de mi lugar de trabajo".

Una vecina le increpa tras conseguir sacar la scooter del edificio.

Una vecina le increpa tras conseguir sacar la scooter del edificio. / Rafa Arjones

"El que nuestro aparejador estimaba eran unos 700 euros, y el primero que le di a la presidenta era de 350 euros con todos los papeles y permisos", señala. Ambos se ha ofrecido a costearlos de su propio bolsillo ante la negativa de los vecinos y pese a que su casero, el propietario de la vivienda, está a favor de instalar esta rampa para la que la ley le ampara.

Llamar a la Policía

Al salir de su portal hay un pequeño escalón pero que tiene la suficiente altura para que la scooter que utiliza para moverse no pueda pasar. Con dificultad y poniendo en riesgo el aparato en la caída puede salir del edificio, pero no entrar. Al sortear ese escalón, Mara ha dañado no solo la moto, sino también algunos aparatos que llevaba con ella como el teléfono móvil.

Su abogado, Mateo Bas, explica que para poder entrar en casa tiene que llamar a la policía, que le ayuda tras abrir un parte. Los incidentes, apunta, suman más de medio centenar. "Cuando yo salgo de dar clase, a las 19.00 horas, tengo que esperar a que venga el conserje, que vive por aquí, pase por delante y me ayude a subir la silla", explica Mara. Los vecinos evitan ayudarla, asegura, lo cual le ha hecho pasarse numerosas horas junto al portal hasta que alguien le ha socorrido para subir el escalón: "Los vecinos me ven, lo saben y les da igual. Cuando mi padre se estaba muriendo, eran las doce de la madrugada y tuve que tocar al timbre porque llevaba desde las siete de la tarde en la calle y nadie bajó a ayudarme. Y les dio igual. Es todo así". Habitualmente, llama a la Policía Local, pero no siempre están disponibles para esta ayuda ni tampoco quiere tener que depender de este cuerpo de seguridad.

En días de calor como los vividos este mes, su situación es si cabe peor, ya que tiene que aguardar en la puerta bajo las altas temperaturas: "Da lo mismo que haga un calor que te mueres como estos días", lamenta.

La afectada ya ha presentado una denuncia junto a su abogado para que los vecinos den el visto bueno a instalar esta rampa. Un conflicto cuya audiencia previa será en octubre. Lo que solicitan tanto ella como su abogado es la rampa para garantizar su independencia, pero también daños morales por el trato recibido por sus vecinos.